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miércoles, 31 de marzo de 2010

Pies, para qué os quiero



Os escribo con los pies en remojo.

Los he tenido que meter en un combinado de agua templada, aceite de romero y sales de baño, porque me estaban matando.

La temporada de bodas no ha hecho más que comenzar y yo ya tengo los quesos al roquefort. No falla. Es ponerme un tacón y gritar internamente para que no se me note, porque, si mi “santo” me oye quejarme, me empieza a llamar tonta por llevar plataformos. Algo parecido a lo de las hemorroides y aquello de sufrirlas en silencio. Calcadito.

Pero yo no concibo la vida sin ellos. Y más desde que tuve una rotura fibrilar en el gemelo izquierdo por llevar unas Converse, planitas ellas. Deberían prohibirlas, os lo aviso, porque el pie no está hecho para ir a ras de suelo, que me lo ha dicho el traumatólogo. Hay que meterle taconazo, que es como mejor funciona. Y, además, hace que tu culo se proyecte, tus piernas se estilicen y tu pecho se ensanche, con lo cual, tienes la partida ganada desde el principio, a lo tonto y sin darte cuenta. Que lo he leído, ¿eh? No me lo invento...

¿Sabéis la sensación esa de quitarte el zapato en el baño de la sala de fiestas y notar cómo laten los pies? ¡Me podría tomar las pulsaciones si acerco la mano a la almohadilla esa que sale en la planta, junto a los dedillos! Sí, sí. ¡Resulta que mis pies tienen corazón! ¿No es enternecedor? Con razón lloro tanto, ¡es que soy doblemente sentida!

Y luego, cálzate de nuevo. ¡Menudo dramón!. El pie que no quiere, el zapato que no puede, las plantas que te arden como si hubieras pasado cual fakir por encima de una cama de brasas ardientes. ¡Qué horror! Lo mejor es salir descalza y seguir de mambo a lo Carmen Amaya manejando su barca. Te mirarán raro, pero la gente se suele apiadar de ti e intenta no pisarte, que sería la repanocha si encima te hacen la apisonadora en pleno "Paquito el chocolatero".

Mi costumbre viene de antiguo y la culpa la tienen las amigas que me he echado. Son todas como torres y siempre llevan bailarinas. “Es que me encanta ir planita”, me insisten. Claro, planita, dicen ellas desde su 1,80 de estatura. ¡Yo, planita no sé andar! ¡Parezco zamba! Los pies se me cruzan, empiezo a hacer la cuña y los gemelos se me cargan horrores. Quita, quita. A mí dame mis 8 cms de tacón (como mínimo) y me haces feliz. Incluso embarazada, yo iba tan pichi con mis botas con plataforma. Ni las sentía. Así me ha salido la niña, que tiene un estilazo que no se puede aguantar!!!

Por tanto, no me queda otra:

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VENDO CONVERSE SEMI-NUEVAS, CASI A ESTRENAR, 1 ÚNICA PUESTA.
NÚMERO 37. COLOR NEGRO.
INTERESADOS, APUNTARSE AQUÍ DEBAJO…
NEGOCIABLE : TRUEQUE POR UNOS JIMMY CHOO CON PLATAFORMA, DE NUEVA COLECCIÓN.
ADJUNTO FOTO.

martes, 30 de marzo de 2010

La conga eterna


Sigo con las bodas, que parece que ha empezado la temporada.

Vengo de una, con una tortícolis de escándalo y una semi-lumbalgia que me está haciendo acordarme de los novios cosa-mala.

El caso es que todo empezó más o menos bien. Con la ceremonia, las fotos y los besos de rigor a la salida de la Iglesia. Ahora bien, fue llegar al cóctel y todo se desencadenó a velocidad supersónica. Algunos espontáneos, todavía sobrios (que es lo que más me escandaliza) se arrancaron con las jotas. ¡Y estábamos todavía con los canapés! Se avecinaba una gorda.

Allá por el segundo plato, un exaltado (tú dirás, si no) se subió al escenario que habían montado para el baile posterior y, micrófono en mano, gritó aquello de “cooooongaaaaaaaaa”. Entonces empezó la debacle.

Yo estaba tan a gusto, con la merluza en salsa mirándome con carita de deseo, cuando, de pronto, una marabunta me arrebató el tenedor y me arrastró hacia la pista con la servilleta atada a la pechera y los zapatos quitados. Yo miraba a mis compañeros de mesa con ojos de “sujetadme, por Dios, que se me llevan”, pero todos disimulaban y miraban al plato como si no me hubieran visto en la vida. Mi “santo” jugueteaba con el iphone como si tuviera a un Ministro al aparato y no pudiera cortarle la llamada y mi hermana, caritativamente, intentaba ponerme un zapato a la vez que se escondía bajo el mantel. La señora que tiraba de mí insistía en lo de “venga, tontaaa, que es muy divertidoooo” y yo no conseguía zafarme de sus garras enjoyadas.

- “Ahoraaaa, la manita izquierdaaaa en la oreja derecha del de delanteeeee”- berreaba el del micro. La señora, que se había pegado a mi culo, tiraba de mis lóbulos como si estuviera colgada de unas anillas olímpicas. Yo buscaba entre el pelo de su prima y, como no paraba quieta, acabé con su pendiente entre los dedos. Un señor gritaba: “de quién es este audífonoooo”, mientras serpenteábamos entre las mesas. Qué estampa.
- “La mano derechaaaa, entre las piernas y sujetando la mano izquierda del de atrááásss"- insistía el pesado. Levántate el vestido, pasa la mano, tócale las tetas a la señora agachada, dale la mano toda sudada, déjate sobar las tetas por su prima, con su tanga a la altura de tus ojos…¡Qué falta de intimidad!
- “Como estamos, sin movernos, peroooo… a la pata cojaaaaa y marcha atrááásss”… la prima me pisoteaba los juanetes descalzos, la señora se apoyaba en mis riñones para mantener el equilibrio y yo miraba de reojo hacia mi mesa, mientras veía que se llevaban mi merluza y mi gente se lo estaba pasando bomba haciéndome fotos y señalándome. Que os den, pensaba yo. Porque yo me lo estoy pasando de vicio y vosotros sois una panda de aburridos.

En un despiste de la prima, conseguí separarme del grupo y volví a mi mesa, con el tocado arrancado y el moño destrozado. Me siento y vuelve a la carga otra señora intentando levantarme tirándome del sujetador. No, no, esta vez sí que no. Me agarro al mantel y grito: ¡¡¡un momentitoooo, que tengo que ir al bañooo!!! Ahí estuve rápida de reflejos, porque la señora cambió automáticamente su target y se lanzó a por mi hermana, que me miraba como debió mirar Abel a Caín cuando le vio con la navajita alzada. Bien, que baile ella un ratito, que la estaba notando un poco mustia.

En fin, después de la conga vinieron la trainera (no veas cómo hacían como que remaban todos en el suelo) y otros muchos chicharrillos, tipo “Desde Santurce a Bilbao” o “Los cuatro puntos cardinales de Otxarkoaga”. ¡Y todo ello antes del vals!. Fue una boda agotadora. Si lo llego a saber, me preparo desde días antes yendo a hacer footing, porque acabé con una arritmia de preocupar.

¿Por qué esa obsesión por la conga en las bodas? ¿Por qué ese proselitismo, que parecen todos Tom Cruise intentando meterte en la Cienciología? Vamos a ver, ¿no te das cuenta que los que se quedan sentados hacen como que no te ven? ¡Pero si algunos se hacen incluso los ciegos o los cojos! ¿Por qué demonios tienes que ir tú a dudar de su palabra? Déjales tranquilos, por favor, no insistas. Que hay gente introvertida que lo pasa mal con tanto contacto humano. No hagas que les absorba la cadeneta humana, porque se sienten como engullidos por un agujero negro. Un poquito de compasión, por el amor de Dios…

lunes, 29 de marzo de 2010

¡Que me han dado un premio... como a Penélopeeee!!!!



Pues sí, ni yo misma me lo explico, pero Trasto me ha concedido un premio! Ha tenido a bien premiarme por mi (supuesta) creatividad. Todavía estoy dando palmas con las orejas desde que me enteré.

He estado investigando esto de los premios entre blogs y resulta que (esto lo cuento para los incultos-blogueriles, como la menda) si te conceden un premio, lo que toca es hacer un Meme. En este caso, el meme consiste en hacer una serie de confesiones (7 en concreto) sobre mi persona. Uyyyy, 7 cosas relevantes sobre mí... Pues no sé si tengo tantas, pero lo voy a intentar.

