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jueves, 30 de diciembre de 2010

Que no me falte...


- Un beso a destiempo

- Una caricia a traición

- Un abrazo desmedido

- Una sonrisa entre lágrimas

- Tus mimos en mi espalda

- Carcajadas que se rompen

- Sorpresas, las justas (y sólo si son buenas)

- Gritos de júbilo

- Dibujos de mil colores por las paredes

- Viajes para todos los públicos

- Escapadas románticas

- Regalos hechos a mano

- Coca-cola con tres hielos

- Helado de caramelo

- Humor que se contagie

- Debates con mis amigos

- Compartir con los que quiero

- Voces a coro

- Música sensiblona

- El café de las mañanas

- Un Donuts a escondidas

- Finales felices…


¡FELIZ 2011 PARA TODOS!



viernes, 24 de diciembre de 2010

Que esta noche es Nochebuena y mañana Dios dirá...



24 de Diciembre de 2009, en alguna ciudad “del Norte”…

Mi tío al cante, con la lengua gruesa, el gesto torcido, el ojillo piripi y la voz de cazallero:

Que esta noche es Nochebuena
Y no es noche de dormir
Que está la Virgen de parto
Y a las doce ha de parir

Ande ande ande
La marimorena
Ande ande ande
Hoy la agarro buena…

Le acompaña mi tía al triángulo, con su vocecilla engolada y el espumillón al cuello:

En el portal de Belén
Hay un tío cachirulo
Que tiene las uñas negras
De tanto rascarse el culo

Ande ande ande
La marimorena
Ande ande ande
Vaya posaderas…


Mis primos les siguen el rollo, en coro de voces blancas, porque debe de ser un villancico “casero” (por llamarlo de alguna manera), que aprendieron en su más tierna infancia:

En el portal de Belén
Hay un marrano colgado
El que quiera longaniza
Que vaya y le corte el rabo

Ande ande ande
La marimorena
Ande ande ande
Ande vas Manuela…

El resto de la familia, viendo los ojillos desorbitados de la chavalería, intenta cambiar de repertorio, porque algún niño ha roto a llorar alegando que la seño, en el cole, no se la ha enseñado así.

Pero es inútil…

Mis tíos están lanzados. De hecho, están convencidos de hacernos un favor versionando los villancicos de toda la vida, porque (dicen) así no puede irrumpir la SGAE en mitad del salón de casa de mi abuela.

Si lo piensas bien, razón no les falta…
Así que hemos optado por darles carta blanca:

(Mi tío)
Hacia Belén va una burra rin rin
Yo me remendaba yo me remendé
Yo me churro entero
Me lo paso bieeennnn…


(Mi tía)
Rompopompón
Rompopompóóóón

(Él)

Pero mira cómo beben los peces, los jodíos
Pero mira cómo beben, que me acaban el vino…

(Ella)
Beben y beben y vuelven a beber
Los peces, tós bebíos, no paran de sorber…

Fue un año memorable.
Y estas Navidades se presentan mejores todavía. Porque mi primo se viene con la novia y, según nos cuentan, “esa sí que sabe de villancicos, que es de Cádiz y allí todo el mundo los versiona en plan chirigota”…

Estoy temblando, porque mi abuelo tiene sonotone nuevo y ahora te capta hasta los agudos ultrasónicos. Como le ponga una cruz a la chavala, le va a costar Dios y ayuda recuperar la reputación malograda.

Yo, por aquello de evadirme, pienso dar con todos los polvorones. Y los pasaré con vino, como hacía San José (que no era listo ni nada):

Que esta noche es Nochebuena y mañana Navidad,
Saca la bota María que me voy a emborrachar…



Ahí, ahí, con toda la premeditación, Pepiño, di que sí...
Y que el suegro reparta suerte, ¿eh?

¡FELICES FIESTAS Y NOS VEMOS A PARTIR DEL 10 DE ENERO!


miércoles, 22 de diciembre de 2010

El que espera desespera...

