
En la cola de una tienda de ropa, esperando a que la señora de delante devolviera 8 prendas y la dependienta le hiciera el abono correspondiente:
- Oiga, (me increpa la de atrás, clavándome el dedo índice en el hombro con todas sus fuerzas) es esta la cola para pagar?
- Sí, sí, aquí mismito es…- no, si te parece estoy aquí, parada cual pasmarote, viendo las moscas pasar por puro placer.
- Oiga, (me vuelve a clavar el dedito en la clavícula con mala leche) sabe usted si esta faldita es de la nueva colección o si es de esas que anuncian rebajadas en el cartel de ofertas?- me pregunta mostrándome una falda-pantalón de esas que ya ni se fabrican. De la nueva colección, me dice, yo es que me troncho… De dónde la habrá sacado, madre mía. Eso no se lo ponen, fíjate lo que te digo, ni las monjas del colegio de mis hijos. Y, esta tía, ¿me ha visto cara de dependienta o qué? ¡Si voy con abrigo, llevo 3 prendas en la mano y le acabo de decir que está en la cola de caja!
- Ni idea, señora, es que yo no trabajo aquí- le contesto con mala gana. Tengo el hombro dolorido de tanto dedito agresor.
- Ahhh, pues perdona, ¿eh?- me giro de nuevo y vuelvo a mi posición de “espera”. La de delante no encuentra la tarjeta con la que pagó su compra hace días y es imprescindible para que le hagan el abono, como le insiste la cajera. Paciencia.
- Oigaaa- vuelve a la carga la de la falda-pantalón, golpeándome con el dedo en pleno cuello- le importaría dejarme pagar a mí primero, que tengo muchísima prisa y sólo llevo una faldita?
- Es que tengo el coche en doble fila y me da miedo que me lo lleve la grúa- ahí, mintiendo a saco, que ya estoy harta de las jetas que pretenden colarse sólo porque les has respondido a dos preguntas y por eso ya eres tonta. La próxima vez, me hago la sueca.
- Ssssshhh… hmmmm… pfffé, seguro, el coche,…. en doble fila… en zona peatonal…- escucho cómo sisea la señora, indignada porque no le he dejado colarse. Yo sigo calladita. Ni me inmuto. Hago como que no la oigo, pero ella no para.- Si sólo llevaba una falda….. ya ves tú…. lo que le costaba….. juventudesta….me van a cerrar el Bingo… Oigaaa- vuelve a lanzar su dedo asesino contra mí, pero ya me las sé todas en lo que a caraduras se refiere y me adelanto a su movimiento, apartándome en el último segundo y dejando que la señora cargue toda la inercia de su cuerpo sobre… el aire- nooooooooo…..
Menudo leñazo se ha metido la señora. Ha caído de bruces, sobre el dedo estirado y no se ha dado contra el mostrador de puritito milagro. Toda la cola ha corrido a auxiliarla, pero justo en ese momento he oído a la cajera decir “el siguiente, por favor” y me he acercado a pagar mi compra. La señora, que se ha dado cuenta desde el suelo, sólo chillaba:
- ¡¡¡Cóbreme a mí, cóbreme a mí, que me cierran el Bingoooooooo!!!
La cajera no podía creérselo. La del suelo, berreando y sangrando por la nariz, los de la cola huyendo despavoridos porque la binguera les daba con el dedo sin control y yo, pagando sin inmutarme, como si fuera la insensible de la tienda. Si hubieran visto los moratones con los que he amanecido esta mañana por culpa del dedito homicida de la señora, no me habrían considerado un ser sin entrañas.
Odio que me toquen sin consentimiento. La gente enseguida se encariña y te sobetea a placer, pero yo debo ser de una pasta especial: insociable y desconfiada. Siempre mantengo una prudente distancia de seguridad en las aglomeraciones, colas y demás reuniones indeseables. ¿Por qué algunos se empeñan en toquetearte, clavarte cualquier extremidad o hablarte echándote el aliento? ¿No les han enseñado a no atosigar a sus congéneres? Mi madre se ha pasado la vida machacándome la cabeza con lo de “no molestes a la señora, no corras entre las mesas de la gente, no agites la toalla con arena encima de la cabeza de ese señor”. Y yo, si algo soy, es obediente.
¿Por qué tengo que aguantar las manías ajenas cuando cuido las mías hasta la extenuación por no molestar? ¿Es tanto pedir que los demás me paguen con la misma monedita?