Veamos:

  1. Leo novelas románticas. Continuamente. Obsesivamente. Incautamente... soy rosa de corazón, de sentimientos y de carácter. Qué le voy a hacer si me parieron así... he de reconocer que algunas me dan vergüenza ajena, con esas portadas, esas letras doradas, esos resúmenes cargados de topicazos... Hasta el punto de que he llegado a mandar a mi "santo" (ahora entenderéis lo de "santo") a comprármelas, porque a él no le da vergüenza. Si le veis leyéndome por el móvil las sinopsis, os echáis a llorar... de la risa, claro... si es que tiene el cielo ganado...
  2. De pequeña quería llevar gafas. Me encantaban. A día de hoy, sigo sin necesitarlas, pero no descarto acabar comprándome unas PRADA de montura roja sin graduar, porque dan un estilazo a la mirada, que lo flipas. Creo que hasta te hacen los ojos más "almendrados" y todo...
  3. De pequeña me mordía las uñas. Arrastré el vicio hasta los 16 años. Ahora lo pienso y me da una grima que pa qué te cuento nada...
  4. Me da repelús la gente que mueve los dedos de los pies como si fueran los de las manos. Mis dedos son estáticos. Casi-casi palmípedos. Me sujetan y punto. Suficiente. No me hace falta coger la cuchara de la sopa con ellos. Gracias. Para eso ya tengo los de arriba.
  5. Sólo dejo que me hagan fotos desde un plano superior. Como pille a alguien agachándose cámara-en-mano, salgo corriendo y me escapo del encuadre. Que viva el picado. Muerte al contra-picado, que hace parecer a la gente una familia de gnomos regordetes adictos a las ensaimadas.
  6. No soporto las mallas. No comprendo qué tipo de persona pudo perpetrar semejante atentado contra la estética más elemental. Me da igual que ahora las llamen leggins, jeggins o "mallins". Sigue siendo la misma cutrada escondida bajo un falso barniz de glamour. No me engañan.
  7. Se me ha olvidado cómo se hacían las raíces cuadradas. ¡Malditas calculadoras, que nos derriten el cerebro! Voy a tener que repasarme las Mates de primaria, porque tampoco recuerdo bien aquello de los conjuntos y mi hija se acerca peligrosamente a esa etapa. Como se dé cuenta de mi ignorancia, me muero de la vergüenza. Va a dejar de respetarme ¡y eso sí que no! Tengo tal angustia con este tema que ya he empezado a repasarme los ríos de España con todos sus afluentes. Me van a faltar horas en el día...

Bien. Creo que me han salido 7 confesiones, pero no muy relevantes. Lo que está claro es que me retratan fielmente.

Ahora, el premio tengo que dárselo a otras 6 personas. Como soy novata en estas lides, lo mismo ya lo recibieron hace tiempo, pero yo igualmente se lo doy, porque sus blogs son de obligada visita para mí. Enhorabuena a los premiados, que son:

domingo, 28 de marzo de 2010

Fin de fiesta

Hoy la cosa va de vídeos. En concreto, de este que me ha mandado una buena amiga y que es firme candidato al premio “Olé tus vídeos” en la categoría “Vaya prima cateta y borracha te has echao a la espalda”. No tiene desperdicio.





Desde luego... Pobres novios, pobres invitados…. Pobres todos. La de las gafas no da crédito. La borracha acaba desaparecida en combate. Y la novia con la cara ensangrentada. Qué espectáculo. Menuda mierda de carpa con columnas de cartón-piedra. Los camareros la sujetan como pueden (la carpa, digo, no a la borracha, que esa es ingobernable) y no sabemos nada del grupillo musical que aparecía tocando en una esquina. Siguen sin volver a casa desde entonces y su familia se teme lo peor.

¿Puede haber un fin de fiesta más triste y patético? Y, ¿cómo levantas el ánimo de la concurrencia a partir de ese momento? Porque tú dirás... ¿Quién es el guapo que se pone a bailar después de ver a la novia-radiante con los churretes de sangre y la cara amoratada? Lo único bueno es que la barra-libre ha quedado inoperativa. Veremos cómo aguanta el tipo la de rojo a base de botellines de agua... qué papelón, madre, qué papelón...



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(Por si alguien no puede ver el vídeo, os adjunto la secuencia-cutre en mini-fotos, para que al menos sepáis de qué estoy hablando...)


sábado, 27 de marzo de 2010

¡Dichosas redes sociales!



Ya no soy yo.
Soy otra.
Una desconocida cualquiera que va por el mundo haciendo cosas raras.
Como os lo cuento:

Voy por la calle catalogando todo por etiquetas. Veo una faldita de nueva temporada en ZARA y pienso… “Me gusta”. Miro un poco más allá y me encuentro otra con el color de moda y pienso de la anterior… “Ya no me gusta”.

Saco una foto de mis hijos y, directamente, les corto las cabezas (en la foto, ¡no seáis burros!) para poder postearlas en el álbum de mi perfil sin temor a que me entrullen con la ley del menor en la mano.

Voy a la pelu y me fijo especialmente en la sección de “permanentes”, para sacar una foto a escondidas con el móvil a la señora con el pelo liláceo y colgarla en el grupo ese de “señoras con el pelo azul”. Hago lo mismo cuando llueve y salen todas con la bolsa del Carrefour en la cabeza para que no se les baje la intensidad del tinte caoba.

Me pongo a hacer una tortilla de patatas y saco fotos del paso-a-paso para colgarlas en mi blog bajo el título de “Así se hace una tortilla de patatas”. Tengo el móvil llenito de churretones de aceite, porque esto mismo lo repito cada vez que cocino algo, sea una chorrada (como una ensalada de tomate) o algo complicado (mis galletas de mantequilla, por ejemplo).

Si, en plena comida, alguien suelta algo gracioso, le amenazo con aquello de “cuidadín, que esto lo llevo yo al blog como está mandado, ¿eh?”. Así me he cargado ya varias conversaciones, porque la gente odia que le plagien y prefiere quedarse calladita.

Tengo “titulitis”. Una amiga me cuenta, por ejemplo, que se le ha escapado el periquito, que se lo ha comido el gato y que tiene una depresión de caballo y yo me pongo instintivamente a titular su drama: “Devorado por un siamés sin escrúpulos”. O mejor: “Gato que salta, periquito que te levanta”.

Me manda el Banco el estado de mis cuentas y, sin querer, lo “comparto” con mis 385 amigos del Facebook. Pensarán… “¿esta imbécil se ha gastado 3500 euros en un ataúd con wifi?” Pues sí, qué pasa, espero seguir posteando desde el otro barrio, pues no tengo yo vicio ni nada...

Me llama mi prima pidiéndome el teléfono de un psicoanalista, porque lo está pasando fatal y necesita ayuda profesional y yo la mando directamente a mi “muro” para que entre todos le alegremos el día y le demos soluciones “reales” a su problema. Asunto arreglado. Y mi prima, tan contenta.

Me paso la vida regando coliflores, arando campos y comprando gallinas y cerdos. Mando regalos extraños a mis amigos, como un boniato con lazo o un tractor color rosa. Con lo que yo he sido, madre mía, ahora sólo quiero recibir materiales para terminar mi establo, que me falta un puto clavo y no hay Dios que me lo mande. Por cierto, tengo exceso de tablones de madera y de herraduras de caballo. De eso no me mandéis más.

Me invitan a multitud de eventos y me da la sensación de que me paso el día de farra, cuando lo cierto es que estoy en mi salón, con mi taza de café y el portátil-enano bajo mis dedos. Ya no tengo vida social. Sólo tengo red social.

Si no estás en mi lista de “agregados”, no eres mi amigo. Así que ni me hables. Lo que me quieras decir, me lo comentas por el Face. Estoy harta de recibir llamadas de gente preguntándome cómo me va la cosa. ¿Que cómo me va? Pues te conectas, me solicitas amistad y ahí tienes el histórico de mi vida de los últimos 2 años, ¡ea! Con sus fotos y todo. No me hagas perder el tiempo, que tengo que hacer un test para saber “qué dibujo animado de los 80 me retrata”, coño ya!

viernes, 26 de marzo de 2010

Mi vecina tiene un novio gay

Acaba de subir a verme mi vecina Maripaz. Estaba eufórica perdida, porque resulta que se ha echado un novio de catálogo de agencia de modelos. Dice que está como un queso, que mide 1,90, que siempre viste de marca y que además la tiene gigante.

- Me dejas boquiabierta, Maripaz- le digo yo. No sabía que le dabas tanta importancia a los “detalles”.
- Chica, cuando una tiene carencias, se fija en cualquier “cosilla”…
- ¿Carencias tú? Si tal-que-ayer-mismo me pareció ver salir por tu puerta al anterior cargado de cajas…
- Ya, pero es que ese se lo montaba fatal, no tenía las “herramientas” adecuadas…
- Pues los gritos los oía yo por el patio de luces que daba gloria, tenía que taparles las orejas a los críos y todo.
- Sí, pero el que gritaba era él.
- ¿Era él? ¿Esos aguditos que yo oía eran de él?
- Efectivamente. Una nenaza…

Me cuenta que su nuevo novio la pasa a buscar en su deportivo color champán (¡!), se presenta con flores, bombones o colgantes de Tous, la lleva al ballet y se queda con ella en casita los viernes-noche para ver acurrucaditos bajo una manta el Sálvame-Deluxe… pa mí que es gay, quedaos con lo que os digo, pero no se lo comento a Maripaz para no darle un disgustazo. Que se lo tire unos días y ya caerá ella misma en la cuenta, digo yo… ¿no?

Os preguntaréis por qué lo afirmo tan segura. Bien. Me ha enseñado una foto. Está sacada con el móvil, pero se ve lo suficiente, creedme. Los heteros que conozco huirían despavoridos de:

- la camiseta ultra ceñida estilo-David-Beckham con las mangas arrancadas como a mordiscos
- los vaqueros Diesel, de tres tonos de púrpura, desgastados y rotos por 8 sitios
- los calzoncillos Armani asomando sobre el roto superior
- el cinturón Dolce&Gabbana con calavera plateada
- la medallita de la primera comunión sobre la camiseta ultra ceñida de mangas arrancadas a mordiscos
- la pulserita de cuero multicolor en la muñeca derecha y la de eslabones de plata en la izquierda
- el pañuelo de seda natural pintada a mano atado despreocupadamente al cuello
- las botas de cowboy con brillantina

A mí no me harían falta más detalles, pero Maripaz está obnubilada. Va cacareando por el vecindario que si no puede ni andar del tute que le meten, que si va a tener que comprarse otro piso para guardar los regalos de su novio, que si la va llevar a un hotelazo en la playa por su primer mensiversario y se va a dejar las pagas extraordinarias en una sola noche de amor y lujo. En fin. Un no-parar. La portera ya me ha advertido: “como la vuelva a oír gritar desde abajo, llamo a los municipales para que hagan la prueba de decibelios, que mi marido se está quedando sordo del oído derecho por salir a fumar al patio”.