Odio las musiquitas de espera.
No puedo con ellas.

Desconozco qué tipo de mente enferma es la que pergeña el plan brillante que consiste en torturarte escuchando al teléfono una música zulú con tambores de la sabana de fondo, mientras un coro de masais te canta ua uuuu uaaaaa uuuuu a tres voces cacofónicas enervantes.

Hay que ser mala persona y tener un gusto musical peor que el del mismísimo Camilo Sesto. Si yo sólo quería pillar hora en el dentista, por favor… Pues nada, oye, otro año más sin hacerme la revisión y que sea lo que Dios quiera, pero yo no me trago los cinco minutos de repertorio ni borracha, eso lo tengo clarinete

Y quien habla de las melodías al teléfono, habla de las que suenan en las oficinas y salas de espera de cualquier pelaje. Que hay cada una…

Oye, por cierto, una duda que siempre he tenido: ¿Por qué esa querencia a pinchar Kenny G en los ascensores? Es que no falla. El elevador del notario al que suelo acudir por trabajo tiene siempre enchufado el sonido del saxofón empalagoso del Kenny este… bueno, que digo yo que será Kenny, porque como no conozco a nadie más que se gane la vida tocando ese instrumento tan soporífero… Me pasa como con María Jesús (la del acordeón, como su propio sobrenombre indica), que me da la sensación de ser la única persona con autoridad para tocar los pajaritos al acordeón (valga la redundancia) sin que le partan la cara.

O como cuando oyes un piano interpretando una balada de Scorpions (por poner). Que todo el mundo salta: ¡anda, ese es Richard Clayderman!, ¿verdad?

Y te habrás quedado calvo…

¿Pues quién iba a ser, alma de cantarus? ¿Acaso conoces a algún otro con la valentía suficiente para perpetrar semejante crimen musical?
Bueno, sí, ya sé: Ramoncín arrancándose por Nirvana… que ya hay que tener cuajo… (Dios de mi vida, si tiemblo sólo de recordarlo…), pero ese no cuenta, por impresentable.

¿Por qué esta moda de desollar los oídos de la gente hasta dejárselos en carne viva?
¿Tan malo sería que el silencio les acompañara en esos minutos de espera? ¿Tan aberrante?

¿Creéis, de verdad, que hace más compañía un tío despepitándose a mil decibelios con un machacón Pan-Pan Americano?

¿Dónde quedó el buen gusto? ¿Y la compasión?
¿No dice el refrán que tu libertad acaba donde empieza la mía?

Pues aparta el culo y vete a poner reggaeton en tu casa, majete, que de esta raya pacá, mando yo…

lunes, 20 de diciembre de 2010

¿Por qué a mí nunca...


- ...me toca el sobrecargo rumboso que te rapea las instrucciones de uso del chaleco salvavidas por megafonía, sino la típica azafata con cara de pittbull que no te da ni unos tristes cacahuetes aunque le muestres al niño desfallecido de hambruna a tu lado?

- ...consiguen hacerme adelgazar (ni siquiera unos miligramos) las múltiples cremas, potingues y/o pastillas que anuncian en los medios y que parecen ser la panacea para mucha gente?

- ...me ha tocado nada en las tarjetas esas de "rasca y gana", por mucho que rasco y rasco, me dejo las uñas grises e insisto sobre el "siga buscando", por si ocultara un código secreto entre sus letras que nadie antes haya sido capaz de ver, más que yo?

- ...me ha entrado un jeque árabe, un príncipe saudí, o un ruso con el hígado alicatado de oro, que me regale diamantes (sean de sangre, de pus o de lo que fuera) y me saque de pobre, como a todas esas que salen en el Hola! mostrando su media docena de casoplones decorados con pésimo gusto?

- ...me toca un viaje al Caribe, ni tan siquiera a Canarias, en las bolsas de pipas o en los huevos kinder?