Pobre Maripaz. La que le espera.
Y la que me espera a mí cuando se percate.

jueves, 25 de marzo de 2010

¿Por qué lo llaman "raro" cuando quieren decir "friki"?

Ya sé que la palabra friki está bastardeada. Que, en su origen, se inventó para encuadrar y definir a todos aquellos fanáticos de un tema muy específico, ya fueran los cómics, los videojuegos o la ciencia ficción. Lo sé. Pero es que hay veces, de verdad os lo digo, que no encuentro otra palabra que echarme a la boca.

Porque, a ver, ¿cómo llamarías tú a un tío que, vestido de Chewbacca, se presenta a las puertas del colegio a recoger a su niña?. Pues friki, ¿verdad? A que no dirías… “¡pues vaya un tío raro, que se ha presentado sin el bocata de chorizo ni nada!”. ¿Verdad que no? Eso no es raro, eso es tener una pedrada en condiciones, que decía mi madre. O sea, un friki. En el sentido más peyorativo de la palabra, como diría Rosa-bocachancla-Díez.

¿Qué son, por ejemplo, Carmen de Mairena, Leonardo Dantés o Yola Berrocal? Tú me dirás… ¿retrasados? Pues no. Lo que son es un hatajo de frikis de tres palmos de narices. Nada de “gente rarilla, con problemas, que a saber por lo que habrán pasado los pobres, o si sus madres los abandonaron nada más hacer la primera Comunión”… Ese tipo de comentarios sólo los hacen las señoras esas que se montan la tertulia en un corrillo de sillas a las puertas de su casa en plena carretera nacional. Que, por cierto, vaya panda de frikis son también éstas, todo sea dicho de paso… pudiendo reunirte en el club social del centro cívico de tu pueblo, leches, te tienes que ir a sentar “en batería” en pleno arcén de la N-4. Luego dirán que ocurren desgracias…

A lo que íbamos. Estamos hablando de una especie distinta, que vive en un universo paralelo al nuestro, con una idiosincrasia propia e intransferible: el friki. Ese extraño objeto de deseo. Porque mira que llama nuestra atención, ¿eh? Que yo le estoy dedicando un post entero…

Bien. Llegados a este punto, me encuentro con lo siguiente: esta mañana, mi ordenador ha dicho “basta”. Se ha puesto a brillar, cubriendo todo el espectro de colores del arcoiris para, finalmente, hacer un ruidillo parecido a pfiiiufff y terminar con un fundido-en-negro. Casi me dan los siete males. Menos mal que mi compañero de cubículo estaba enfermo y he podido utilizar su máquina mientras los del departamento de informática se enfrentaban a duelo con la mía.

Estaba yo intentando instalar el Explorer, porque el “raro” de mi compi (hasta hoy, era “raro” a secas) no lo tenía instalado, (cómo navegará, me preguntaba yo toda ignorante) cuando, de pronto, me salta el Google Earth a los ojos. Casi se me mete la costa escarpada de Nueva Zelanda en el lagrimal. He estado rápida y me he apartado a tiempo. Pa haberme hecho una brecha...

Debería haber cerrado el programa en ese momento y seguir a lo mío, pero la curiosidad (esa cabrona que mató al gato, aun no sé bien cómo) ha ganado la batalla y me he puesto a investigar en el mapamundi ese que sube y baja. Ya me parecía “raro” (otra vez esa palabra) que los países se vieran de lejos como amarillos. ¿Será que existe un Google Earth sólo para China? Ya me extraña... He metido el zoom a tope y me he encontrado con múltiples chinchetas de ese color esparcidas por toda la geografía terrestre. Uyyy, qué “rarooo”… ¿qué habrá considerado tan importante mi compi en el mapa como para hincharse a clavar tachuelas a destajo?

Aumento el zoom. Más. Más. Un poquito más…. dale sin miedo... ¿Qué veo ahí? Aparta, chincheta, que me tapas lo que parecen ser…. hmmm… pera a ver… dos tetas, un tanga y…. un balón de playa??? Un momentito, que no me centro…. Todas estas chinchetas… ¿señalan tías en bolas en todas las playas del mundo-mundial? ¿Puede ser posible? ¿Pues no estoy viendo a una corriendo tras su perro por la orilla con todo al viento? ¿Y esta otra, con un gesto bastante obsceno, encaramada a la tumbona, dándose crema hasta en la cuscusilla?

No me digas... ¿Se ha tirado el colega meses… qué coño meses, años enteros buscando tías en pelota-picada por las playas del globo entero en las posturas más inverosímiles??? ¿Se puede ser más friki?

Así que, desde ahora, al que me diga que Arturito es un poco “raro” le pienso contestar con la verdad-por-delante: no es “raro” y vale ya con la palabra tonta esa… es un friki-de-la-pradera en toda regla!!!!! ¿Que no????


miércoles, 24 de marzo de 2010

Posados desafortunados

Hay veces que bendigo a San PhotoShop.

Nos evita un montón de imágenes groseras y antiestéticas, que para eso ya tenemos a la Esteban en horario prime-time.

No estoy hablando de esos posados ya asumidos por repetitivos o porque el personaje nos tiene acostumbrados, tipo:


No, qué va. Estas imágenes ya ni nos sorprenden. Resbalan por nuestras retinas como el aceite del bocata-anchoas por nuestras barbillas. Son el pan nuestro de cada día.

Hablo, más bien, de imágenes que chocan, que duelen, que te impactan por innecesarias. Por desafortunadas. Porque ahí estás tú, en tu sofá, preguntándote como puede ser que el fotógrafo no se diera cuenta de lo mal que quedaban. O, si se dio cuenta, por qué no me avisa antes de emitirla, para ahorrarme el sufrimiento. Por ejemplo:


Ambas pertenecientes a la incólume Mo’nique. Esta mujer decidió un buen día que ella pasaba de depilarse las piernas, porque no estaba dispuesta a semejante sacrificio por una razón meramente estética. Bien, bien. Si eso me parece genial. Pero entonces el sacrificio… ¿lo tengo que hacer yo por ella? ¿Tengo que hacer de tripas-corazón porque la vagaza esta no se pasa la gillette ni para ir a los Globos de Oro? Porque, no contenta con hacernos tragar a todos con su decisión, se arremanga el vestido y nos lo muestra a cámara. Y ahí es donde entra el fotógrafo cabrón al trapo, la retrata y me la muestra en todo su esplendor-gorilero a la hora de comer. Casi escupo los garbanzos. Prefiero mil veces al Sánchez Dragó en bolas dando de comer a su gato Soseki. Te lo juro.

La gente, ¿no piensa antes de actuar? ¿No repara en las consecuencias de sus actos?¿Es que no había ni un alma caritativa que avisara a la pobre Katy Perry que ESO se iba a malinterpretar? ¿Ni uno?


¿Tampoco nadie le dijo al enanito-chino que esto no iba a dar bien en pantalla?

¿Es que la pobre niña no tiene padres? ¿O es simplemente que son malas personas y publican esto por toda la red para hacerla más fuerte de cara al futuro?



Por no hablar de los chapuzas. Vamos a ver, buen hombre, ¿te tiras meses construyendo una fuente y no te das cuenta de que te ha salido una auténtica cagada? Y ahora, ¿en qué parque lo pones? ¿En el de la Mansión Playboy? ¿No te has parado a pensar, so canuto, que no te lo va a comprar nadie que no tenga una mente enferma?



Y ya, de los anuncios, mejor ni hablar. Hay padres que no sé dónde tienen la cabeza.
Mandan a la niña a un casting de polos de naranja.
Va la chiquilla con toda la ilusión.
Con su maillot zanahorio y su compañerita de clase…
¿Y la dejas posar así?

¿Estamos rodeados de inútiles o, por el contrario, son muy listos y lo hacen para provocarnos?

martes, 23 de marzo de 2010

¡El negocio del siglo!

Estoy pensando en montar un negociete. Le he dado muchas vueltas y he llegado a la conclusión de que con cuatro cosillas que tengo por casa, puedo montarme en el dólar fácilmente.

Tengo varias ideas. Una de ellas está basada en el rollo este de los fascículos-ridículos que pululan por los kioscos de toda España. He llegado a ver colecciones de “dedales del mundo” o de “Mariquitas Pérez en miniatura”. Siempre me he preguntado qué tipo de encanto tiene esto. Te dan una oreja de la Mariquita la primera semana, una pierna la segunda, un ojo la tercera, y así sucesivamente. Al cabo de un mes, te encuentras por tanto con: una oreja, una pierna, un ojo y, pongamos, la uña del dedo anular izquierdo de la Mariquita Pérez en miniatura (haceos cargo del tamaño de esa uña). ¿Y ahora, qué haces? ¿Sigues comprando partes del cuerpo, en plan ahora me dan un mechón de pelo, lo siguiente va a ser el riñón derecho, me juego algo??? ¿O mandas esas piecitas a la mierda y vas a la juguetería a comprarte la muñeca entera? Menudo empacho, una muñeca de golpe, con sus tobillos y sus pestañas incluidos, ya no estamos acostumbrados, ¿eh?

En fin, a lo que iba. Que he pensado montarme un negocio, al que voy a bautizar “Cortycoles de tu niñez”. Sí. Aprovechando que mi madre lo guarda todo-todito, le he escamoteado un fajo de cortycoles que tenía abandonados de cuando la EGB en un arcón de casa. Ya ves tú qué estropicio le he hecho, si la mujer ni sabía que los tenía. Pero a mí me han dado la idea-del-siglo. Voy a ir vendiendo los fascículos estos semana a semana, ya verás cómo la inversión la recupero yo en 15 días. ¿De qué inversión habla ésta?, os preguntaréis, pues bueno, he tenido que entrar a escondidas en el trastero de mi madre y ponerme las manos negras de polvo acumulado hasta dar con algo vendible, así que esfuerzo ya he hecho y mi tiempo vale dinero. He pensado que voy a imprimir en la oficina unos cartones en los que ponga “Cortycoles de tu niñez-llévatelos a casa antes de que caduquen” y, hala, a vender que son dos días. Supongo que la peña dejará de comprarlos allá por la tercera o cuarta semana. Así que tengo suficientes. Si les veo animados, me hincharé a fotocopiarlos en diversos colores y seguiré con el negocio hasta que los nostálgicos quieran. La pura ley de la oferta y la demanda, como bien sabéis.

Otra idea que me surge es la de las bolsas reciclables. A ver, todos sabemos que ahora es pecado-mortal utilizar bolsas de plástico para hacer la compra. Pero si en la bolsa aparecen las palabras “fécula de patata-reciclable”, las señoras se lanzan en chombo a por ellas, porque les han dicho sus nietos que así cuidan el planeta y tal y cual. Vale. Agarro yo todas las bolsas que tengo hechas una pelota bajo el fregadero y, con unos rotus de mi hija (lavables en agua, así que en cierto modo, también son “ecológicos”, ¿no?) escribo con letras gordotas “Estoy hecha de patatas” y le añado un emoticón sonriente. Verás qué éxito. Me pongo a venderlas en la puerta del súper y ya tengo clientela asegurada. Si encima me llevo a mi hija “de acompañante” (no de vendedora, ¿eh? Que eso ya sé que está mal visto), voy a facturar más que el Hipercor en hora punta. No me digas que esto no es una mina.

Un último negocio que se me ha ocurrido esta mañana es el de los clips-abretodo. Tengo pensada hasta la cuña publicitaria, que será algo así como: “Si MacGyver podía, no vas a ser tú menos”. El set se compondrá de un cartoncito con dicha leyenda y un clip. Es que en la oficina nos sobran y no hago mal a nadie llevándome unos cuantos puñaos. Será algo parecido a esto:



¿Buena idea, eh? ¿O no os habéis roto cientos de uñas intentando abrir una puerta con las llaves puestas-por-el-otro-lado?

¡Ostras! ¡Lo que se me acaba de ocurrir! ¿Dónde tendrá mi “santo” guardadas las radiografías de su rotura de muñeca????? ¡Qué negocio, madre, qué negocioooo!!!!!

lunes, 22 de marzo de 2010

Consultorio del Amor, ¿dígame?


No entiendo bien la escala de valores de la gente. Hay personas que a duras penas pueden hacer la compra de la semana y, sin embargo, en las horas-tontas de la noche, se gastan lo que no tienen en llamar a esos programas ridículos que te leen las cartas, la mano o los posos del té-con-leche.

El sábado debí beberme más tazas de café que todos los oficinistas de Gestenfeiser juntos y, claro, no conseguía cerrarme los ojos ni con Loctite-extra-fuerte. Así que encendí la tele para sentirme acompañada mientras trasteaba con el portátil. A eso de las 3 de la mañana, oigo una vocecilla sensual que, desde la pantalla, susurraba: “llámame, no te sientas solo, todo mi gabinete está a tu disposición para aliviarte las penas y decirte si tu vida va a dar un vuelco de 180 grados”.

La presentadora, a la sazón líder de todo un gabinete psicológico-tarotista, barajaba sin cesar un taco de cartas del tamaño de medio folio. Yo me quedaba como hipnotizada viendo pasar a la parca y al saltimbanqui de mano en mano. Pero no llamaba ni Blas.

Normal, pensaba yo, quién te va a llamar a estas horas. Algún pervertido, nada más.Pues no. De pronto, se oye un timbre telefónico y escucho esto:

- Hola. Bienvenido a nuestro consultorio del amor. ¿En qué puedo ayudarle?
- ¿Holaaa?
- Sí, dígame, en qué puedo ayudarle.
- Buenas, a ver, estoy llamando a la tele, ¿verdad?
- Sí, sí, los astros están de su parte, dígame qué le preocupa.
- Ah, pues yo llamaba para preguntar por lo de mi niña.
- Dígame, por favor, su edad y signo.
- ¿El mío? ¿Le tengo que decir mi edad?
- No, dígame si quiere el de su hija.
- Vale. La niña tiene 43 años y es… Géminis, eso.
- ¿Sabe usted el signo de su pareja?
- Ssspera… (chillando) niñaaa, 45 tiene el gilipollas, ¿no?. ¿Oiga? 45 años tiene.
- ¿Y qué es?
- Gilipollas, ya le digo.
- ¡No, de signo zodiacal!
- (se oye a “la niña” de lejos) Libraaaa
- Libra- dice su madre, como si no hubiéramos oído a la “chiquilla”.
- Bien, ahora elija usted izquierda o derecha (la tarotista ha hecho 2 montoncitos sobre la mesa con las cartas)
- Izquierda, venga.
- Bien. Las cartas me dicen que Libra quiere muchísimo a Géminis. La cuida con cariño y sólo piensa en ella. Libra tiene multitud de detalles con Géminis porque la considera la mujer de su vida y…
- ¡Pero si dice que se quiere separar de ella!!! ¿Verdad Mari…Géminis que dice que se quiere separar??? (oigo a lo lejos un sííííí-pero-no-lo-repitas-tantooo como lloroso)
- Ah, es que mire lo que me acaba de salir- insiste la de la coleta desde el televisor volteando otra carta- que está inseguro. Que se siente insatisfecho y que quiere replantearse su vida, pero que se siente culpable porque quiere mucho a su hija y lo último que desearía es hacerle daño.
- ¡Pero si tiene ya a otra!!! (Otra vez a voz en grito) ¿Verdad Maripe…Géminis que Libra ya tiene a otraaa??? Díselo tú a esta señora que a mí no me cree!!! (que síííí, coño yaaaa, dice Géminis con los mocos en caída libre a estas alturas)
- Bueno, pero mire, esta otra carta me dice que tiene muchos sentimientos por su hija y que es muy voluble. Sí, eso es, el problema es que es muy voluble.

A lo lejos oigo algo parecido a “que le den pomadaaaa”, pero no podría asegurarlo porque la señora ha debido de tapar el teléfono.

- ¿Oiga? ¿Me escucha bien? Le digo que tiene muchos sentimientos por su hija.
- ¿Sentimientos? ¡Pero si le ha dicho que no la quiere!
- Pues yo veo en estas cartas mucho amor. Si le parece, veamos ahora las de su hija. A ver…. Le veo otra persona en el horizonte…
- ¿Mi hija? ¿Que mi hija tiene otra persona? ¡Niña, ven aquí que te parto la cara! (a lo lejos, se oye un “que no, mamá, que esta señora está colocada, no le creas nadaaaa”)
- Gracias por llamar. Espero haberle sido de utilidad y que sus chakras y sus energías encuentren el camino correcto.

¿Es o no es para llorar?. Verídico, que lo he oído yo con mis orejuelas, no es que me lo hayan contado, ¿eh?. Casi me meo de la risa a las 3 de la mañana. Quién le mandaría a la señora llamar a esas horas. Y qué querría saber, me pregunto yo, si ella solita se lo decía todo. No quiero ni imaginarme el careto de Libra escuchando a su exmujer y a su exsuegra haciendo el Pimpinela a las tantas de la noche.

¿Qué tipo de gente creéis que llama a estos programas? ¿Los descerebrados? ¿Los desesperados? ¿Los tocapelotas? ¿O, simplemente, los aburridos?

domingo, 21 de marzo de 2010

Elvira super star

La estrella más rutilante de mi universo amiguil” se llama Elvira.

Elvira es… cómo definirla… el glamour en estado puro. Lo lleva en las venas. Ella no se viste, se enfunda un Gucci. Ella no se pinta, la maquillan previo pago. Ella no se peina, tiene unos bucles perfectos obra de las extensiones de pelo-natural que le sirve Ken Paves directamente a su domicilio. Ella es distinta al común de los mortales. Es única.

El problema de Elvira es que ella no se da cuenta de cómo es. Cree que todo el mundo tiene que saber qué demonios son unos peep-toes-con-plataforma-interior o unos baggy pants-al-estilo-Sienna-Miller. Y no. De eso, nada. La gente sabe (sabemos) qué marcas blancas son las que merecen la pena o si las ofertas del Carrefour tienen el precio inflado. Suficiente. Que no está la cosa para otros dispendios.

Por eso le pasa lo que le pasa. El otro día, por ejemplo, se quiso hacer la “terrenal” y entró sin dudar a un súper que han abierto en su barrio. Bueno, en su manzana, que ella no es de barrio.

Lo primero que le llamó la atención es que la mercancía la exponían directamente sobre palés de madera. Esto le chocó, porque le pareció una imprudencia. Dice que las cajas a ras de suelo estaban hechas un cromo, arrugadas, pisoteadas y con las esquinas melladas. Que no entiende cómo alguien puede comprar eso en tales condiciones. Claro, ella no lo coge ni regalado, porque hay que agacharse demasiado y el vestidito baby-doll no le da de sisa para tan ímprobos esfuerzos.

Después de mucho buscar y no encontrar lo que quería, se acercó a la chica que pululaba entre pasillos con un chaleco “horrible, de color naranja butanito que no le iba nada con su tono de piel”. Dice que ya le notó cara-arpía nada más saludarla. “Y eso que le dije “hola cariño”, ¿eh?. Pero ella me miraba como si la estuviera filmando una cámara oculta”.