- ...me vienen bien los horarios intempestivos que requieren los vuelos a un euro y, mientras otros viajan a Nueva York por unos ridículos tres euros (ida y vuelta, maletas incluidas), yo tengo que pagar la intemerata, maletas aparte?

Y así, hasta la extenuación...

sábado, 18 de diciembre de 2010

Mucho illuminati suelto...


He leído hace poco en algún periódico de esos que la gente se deja olvidados por las esquinas (yo ya ni los compro; total, pa leer mentiras…) que la empresa RyanAir planea el que será “el invento de los viajes del futuro”. Es decir, que los Consejeros de la aerolínea se están planteando la posibilidad de instalar en sus aviones un artilugio llamado “SkyRiders”, que no es otra cosa que los asientos de toda la vida pero en versión “vertical”.

Al principio, he de confesarlo, me acojoné un poco.

Porque yo soy de esas que tienen más miedo a las alturas que a un controlador sin sus All-Bran. Y por muchas vueltas que le daba a la imaginación, cada vez que pensaba en la palabra “v-e-r-t-i-c-a-l”, era incapaz de ver más que esto:




¿Me estarán queriendo decir que van a colocar los asientos en las alas, rollo “Dragon Khan”?
¡Pues qué divertido!, ¿no?
Me veo viajando en barco, ya pa siempre. Como la madre de Marco escapando a Argentina por no cuidar al mocoso…

Y no veas para comerte la bandejita de comida… o para llegar al baño, sin ir más lejos.

¿Lo bueno? Pues que van a ahorrar mucho en máscaras para la descompresión y que se podrá fumar a bordo. Hay que ver el lado positivo de las cosas, hombre…

Pero no.
Parece que lo que el director de información de la compañía quería decir es que se trata de unos asientos más estrechos, que se repliegan automáticamente hacia arriba y hay que bajar con nuestro propio peso, dirigidos a un público más joven, tipo “aquellos que son capaces de pasarse cuatro o cinco horas esperando en las puertas de un concierto”. (Duda mental: ¿aquel concierto de Richard Marx al que me llevaron engañada -tú dirás si no- y que empezó con cinco horas de retraso por una indigestión del gachó, me sitúa de inmediato en el nicho de mercado de esta gente?)

Ya, ya… pues como sean del estilo de los fans de Lady Gaga, te van a montar una zapatiesta a bordo, que te vas a enterar, monín. No van a tener sitio para cardarse el moño ni para estirar las plataformas… Además, cuando dices “asientos más estrechos”, supongo que eres consciente de lo que ocupan los asientos actuales, ¿verdad?

Quiero decir que, ahora mismo, ya hay gente un tanto (llamémosle) “voluminosa” que tiene que pagar dos plazas por no asfixiar al compañero en plena turbulencia. Con el agravante del bochorno que supone pedir a la azafata que les proporcione un anexo de cinturón con el que sujetar sus carnes a la plaza adjudicada.

¿Y me quieres decir, salado-de-la-vida, que les vas a hacer pagar cuatro plazas porque sólo te quedan libres los “asientos de fan anoréxico”?

Porque ya te anticipo que es lo que va a ocupar este tipo de gente: cuatro plazas “verticales”, que ríete tú de sujetarlas hacia abajo con un mismo culo. Va a ser como para grabarles…

¿Y los pobres abuelos?
¿O es que a ellos no les vas a vender billetes de este tipo?
¿Habrá un límite de edad? ¿O de talla?
¿De peso, quizá?

Como establezcan un límite de inteligencia, compasión o empatía para acceder a determinados puestos en los Consejos de Administración de las empresas, vas a ver cuántos de estos illuminati acaban en el paro… al tiempo…

jueves, 16 de diciembre de 2010

Pagar la novatada


¡Qué bien! ¡Qué ilusión más grande!
Me han sentado en la cena de Navidad en el lugar privilegiado por antonomasia: entre el jubilata con halitosis y la secretaria sesentona.