La conversación fue algo parecido a esto:

- ¡Hola cariño! (ella es así, saluda con amor a cualquiera)
- Hmmm... dígame señora…
- Verás, llevo media hora buscando el carpaccio, pero no lo encuentro ni en la zona de carnicería ni en la de embutidos. ¡Ni siquiera en congelados! ¿Me podrías indicar dónde encontrarlo?
- ¿Cómo dice?
- Verás, que llevo un buen rato buscando el carpaccio y…
- Sí, sí, si ya la he oído, pero quería asegurarme…
- Ah, ¿entonces? ¿Dónde lo habéis escondidooo?
- Es que de eso no tenemos.
- El qué, ¿congelados? Pero si he visto un montón de cajones llenos de pizzas-pepperoni!!!
- No, señora. El “capacho” ese que dice…
- Nonono, me he explicado mal. Es car-pa-ccio.
- Pues eso, “capacho”.
- Que nooo, que me refiero al car-pa-ccio, ya sabes, esa carne de buey que se corta muy finita y que se puede tomar sola o en ensalada o con…
- Señora, no insista, que de eso no tenemos…
- ¿Cómo no vais a tener?? Anda, no me tomes el pelo y pregúntale a tu encargado, que seguro que él lo sabe.
- Yo soy la encargada, señora.
- ¡Pero si te he visto en la caja al entrar!
- Señora, yo soy la cajera, la encargada y la reponedora. ¿Algún problema?
- Ah… pues… no, qué va… cogeré unas chuches para mis sobrinos entonces, que de eso sí he visto…
- Pues vale.

Llegó a la caja y la del chaleco butanito, ya mosqueada, le cobró los 3,35 euros que costaban las chuches. Y, justo en ese momento, le sonó el móvil. La pobre Elvira contestaba a la vez que intentaba pagar. Pero sólo llevaba cambiados 3 euros, que eran exactamente las vueltas del Hola! que se había comprado esa mañana en el kiosco. Así que sacó su Visa platino sin pestañear y se la tendió a la cajera, que la miró como si fuese una rata muerta y le soltó aquello de “aquí no aceptamos tarjetas para compras inferiores a 30 euros”.

La parejita que esperaba detrás se empezó a poner nerviosa:

- Mecagüenlarubiaesta- decía él, cargado de yogures al muesli- no suelta el móvil y se las da de importante con la Visa.
- ¡Paga ya y calla, pesada!- soltó la “mechada” de su novia.
- (al teléfono) Mmmomentito, cielo, que me están hablando los de la cola del súper… ¿Decían algo ustedes?
- ¡Que pagues ya y te largues, so plasta, que estás montando un escándalo de aúpa!- le insiste la novia del impaciente.
- Oiga, ¿le he molestado yo a usted de alguna forma?
- Y tanto. Llevas dos horas para pagar unos palotes, ¡lenta, más que lenta!-sueltan a coro.
- ¿Lenta? Claro, es que yo no llevo chándal COMO OTROS y por eso no puedo correr…
- Cari, ¿se acaba de meter esta tipa con mi chándal???-pregunta la de las uñas rojas con brillantina.
- Es que es una malfollada, no le hagas ni caso. ¿No ves la cara de amargada que lleva?
- ¿Malfo… malfoqué???- Elvira indignada les tira los palotes a la cara- ¡Aquí no pienso volver, pandilla de fracasados!
- A que te meto…- escucha decir al energúmeno.
- Tranquilo, Jonathan, no te sulfures, que ésta no se merece ni tus dos bofetadas-remata la Jessi.
- ¡Desde luego!!!-dice Elvira ya en la puerta. ¡Doy gracias a Dios por no tener un novio maltratador que me regale chándales por mi cumpleaños! ¡Buenos días!

Llegó al bar con un sofoco terrible, diciendo que no se piensa comprar T-shirts y muñequeras sólo para ir a hacer la compra y que a ver si se habían puesto de moda los esmaltes de uñas con brillantina y ella no se había enterado… ya os digo que ella es especial. Hay que quererla tal y como es.

Le hemos dicho que ni se le ocurra volver a entrar a sitios desconocidos, porque cualquier día sale con un ojo morado. Que compre donde siempre, en el Club del Gourmet, que allí la conocen, la comprenden y le aceptan la tarjeta sin dudar. Que para qué tiene que probar nuevas experiencias, si ella no sabe salir airosa de según qué aventuras.

Y toda su preocupación era… “¿creéis que tengo cara de malfollada? ¿A ver si mi nuevo sérum-contorno de ojos al caviar-iraní no ha conseguido el efecto esperado?”

Lo que os digo: glamour en vena…

sábado, 20 de marzo de 2010

Lo que nunca falta en mi bolso


Llevo siempre un bolso tamaño XXL colgado del hombro izquierdo (no sé llevarlo en el derecho, qué quieres que te diga). Pesa cerca de tres kilos, sin exagerar, pero yo ni los noto, porque he conseguido que mi cuerpo asuma que ese hombro, el izquierdo, pesa más que el otro y tiene ya cogido el tranquillo para no descompensarme el centro de gravedad corporal.

Cada día me propongo vaciarlo un poco, es decir, hacer un “barrido” de cosas inútiles y dejar sólo lo imprescindible. Pero cuando me pongo a hacer una lista que incluya todo aquello que no puede faltar (hago listas para todo), me da la risa y abandono la misión por imposible.

Esta es mi lista de “must”:

1) La cartera: imprescindible. De tamaño gigante, porque tienen que entrar las 26 tarjetas de todo tipo que llevo, sí o sí, conmigo. No hablo de tarjetas de crédito/débito (ojalá), que esas son sólo dos, sino de las “tarjetas cliente” que todos suponéis, como la de Sephora, the body shop, toys’r’us, iberia, sanitas, imaginarium, el corte inglés, la doblecero (no sé ni para qué sirve) y un largo etcétera, por no aburriros.
2) Las llaves: las de casa, pero no sólo las de casa, sino las de la oficina, la del buzón, la del trastero, las de mi madre, la de la bodeguilla donde guardo las bicis de los niños… vamos, que voy como el sereno, dando el cante por donde paso.
3) El móvil: no sé vivir sin él, como la mayoría. Me paso el día mandando SMS y haciendo fotos, así que no es precisamente un modelo-miniatura, no. Tiene una pantallaca maja-maja, así que abulta lo suyo.
4) El cargador del móvil: porque hay días en que la batería no da de sí lo suficiente y hay que echarle un cable, nunca mejor dicho…
5) El gloss: como lo combino con la ropa, los llevo de varios colores, esto es, uno rojo, otro burdeos, otro como rosita y el sólo-transparente, por si la niña me pide que le pinte los labios…
6) La barra de labios: como el gloss me lo “como” en dos patadas, llevo la barra para aquellas ocasiones que lo merecen, como una reunión, un desayuno de trabajo, una juerga, o lo que se tercie.
7) Los guantes: donde vivo, llevar los guantes “por si acaso” 9 meses al año es innegociable. Por no mencionar que, a veces, meto incluso la bufanda y la boina de fieltro, pero eso “sólo” pasa unos 6 meses al año, tampoco voy a exagerar…
8) La agendita: una chiquitita con boli incorporado, donde apunto lo que me viene a la cabeza o las cosas que debo hacer y que, después, transcribo en la grande que tengo en la oficina.
9) El tabaco y el mechero: soy una viciosa y cargo con las consecuencias. Como soy un poco obsesiva, tengo que llevar 3 paquetes, por si alguien me pide y me quedo “sin”. Aunque no fumo más de un paquete al día, ¿eh? Que quede clarinete
10) Los kleenex: teniendo hijos, este artículo ni se comenta. Es necesario y punto. Salvo que quieras llevar al niño con las velas colgando o la cara manchada de nocilla, claro.
11) Las gafas de sol: tengo los ojos claros y me molesta el resolillo de mi ciudad. No es que el sol salga muchas veces al año por estos lares, pero cuando lo hace, siempre es a traición. Por eso voy bien “cubierta” en este sentido.
12) Una novelita: para esos momentos tontos en los que no sabes qué hacer, aunque cada vez son menos…
13) El set de aseo: que incluye una lima, unas horquillas, un par de gomas de pelo, un mini-cepillo-de-dientes y una mini-pasta-de-dientes. No soy de cremas, así que esa parte me la ahorro. Sería la bomba si tengo que meter también la hidratante, el contorno de ojos, el sérum o la anticelulítica.
14) La bolsa ecológica plegable del Carrefour: la que nos han colao con lo del medio ambiente… como me niego a pagar una bolsa de plástico-malo cada vez que tengo que entrar a comprar algo al súper que hay junto a mi oficina, me llevo puesta la bolsita de marras. Así, cuando la cajera me pregunta: ¿quiere una bolsa?, yo la miro con desgana y le contesto: no, gracias, que yo tengo la mía-propia (como si las regalaran, no te digo!). De esto hablaré otro día, que hoy estoy de buen humor.
15) Un cuadernillo de Sudokus: soy fan-total del crucigrama numérico este. Me encanta. Me puedes encontrar en cualquier esquina, con la lengua sacada, esforzándome a tope con los cálculos mentales. Otro vicio que tengo.
16) Caramelillos y chicles sin azúcar: sobre todo en épocas de dieta estricta (casi todo el año). Cuando me aprieta el gusanillo, chicle al canto. Aunque me da que me provocan más hambre, fíjate…
17) El pen drive: no salgo de casa sin él. Cualquier documento, foto, lista de la compra, lo que sea que me interese, allí que va. Es como un anexo a mi memoria.

No entiendo cómo los hombres pueden ir sin bolso. Mi “santo” lo mete todo en el plastiquillo ese que te dan con la tarjeta de El Corte Inglés. Va con los brazos-caídos y tan contento. Y, claro, cada vez que le digo aquello de “sujétame el bolso mientras me abrocho el abrigo” me salta con lo de…” pero ¿qué llevas aquí??? ¡Si pesa más que una vaca en brazos!!!”. Típico.

Cuando veo a esos hombres con sus mariconeras, les miro con comprensión, no como esas malas-pécoras que les critican porque lo consideran un hábito de “blanditos”. Yo me solidarizo con ellos, porque hay cosas que tienen que ir contigo donde quiera que tú vayas.

Odio tener que vestirme de fiesta y “hacer que llevo bolso”, cuando lo que te pones en la mano es una ridiculez en la que no cabe ni el mechero. Ese invento es de un tío, me juego algo. Y vosotras, ¿estáis tan perdidas como yo con la moda de los mini-bolsos?

viernes, 19 de marzo de 2010

Incapaz de decidir...

Ya empiezo a pensar en las vacaciones de verano. Cuando el frío y la nieve me dejan tal grado de aturdimiento cerebral que necesito evadirme, me pongo a pensar en cocoteros y playas desérticas y me emociono toda yo. Y es que éste está siendo uno de los inviernos más largos de mi vida. Necesito pensar en el calorcito y los rebujitos.

He entrado disimuladamente a la agencia de viajes de la esquina (sí, ya, disimuladamente, como si entrara gente a cascoporro en los tiempos que corren, no veas cómo me han mirado, como la “loca” que viene a contratar un viaje) y he afanado un par de catálogos. Sólo dos. Que tampoco es cuestión de fardar ante el personal…

Al principio, me tiraba más el rollo infantil y juvenil, así que he empezado a mirar los viajes a Disneyland París, por los niños más que nada. Pero, al poco de empezar a leer, me ha venido a la cabeza una noticia de hace meses. No sé si la recordaréis. Decía algo así como que “Disney condena una orgía ratonil en su parque de París”. Uyyy, me he dicho a mí misma, como mis niños se encuentren en mitad del parque a las ardillas Chip y Chop montándoselo con Goofy, o a Peter Pan dándole por-donde-te-digo a Winnie the Pooh, creo que los habré desgraciado de por vida. Quita, quita. No quiero eso sobre mi conciencia. Descartado.

Entonces, me he lanzado al tema cruceros, porque me han parecido baratitos. Pero al poco rato, en la tele, he visto a un grupillo de personas, confiadas ellas, arrolladas por una ola gigante mientras comían tranquilamente en el buffet-todo-incluido de un trasatlántico y se me han puesto los pelos como escarpias. Con razón les han puesto este precio en el catálogo. Nada, nada. Uno menos. A ver qué se te ocurre, aguililla.

Bien. Algo habrá. Sólo hay que buscar concienzudamente entre las páginas del folleto. Veamos. Haiti, descartado. Chile, descartado. ¿Nos vamos a Estados Unidos? Pues tampoco, que no me apetece un bledo tener que pasar por el escáner ese que te deja en bolas ante el funcionario de turno. Eso, quizás, después de un régimen bestial y una mini-lipo, pero, hoy por hoy, no. Descartado también. ¿A que acabamos en Las Canarias, pa variar? A ver, tranquila, que tiene que haber algo…

Ha de ser un destino apto para chavales. Vamos, que no me los veo comiendo dátiles en Túnez ni cuscús en Argelia. Que no sea muy caro… Japón, descartado. Qué coño, todo Asia y Oceanía descartados. ¿Qué me queda? Hmmm… ¿viajecito en coche por Francia? No, no, que me toca conducir a mí y las vacaciones se me convierten en trabajo-a-destajo. Ni hablar. ¿Italia? Pues tampoco, porque cada vez que pongo un pie en Italia cojo un mínimo de 4 kilos sólo por respirar. Hay palabras que no puedo pronunciar, porque el mero hecho de verbalizarlas me provoca un subidón-basculero de no te menees. Una de ellas es “Italia”. La otra es “Navidad”. Descartado.

Bueno, ya tenemos claro lo que no queremos. A veces, se llega al destino por los vericuetos más insospechados. No hay que desesperar.

¿Burundi? ¿Chernobil? ¿Mogadiscio? ¿Es que no soy capaz de encontrar un sitio confiable? Esto se me está yendo de las manos. Creo que mejor lo dejo para otro día que esté más inspirada.

Vuelvo a la cruda realidad. Me pongo los guantes, la bufanda, cojo el paraguas y borro al momento de mi cabeza los cocoteros y los rebujitos.

¡Qué pereza! Si, en el fondo, a mí la playa no me gusta, para qué me complico.
Es el consuelo de los indecisos…

jueves, 18 de marzo de 2010

Abuelitas suicidas

Menudo susto me he llevado esta tarde. Estábamos un grupillo de peatones esperando cívicamente en el semáforo cuando, de pronto y como salida de la nada, una abuelilla se ha puesto a trazar la diagonal perfecta de dos calles perpendiculares. Lo que los de ciencias llamáis “la hipotenusa”, vaya.

Se ha hecho un silencio absoluto. Todos mirábamos extasiados, como si fuera el mismísimo Neox sorteado las balas en The Matrix. En ese momento, la abuela (que iba a su ritmo, comprenderéis) ha parado sobre una alcantarilla que hay en la mitad del recorrido, es decir, en la confluencia de los cuatro tramos de carretera. Sí, sí, ¡se ha parado en seco! Como quien grita "casa" en el juego de La Oca. Y, allí mismo, ha esperado.

Entonces, todos hemos girado los ojos hacia una furgoneta verde que venía a toda leche contra ella. La abuela, no sé cómo, se ha percatado a tiempo que el impacto le venía por la izquierda y ha optado por un quiebro-caderil en sentido opuesto que le ha hecho librar el espejo retrovisor por escasos 3 milímetros.

Como es lógico, se ha llevado una pitada monumental, pero, a la vez, todos los peatones, que permanecíamos paralizados en el bordillo, hemos empezado a vitorearle y a hacerle la ola. Ella se ha venido arriba y, cachava al aire, ha vociferado aquello de "gamberroooo", como si fuera un soldado japonés gritando banzaaaiii.

Como os lo cuento. De no creer. Es que, si me pinchan en ese momento, de verdad que no sangro. Ha sido un chutazo de adrenalina increíble. Ahí estaba yo, con mis endorfinas a flor de piel, esperando a ver cómo salía de aquella la abuelita.

Detrás de la furgoneta venía un motorista que, descolocado por la situación y sin capacidad alguna de reacción, se ha comido, literalmente, el macetero-tamaño-abrevadero que puso el Ayuntamiento pegadito al bordillo para evitar que la gente (justamente) cruzara en diagonal. No veas cómo tenía la moto: llenita de geranios y siemprevivas. Pobrecito mío. Pa mí que estaba en shock, porque le hemos levantado entre varios y sólo preguntaba "dónde está la vieja, dónde está la viejaaa". Nosotros le decíamos que se tranquilizara, que la abuela estaba bien, que no sufriera por ella. Pero cuando ha recuperado el color, nos ha aclarado su preocupación: "dónde está la vieja... que la matoooo", chillaba como un esquizofrénico cualquiera. Han tenido que reducirle entre cuatro para minimizar posibles desgracias.

La abuela le miraba indignada, porque ella insistía en que aquello era un paso de cebra desde los tiempos de Maricastaña y que ella no tenía la culpa de que los jóvenes no conocieran las normas cívicas más básicas. La señora haciendo amigos... Total, que el chaval se ha largado arrastrando la moto arañada como ha podido y la abuelita ha continuado por la acera bicolor, pisando sobre los baldosines amarillos y evitando los grises, canturreando aquello de "Vamos a ver al Mago, al mágico Mago de Ooooozzz"...


miércoles, 17 de marzo de 2010

Hay gente que me pone mala


Las continuas declaraciones de Heidi Klum sobre su marido y su relación de pareja me enervan como pocas cosas consiguen hacerlo.

Yo, que me tengo por buena persona, no entiendo el rencor que me brota al leer las palabras de la tiparraca esta. Dice textualmente: “me encanta desfilar desnuda en casa para mi marido. Me pongo las joyas que me regala, es muy divertido. Adoro posar para él con joyas caras y piedras preciosas”.

Vamos a ver, ignorante de la vida, ¿te he preguntado yo algo? ¿Me has visto cara de interés? ¿Por qué no te metes un calcetín en la boca, que eso sí que sería divertido?

Hay gente que no sabe estarse calladita. Para soltar memeces, mejor quédate en silencio, que estás más mona, guapita-de-cara. ¿Sabéis aquello de “la Revelación de Sturgeon”, según la cual, el 90% de todo lo que se dice, hace o publica es mierda??? Pues eso.

Es tal mi animadversión que, cada vez que veo su jeta en una revista, paso la página rapidito para no leer ni una coma de sus palabras. Es que ya me he encontrado cada cosa... Tipo:

- “Mi marido es el hombre más romántico del mundo. Cuando le vi por primera vez, salía del gimnasio con unos pantalones de ciclista y me fijé EN TODO”. Ya. Viva el romanticismo entonces, ¿no?. Y, no contenta, añade:
- “La gente siempre me pregunta cómo me mantengo en forma. Yo les digo que la verdad es que tengo en casa un hombre caliente esperándome. No quiero ser una bolsa flácida”. No te digo dónde te ponía yo la bolsa flácida, salada.
- “Todos hacen un drama preguntándose cómo puede una mujer recuperar el peso en cuanto da a luz. Pero si no te quedas sentada en el sofá, seguro que volverás a tu peso anterior”. A guantazos te levantaba yo del sofá. Lista, que eres una lista.