Santa paciencia, la mía.

Resulta que esta gente empezó a trabajar en la compañía cuando todavía se mecanografiaba (me lo han contado con pelos y señales, creedme) y su vara de medir es la de las pulsaciones dactilares que alcanzaba cada uno en sus años mozos. Vamos, como si yo ahora mismo me chuleara ante la concurrencia por ser capaz de darle al ratón 1.500 veces por minuto sin acabar con esguince de falange.

Hay que ser simple…

Pues ahí me veis: escuchando extenuada las batallitas a pleno pulmón de estos dos (porque, para más señas, el hombre lleva un sonotone en la oreja izquierda del tamaño aproximado de Andorra), viendo a la vez cómo los compañeros de mi quinta, en el otro extremo de la mesa, canturreaban obscenidades y se bebían el cava a morro.
¿Por qué seré siempre la gafe?

El buenorro del despacho de al lado me hacía señas para que me acercara a la “esquina del pecado”, pero cada vez que hacía el amago de levantarme con cualquier excusa (he llegado a dejar el orgullo a un lado asegurando que algo me había sentado mal y tenía que correr al baño), Don Francisco me agarraba del bracete y me soltaba alguna anécdota de su amplio repertorio:

- ¿A que no sabes con qué sumábamos los importes en nuestras épocas, eh, ehhh???
- Hmmmm…. ¿con un ábaco? – arriesgaba yo toda aventurera…
- ¡Noooo! ¡Qué salada la niña! Con un ábaco, dice… ¡Con una calculadora con manivela!
- ¡Aaah!, claro, claro… como las que salen en las pelis en blanco y negro, ya sé…
- ¿Y a que no sabes con qué sacábamos punta al lápiz Staedtler?
- Con… con… ¿con una navaja muy afilada?- cosa más antigua no puede haber, pensaba yo para mis adentros
- ¡Qué va! ¡Con un sacapuntas con manivela!
- ¡Anda! ¡Qué cosas, eh?- a ver si este tío me suelta el brazo, que se me va a empezar a gangrenar…
- ¿Y los archivadores? ¿Sabes cómo eran los archivadores, niña?
- Pues…. supongo que muy grandes, ¿es así?- ¿se me habrá quedado puesta la cara de interés? ¡Si lo que me está contando me importa una mierda!
- Grandes no… ¡enormes! ¡Del tamaño de una habitación! ¡Teníamos que abrirlos con una manivela!
- Ya, ya… déjeme salir de aquí un momento, que no me gustaría vomitarle la sopa de menudillo encima, que me noto como rara y…- menuda curda se están agarrando los de enfrente. Y yo, a verlas venir… el año que viene, me vengo una hora antes para pillar sitio, que parezco nueva, cagüentólocagable
- … ¡Espera! Una última preguntita…
- Déjelo, déjelo, ya se la contesto yo: lo-que-sea, pero con manivela…. ¿he acertado?

Don Francisco y Doña Graciela se han quedado tan desconcertados que la confusión me ha venido de fábula para escapar al fondo-sur y soltarme la melena. Ha sido mi noche. ¡Qué despiporre! Mejor tarde que nunca…

Sin embargo, cada vez que miraba hacia la franja de Gaza, tres pares de ojos se clavaban en mi retina y me lanzaban rayos ultra gamma. Eran los del jubilata, la secre y el pobre becario, a quien, volviendo del baño, en un despiste tonto y sin igual, no se le ocurrió mejor cosa que dar respuesta a una pregunta lanzada al aire por Don Francisco, cayendo así bajo el influjo de los abuelos cebolleta y teniendo que aguantar sus efluvios y delirios.

Pobre novato…
Si ya decía el refrán que el que no sabe es como el que no ve.
Y el becario, además de tonto, está cegato…


martes, 14 de diciembre de 2010

Más que dos carretas


- Ehhh… Paqui, cielo, no es por fastidiar, pero… ¿qué es eso que llevas ahí?
- ¿Ahí? ¿Dónde?
- Pues ahí. Ahí mismito. Lo que viene siendo en el pecho…
- No llevo nada. Lo de siempre.
- No. Lo de siempre, no. Tú nunca has tenido las tetas como dos cocos.
- ¿Redonditas?
- No. Arrugadas y peluditas, no te jode
- No se lo digas a nadie, pero es que me he metido un poquito…
- ¿Que te has “metido” qué? ¿Algodón? ¿Calcetines? ¿La toalla de la playa?
- No, idiota. 500 gramos de silicona “per cápita”.
- ¿¡Qué me estás contando!?
- Lo que oyes. Pero ha quedado sutil, ¿verdad? Dudo que nadie se dé cuenta.
- Fijo, fijo… con suerte, todo Dios habrá perdido la vista esta noche y nunca repararán en tu recién adquirido melonar… y una cosa: si no quieres que nadie se dé cuenta, ¿para qué demonios te lo has hecho?
- Uy, pues para mí misma.
- Ya, ya… claro, para ti misma. Porque si te ponías un suje relleno de papel higiénico… ehh… ¿te avergonzabas de ti misma ante el espejo? ¿Es eso?
- Algo así…
- Estás fatal. ¿Y cómo te sientes? ¿Duele?
- Un poco, la verdad. Bueno, en realidad, me tiran los puntos cosa mala…
- Te está bien empleado, por tonta. Mira que meterte en un quirófano así, al buen tun-tun, sin necesidad alguna…
- Pues ahora que lo dices, tengo pendiente sacarme las muelas del juicio y no me atrevo por miedo a que me hagan una escabechina. ¡Qué gracia!, ¿verdad?
- Sí. Tronchante... ¿Y te apañas bien con tu nueva anatomía?
- No. Lo llevo fatal. Cada vez que alargo el brazo para coger un vaso, tiro media vajilla al suelo. No calculo bien y me las engancho por donde paso. Y, para rematar, no me veo los pies desde aquí arriba. Esta mañana, me han tenido que avisar las compañeras de la oficina de que me había puesto dos zapatos de distinto color. Paso unas vergüenzas que pa qué te cuento…
- No, si todo son ventajas, ya veo…
- Y porque no he empezado con la sección “ropa”, que si me pongo a largar por esta boquita, te echas a llorar…
- ¿Y eso?
- Pues porque no me vale nada. No entro en ninguna camisa y los jerséis se me quedan como “estallados” en la zona ecuatorial, no sé si se me entiende…
- Perfectamente, cielo, perfectamente… ¿y qué solución le ves?
- Pues teniendo en cuenta que me he dejado los ahorros en la mesa de operaciones y, por tanto, ni soñar con renovar mi armario, pues tendré que buscar alternativas de bajo coste.
- ¿Por ejemplo?
- Chica, no sé… meterle un añadido en la axila o ponerle unos broches donde se me haga el agujero, pero algo tendré que inventar… y luego está el problema de los malabares...
- ¿Para llegar a fin de mes?
- ¡Qué va! ¡Para no dejarme los morros en la gravilla! Porque voy desequilibrada por el sobrepeso delantero y tiendo a frenar con los dientes cada vez que me esmorro… ¡una gloria, esto de operarse!

Visto lo cual, no hago más que repetir al viento: “Virgencita, Virgencita, que me quede como estaba”…


domingo, 12 de diciembre de 2010

Premio “Perplejo del Año” (III parte y.. ¡a votar!)



Vamos a acabar de pulir la lista de candidatos, porque, a este paso, nos dan las uvas (literalmente) y sigue sin quedarme clara.

Para ver las explicaciones anteriores, podéis ir aquí o aquí y se os hará la luz.