El día de San Valentín nos contó a todos la sorpresa que le estaba preparando a su marido: una caja llena de confetti, corazones, chocolate y ropa interior. Pues qué ilusión. También nos relató que “sacamos tiempo de donde sea para mantener relaciones sexuales. Simplemente, nos decimos: venga, a las 2 en el ático o a las 6 en el armario de delante”. Por qué la sacarán después del armario, me pregunto yo.

Todavía recuerdo cuando se vistió de la Diosa hindú Kali, con sus múltiples brazos y todo, porque “me pareció muy cool cuando mi asistente la buscó en Internet, tan malvada, con tantas muertes a sus espaldas, con esas cabezas colgando de su cintura…” Qué entretenida eres, Heidi. Seguro que a los indios les ha encantado tu versión de su diosa. ¡Guapa, más que guapa!


martes, 16 de marzo de 2010

Corazón partío

A mi amiga Carlota la ha dejado el novio. Yo la siento en el sofá, la rodeo de kleenex y le pongo el cafelito con leche (soy así, no puedo pensar si no es con un café delante) y me dispongo a escucharla atentamente, mientras le pongo el sobre de azúcar y el de sacarina pegaditos a la taza. Que elija ella, que no quiero que llore más de la cuenta porque sólo le he puesto la sacarina, que está muy susceptible.

En estos casos, siempre preguntamos la razón del abandono. Como si nos importara. ¿Acaso le pregunté al inicio de la relación por qué empezaban? Entonces, ¿por qué le pregunto por qué la acaban? Incomprensible, pero así es. Así somos.

En fin, esa maldita pregunta sólo lleva a excusas peregrinas, tales como “porque dice que me huelen los pies” o “porque se me ha escapado un pedito practicando sexo oral”… pamplinas. Te ha dejado porque no te quiere, porque se ha aburrido o porque tiene otra en la recámara. O por las tres a la vez, cosa harto habitual. Es simple. No lo hagas más difícil ni le creas las explicaciones. Asume lo que hay y pasa página.

Pero no. Nosotras no pasamos página tan fácilmente como ellos. Y menos cuando el calzonazos de turno te cuenta la milonga esa de “es que me tengo que encontrar a mí mismo”. ¡Venga yaaa!!! ¡Cómprate un plano y una brújula y vuélvete a perder, desgraciado!

O te suelta que “últimamente nos estábamos alejando”. Ya. ¿Quién dices que se alejaba de quién? Porque yo estaba aquí, paradita, sin mover un dedo. A ver si el que corría como un gamo eras tú, so listo, que no te he visto correr en 4 años de relación y, de pronto, te has comprado unas Nike y has dicho “pies para qué os quiero”.

A mi prima Maruja, un “generoso” le dijo una vez que “ella se merecía alguien mejor”. Es genial cuando el susodicho te quiere tanto que sólo te desea lo mejor. Qué detalle.

- Es de agradecer, ¿no crees?- me preguntaba la tonta de Maruja.
- Síííííí, es que él se sentía un mierda y concluyó que una pedazo-de-tía como tú no podía perder el tiempo con un pringao como él… ¡¡¡fijo!!!- ironizaba yo.
- ¡Pero si me dijo que estaba seguro de que se acabaría arrepintiendo de la decisión, pero que era lo mejor para mí! – insistía Maruja.

A ver, cuando un tío está cómodo, no te deja así porque sí. ¡Es que ni aunque te cargues su colección de Ferraris en miniatura! Un tío con el sexo asegurado y la fase de carantoñas-melosas superada, sólo te deja porque ya tiene otra esperando. No le busquemos tres pies al gato. Él te lo negará mil veces, pero verás la de llamadas de supuestos amigos que recibes a la semana escasa, contándote que le han visto con fulanita o menganita haciéndose arrumacos, ya lo verás, ya…

Vuelvo con Carlota, que me pierdo.
Resulta que su ex le ha dicho que “es todo tan perfecto que me asusta”.
Tócate un pie. Esto sí que no lo había oído yo nunca. Al menos, el chaval ha sido original.
Analicemos palabra por palabra:

- Todo es perfecto. Pues bien, ¿no? ¿Sería mejor que todo fuera un caos, un despropósito, una cagada? No, ¿verdad que no? Esto me lleva a lo siguiente: ¿A qué se refiere con “perfecto”?
- Perfecto en plan…“uyyyy, qué bien, si me has ordenado los calcetines por colores!” o en plan …”cariño, qué bien, ya tenemos la hipoteca pagada. perfecto. tenemos el coche a falta de una letra. perfecto. sólo nos faltan los niños. p-e-r-f-e-c-t-o?????!!!!!?????
- La perfección me asusta. Bueno, vale, te asusta, que puede pasar, no digo yo que no, pero si lo hablamos, quizá le pierdas el miedo a lo que sea que te asuste, ¿no? Que a mí me dan pánico las cucarachas y cuando hay que pisarlas bien que te subes a una silla para que yo supere el trauma.

Vaya, que la excusa no era tan original como pudiera parecer en un principio.
Carlota no sabe bien cómo interpretarlo. Ella estaba tan tranquila, poniéndole la comida al gato, cuando su ex ha entrado por la puerta con el bombazo. Se ha quedado tan bloqueada, que ahora no se acuerda si le ha dado alpiste al gato y whiskas gourmet al canario.

- ¿Lo ves?- me dice- ¿ves cómo no soy perfecta?
- A ver, Carlota, que él no hablaba de ti. Que hablaba de vuestra relación.
- ¡Pero si no era perfecta ni de lejos! ¡Si todavía tenía sin ordenarle los zapatos por temporada!

A ver si el chaval va a tener razón por una vez en la vida…

lunes, 15 de marzo de 2010

Señales equívocas

Cuando uno está aprendiendo a conducir, se llega a creer que todo el tema de la circulación está controladísimo. Que no hay escape. Que es imposible que se den situaciones no contempladas en el manual. Todo está reglado, descrito y resuelto en los exámenes tipo-test, que para eso tienes que hacerte 5.000 para poder llegar siquiera a presentarte al examen teórico.

Es entonces cuando te sientas ante el examinador y descubres que de eso, nada. Hay mil preguntas que no tienen solución en tus papeles. O no las han puesto adrede para pencar a más gente o, casualidades de la vida, te ha tocado a ti el profesor mandanga que no consideró esa pregunta importante. En ese momento, tus circuitos cerebrales empiezan a echar humo calculando lo que realmente te va a salir el dichoso carnet de conducir. Y ya no das pie con bola. El test, que en clase te salía redondo, se convierte en algo parecido a escalar un ochomil. Y vuelves a casa, con el rabo entre las piernas, y tu madre cabreada porque “con la de zotes que hay al volante, me ha tocado a mí la vaga confiada”.

Bien. Supongamos ahora que han pasado los meses y, finalmente, te han dado el aprobado. Que tiene guasa. Uno catea y catea solito. Pero si uno aprueba, le dan el aprobado. En fin. Sales a la carretera, con más miedo que vergüenza, gracias al utilitario de tu madre, que lleva aparcado 25 años (incomprensible, pa qué lo querrá) y no ha pasado ni la ITV desde los ochenta. Con tu L de LERDO bien clarita en el cristal trasero, para que nadie se lleve a confusión. Menos mal que siempre he sido de autoestima alta, que si no, me hunden en la miseria con una puta letrita. Sales del garaje con dificultad (hago un llamamiento para que pongan los garajes en las azoteas, que ya está bien de tanta columna homicida) y, venga, a circular se ha dicho.

En la primera curva, te topas con esto:



Vale, repasa los apuntes. ¿Prohibido… circular de pie sobre una motocicleta vestido de samurai, especialmente si vas armado con una catana? ¿Prohibido atropellar trovadores? ¿Prohibido bailar una sardana sobre el asfalto en hora punta? ¿Qué coño es esto? ¿Una gymkana?

A ver, no te pongas nerviosa. Sigue, que hay que echar gasolina porque tienes el depósito temblando. No te entretengas.

Llegas a “tu primera gasolinera” y, en la pared, pegadito al surtidor, ves este cartel:

¿Se recomienda a los paralíticos que reposten en el surtidor del operario simpático, lo reconocerán porque lleva sombrero y saluda con él? Por mis muertos que esto no salía en los tests. ¡Os lo juro! Bien, pues me cambio de surtidor, que no quiero que me venga a echar la bronca el del bombín por no llevar silla de ruedas.

Con el depósito lleno, decido entrar al servicio de la gasolinera, porque con los nervios se me ha soltado la vejiguilla. Veo esto en la puerta:

¿Prohibido plantar un pino? ¿Revise que no haya un pingüino escondiéndose de una foca bajo su coche, no lo vaya a atropellar a lo loco al irse? ¿Prohibido mear de pie, hágalo sentado que salpica menos? ¿Estamos locos? Pero… ¿cómo no me fijé en estas señales cuando no era conductora? ¿Han estado siempre ahí?

Ya en carretera, me topo con esto:


Que debe ser algo así como “cuidado no le vaya a caer encima un aeroplano descontrolado o una vaca suicida”. Ya. Es algo habitual. Me encantaría conocer la estadística. No quepo en mí de asombro. Como pille al profe de la autoescuela por la calle, le meto dos collejas que se marcha llorando a casa. Hace falta ser cabrón. Que no es importante la pregunta, me dice… ¿no va a ser importante? ¡Que le caiga a tu madre una vaca borracha en la cabeza y a ver si le das importancia, so capullo! Sigo que me enervo.


Vamos hombre, no me jodas… ¿que también hay que tener cuidado con los alces asesinos que atacan a los coches como si fueran una vaquilla en un tentadero? ¿En qué mundo vivimos? ¿Los alces no eran como bonachones? ¿O será más bien el marido de la vaca suicida que, cegado por su dolor, ha atacado al coche que ha pillado a su señora? Y ¿cómo explicas esto al llegar a casa? “Verás, cariño, yo estoy bien, pero al fiat-tipo se le ha despeñado encima una vaca despendolada y su marido el alce ha venido a vengarse con tal ímpetu que no ha quedado en pie ni el limpia-parabrisas”… me veo a mi “santo” preguntándome si me he vuelto a tragar los capítulos de “La aldea del Arce” con los niños...Es que me siento más perdida que la Esteban en el barrio-Salamanca, de verdad te lo digo…

No me extraña nada que la gente se pitorree de esto por internet…


Agotada, llamo a una amiga y quedo a tomar una tila, a ver si se me pasa la congoja. Tengo que aparcar el utilitario, pero no hay sitio en ningún lado. Hay señales de "prohibido aparcar" en todas las esquinas. Pero yo, que me he empollado bien todititas las normas, he descubierto una trampa totalmente legal que me arregla la papeleta. A ver quién es el guapo que me pone una multa, que le mando a clase de mi profe pa que le repase ese capítulo del código. Lista que es una…

domingo, 14 de marzo de 2010

¡Esto sólo pasa en Internet!

Imaginaos esta situación:

Te has puesto a ahorrar como una loca y el dinerillo te ha dado para pagarte un viaje a China. Te pones el mundo por montera y tiras hacia Beijing (Pekín de toda-la-vida-de-Dios) con la sonrisilla en la cara, pensando en la de boles de tallarines y bolitas de dim-sum que te vas a beneficiar. Llegas allí y, el primer día, sin perder tiempo, saltas a la calle, cámara al pescuezo, a ver lo que te encuentras.

De pronto, sin avisar, aparece ante tus ojos de guiri este menda:



Y ahora os hago el test. Tú, conociéndote mejor que nadie, ¿qué harías?:

a) Echar a correr, intentando alcanzar la acera opuesta porque el tío me está dejando las pituitarias irritadas a kilómetros.
b) Echarle una foto, porque gente underground, en esta zona de la ciudad, es lo que yo entiendo por “tipismo pekinés”.
c) Saltar al cuello del maromo y robarle el porro, que me noto como estresada y así me relajo un poco.
d) Darle mi móvil, invitarle a una ducha en mi hotel y… lo que surja, sin compromiso…

Bien. Según lo que contestéis, así os irá.

Resumiendo:

- Si eres más bien del tipo “a” (me incluyo), eres una perdedora en toda regla. Tienes prejuicios a montones y te estás perdiendo lo mejor de esta vida, según me cuentan…
- Si eres del tipo “c”, tiendes a vivir en una nube. Para ti, el mundo es un lugar de colores que gira y gira sin saber muy bien dónde te llevará.
- Si eres del tipo “d”, todos sabemos cómo te llaman a tus espaldas. Digamos que lo de “moral distraída” o “perdida-de-la-vida” es lo más suave.
- Si eres del tipo “b”, eres una ganadora en potencia. Es lo que hizo nuestra protagonista.

Decidió que el tío este era un cañón y que la foto bien merecía un post en su blog. Lo colgó en múltiples sitios de Internet, con títulos sugerentes (“el vagabundo sexy”) y montajes fotográficos de este pelo:



Y qué ha ocurrido? Pues que el tío fue reconocido por la familia a la que abandonó hace 11 años y ha vuelto al redil. Sí, el caso es que el hombre salió un día de casa en busca del “canuto perdido” y nunca volvió, dejando a su mujer y a sus dos niños abandonados a su suerte.

Supongo que la mujer, al verlo vestido de Dior, posando al más puro estilo Jude-Law-antes del lío con la niñera lujuriosa, ha decidido darle una segunda oportunidad.

Las hay tontas, muy tontas y luego está la china esta…

En breve, aparecerá la película, me apuesto algo. Podrían titularla “De vagabundo a sex-symbol sin pasar por rehabilitación”. O “Fúmate esa”, si el productor es el de “Dos colgaos muy fumaos”. Os iré informando.

sábado, 13 de marzo de 2010

El cumpleaños infantil...

Hoy mi niño cumplía 5 añazos. “¡Toda la mano, mamá!”- como dice él.

Había que organizarle una festolina, porque la ocasión lo merecía y, aprovechando que caía en sábado, he podido dedicar la mañana a comprar y preparar todo aquello que no puede faltar en una fiesta infantil, a saber, tortillas de patata, sándwiches de nocilla y chorizo-cantimpalo, chuches, tarta y piñata. Es el pack básico, como toda buena madre que se precie sabe de rechupete.

Bien, pues me he levantado con el tiempo suficiente para llevar todo esto a cabo, cuando mi hija, generosa y dispuesta como pocas, me ha insistido en que “yo te ayudo mamá, que verás qué rápido lo hacemos entre las dos”. Vale. La niña quiere sentirse útil, pues vamos a darle gusto, que en el cole no hacen más que hablarme de eso del “tiempo de calidad, ya que no podemos darle cantidad” y se deben referir a este tipo de situaciones, digo yo… y hemos empezado por las tortillas de patata. Yo pelaba las patatas y ella batía los huevos, que tampoco es plan de empezar un cumpleaños en urgencias, he pensado yo para mis adentros

En esas estábamos, pelando, cortando, batiendo, cuando mi hija me empieza a contar hasta 500, porque oye, lo tiene dominao, y “si no me crees, mami, verás cómo te lo demuestro”. Yo, “que sí, hija, si seguro que sabes hasta 1000”. “No, mamá, te he dicho 500 y no me líes que me confundo”, insistía ella. La menda seguía pelando pacientemente, cuando ella, contando con los dedos a la vez que batía las yemas, va y… zas, empujón al bol que te arreo. Todos los huevos desparramaos por la madera de la cocina (lo sé, el alma-pensante que me puso madera en el suelo de la cocina es un mal amigo, pero lo bonito que queda, con sus vetas, sus lamparones de aceite, sus pegotes de mermelada…). ¿Y ahora qué? Pues a encargar las tortillas, que no tengo tiempo de salir a comprar y volver a casa a prepararlas, que me van a llegar los niños y a ver qué les llevo yo a la boca.

Limpia todo, viste a la niña (que seguía insistiendo en lo de minimizar esfuerzos si nos uníamos en las tareas combinadas), vístete tú, engaña al cumpleañero con aquello de “me llevo a tu hermana a Misa” (siempre funciona) y sal volando a por lo que te falta. Es decir, todo.

He encargado las tortillas y la tarta, con sus velitas de dinosaurio y todo, en tiempo récord. He entrado al súper, he comprado los embutidos y medias noches a la vez que arrancaba de las garras de mi hija la colonia de Tarta de Fresa y 3 huevos Kinder. No veas cómo nos miraba el segurata. Ya me estaba imaginando a mi niña, tan fina ella, esposada camino del calabozo. Y yo insistiendo: “nenaaa, seguro que no te queda nada en los bolsillos, verdad?? Mira que este señor se puede enfadar mucho si pitas al salir, eh???”. El calvo, que no nos quitaba ojo, daba vueltas alrededor como un buitre con bulimia esperando pegarse el atracón. Bueno, salvada la papeleta, hemos tirado para la juguetería donde siempre, pero siempre ¿eh?, tienen piñatas. Pues hoy no. Se habían terminado, mira por dónde. Ha debido haber una convención de chipirifláuticos cumpleañeros en mi ciudad y se han agotado. Y, como siempre pasa, te sueltan lo de “justo esa señora se acaba de llevar la última”. Qué casualidad. Que siempre me toque a mí la japuta que arrampla con todo. La he mirado con mi peor cara, ella ha puesto los ojos bizcos como si no me viera y yo le he gritado a la niña, bien alto y claro para que todos lo oyeran: “vámonos, cariño, que sé de un sitio donde las tienen mucho más bonitas y mucho más baratas”. A la juguetería ya no vuelvo, claro. Soy persona non grata a todos los efectos. Pero me he quedado muy a gusto.

Hemos ido al otro sitio, donde me han sableado 35 euros por una piñata de papel-pinocho (de llorar) y, de ahí, al kiosko de Maruchi, que tiene chuches de todos los colores y nunca me falla con las piruletas a granel. Cerrado por defunción. ¿Pero quién se le ha podido morir a Maruchi, si no ha cerrado el kiosko jamás-de-los-jamases en los 36 años que hace que la conozco? ¿Esto es un complot? ¿Se han aliado los planetas y las estrellas enanas contra mí? Pues nada, tira pa la pastelería que algo tendrán.

La piñata va a estar rellena de bombones-licor, chuchitos-borrachos y magdalenas al kirsch. Verás la que se monta cuando las madres recojan a los niños y los vean con los ojillos perdidos… yo no quiero saber nada. El niño quiere piñata y va a tener piñata. Por mis muelas.

De ahí, a recoger las tortillas y la tarta y vuelta al hogar, a colocar todo, inflar los globos y esperar a los amiguitos. El resto de la tarde ha transcurrido sin mayores incidencias. Sólo me han roto 3 sillas y la puerta de la secadora. No está tan mal. El año pasado fue mucho peor. Tuvimos que llamar a los bomberos porque Luisito se había quedado atascado en la máquina de hielos y no había quién lo sacara. Cada vez que alguien pedía una limonada, teníamos que apartar al niño como podíamos porque los hielos le caían sobre los ojos y no paraba de llorar. Su madre no le echó cuentas porque Luisito es un niño conflictivo y la terapia consiste en “no hacerle caso durante un rato hasta que se le pase”, palabras textuales. Así que el niño echó la tarde poniéndonos los cubitos en el vaso con la lengua sin mayor dificultad. La fiesta se le debió de hacer larga al pobre, porque este año no ha venido. Una suerte. Se me llega a atascar otra vez, cargadito de bizcochos borrachos, y no quiero ni pensar en las consecuencias…

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