Los nominados de hoy:

- Julian Assange (fundador de WikiLeaks): perplejo porque estaba él tan tranquilo, tomándose su tercer fish and chips del día, cuando llegó Scotland Yard y le estropeó el planazo. Perplejo por lograr que sus ojos se convirtieran en pelotas de ping pong, gracias al delito surrealista que le imputó la Interpol, que viene a ser algo parecido a “rotura de condón a la segunda intentona”. ¡Tócate el clavel, Maribel! Da igual que llames inútil a dos terceras partes de mandamases del mundo o que dejes patente que el término “diplomacia” no es que esté en desuso, sino que es un pitorreo mundial que vale únicamente para mejorar los famosos (y carcas) chistes de leperos. Aquí sólo cuenta que le eches un mal polvo a una rubia rencorosa que no te perdona que te dejes los calcetines puestos en el momento culmen. No y no. Eso es de juzgado de guardia, así que al calabozo con él.

- Españoles por el mundo: es decir, todos aquellos turistas perplejos que, el pasado día 3 de diciembre, vieron cómo su puente se venía abajo por culpa de unos controladores despiadados en sus reclamaciones estrambóticas. Perplejos porque, oye, no todos los días consigue uno ahorrar 50 euros para comprarse un billete de ida y vuelta a Cercedilla, para que venga el gilipuertas de turno y te diga que no vuelas porque el Gobierno le va a hacer trabajar media horita más al día sin subirle su mísero salario de 25.000 euros al mes. Que tiene guasa la cosa… A ver si no es para pillarles por banda y meterles el billete de Ryanair por el orto…

- El deporte español: así, en genérico. Porque ya les vale a los supuestos atletas de élite y entrenadores de estrellas, que se están cargando a marchas forzadas la imagen creada por deportistas serios tras años de esfuerzo y dedicación. Porque no puede ser que, cada vez que un español sube a lo más alto del podio, se genere automáticamente la duda de si lleva los bolsillos cuajaditos de monodosis de clembuterol o se sospeche que lo que echa en el café es EPO en lugar de sacarina. A este paso, van a conseguir que no nos dejen presentarnos ni a competiciones de canicas.
Pobres abuelos del IMSERSO, con lo que disfrutaban con la petanca… me veo a la Federación montando controles antidopaje a las puertas del geriátrico e hinchándose a multar a los abuelos, porque van de pastis hasta las orejas. Mundo de locos…



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* He quitado al hijo de la Cospedal de la lista de candidatos por ser menor de edad.
Los demás pueden recoger el premio sin autorización paterna, así que ahí quedan.
Podéis votar en la encuesta que aparece en el lateral derecho del blog y que permanecerá activa hasta el próximo 15 de Enero. ¡Valor y al lío!

viernes, 10 de diciembre de 2010

Mamá, y yo... ¿qué seré de mayor? Controladora, hija, controladora...


Es lo que pienso decirle a mi niña la próxima vez que se ponga cerril y me insista en que va a dedicar todos sus esfuerzos vitales a la gimnasia rítmica y sus complementos.

Ni hablar del peluquín.

Tú le das al inglés hasta bordarlo, te acabas el bachiller, pides un crédito personal para operarte de la hipermetropía galopante que te acecha como legado familiar (igual que esos padres que pasan a sus herederos, de generación en generación, el colesterol alto o los triglicéridos floridos) y leña al mono, encaramada a la torre de control, como un King Kong acechando a su rubia favorita.

Ni te muevas de ahí, que te atizo.

Nos vas a sacar de pobres con tu catalejo, tu brújula y tu micrófono de Feber.
Ya verás qué divertido...

Y luego, ya, “si eso”, llegado el momento cumbre en que todos tus conocidos hayan pagado auténticos carajales por un billetito en un vuelo comercial de bajo coste, atiborrado de gente que huele y te mira mal, en plena fila de mil personas deseosas de soltar una maleta de veinte kilos que parece cargar piedras en su interior, y sobre todo, cuando los niños se pongan más pesados por haber aguantado de pie horas de cola sin comer ni beber, (porque el escáner es lo que tiene, que no puedes pasar con líquidos en la mochila y tienes que conseguir desnudarte y volverte a vestir en tiempo récord y sin deshidratarte)… en fin, que me enrollo: en ese momento sublime, agónico y cuasi-criminal, vas tú, con todo tu cuajo y la templanza que tu madre no te legó y saltas un “¡tonto el últimooo!” a voz en grito, a la vez que huyes corriendo de la sala de control, como si el mismísimo Airbus 380 estuviera a punto de colisionar contra tu ventana.

¡Ele mi niña!
Si es que me lo estoy imaginando y no quepo en mí de orgullo…
Sueño con ese día.
¡Qué coño: Vivo por ese día!

Porque entonces, llegado el momento preciso, juro por mis muertos que mis risotadas se oirán desde donde quiera que esté. Como si tengo que partirme la caja-de-pino por llevar criando malvas unas cuantas décadas. Igual me da.

Por mis muelas que ese aciago momento no lo será para mí.
Porque ese día, mi familia se habrá cobrado la tan ansiada venganza.
Ríete tú de Don Mendo…

¿Qué os pensabais, oh, Dioses del Olimpo? ¿Que os iba a salir gratis la bromita?
No, majetes, no.

Que mis hijos se habrán quedado sin viaje a Disneyland, sin fotito con el ratón Mickey y más planchados que la oreja-un-fraile, pero los vuestros van a pagar en sus propias carnes los pecados de sus padres. Por listos.

Cuando mi hija se escape de Barajas con lo puesto, alegando que ella y sus colegas están agotados, que sólo cobran 300.000 euros al año, que valiente mierda de vacaciones le ha firmado su jefe o que el Presidente del Gobierno le tiene ojeriza por ser tan guapa, entonces todos mis esfuerzos, mi paciencia, mi contención y mis horas de psicoanálisis habrán merecido la pena.

Entonces, la venganza se servirá fría.
Helada, casi.
A ver quién ríe el último, salaos


miércoles, 8 de diciembre de 2010

Mis carteles favoritos (II parte)

Segundo (y último) surtido de carteles.

Dedicados a todos aquellos incautos sin puente que se hayan pasado hoy por aquí.

¡Nos vemos a la vuelta!
















lunes, 6 de diciembre de 2010

Mis carteles favoritos (I parte)

Como durante estos días no va a entrar al blog ni mi madre (perdona mamá si te ha dado por pasarte, pero entiende que es festivo y los niños no aguantaban metidos en casa, como pulpos en un garaje), os dejo con una tanda de carteles, de esos que se va una encontrando (por la vida, por la red o por la calle, tanto da) y va recopilando entre hipidos de risa.

¡Feliz puente para todos!





















sábado, 4 de diciembre de 2010

Pasen y vean


Y seguís buscándome…
Y seguís poniendo las frases más peregrinas en el buscador para ello…
Y sigo partiéndome la caja cada vez que el chivato me cuenta vuestras pesquisas…
¡Qué ocurrencias, Virgen-de-la-Candelaria!
¡Escribid un blog de humor, porque el éxito lo tenéis garantizado!

Para muestra, un botón (ver anteriores ejemplos aquí, aquí o aquí):

- Qué nivel Maribel, hasta luego Lucas: pues muy bien. Gracias a estas personas tan saladas, he descubierto que a mi blog se llega metiendo todos los topicazos del humor cañí más carca y trasnochado. Yo tenía claro que estaba un tanto desactualizada, pero estas expresiones me demuestran que la realidad supera mis peores temores. Vamos, que no es que sea una antigua, ¡es que los jóvenes deben huir de mi blog por considerarlo escrito en castellano antiguo! El único consuelo que me queda es que, si pones “cuñaaaaao” o “pupita en el duodenooorrr” (algo es algo), no te dirige automáticamente hasta aquí…. Uy, espera un momentito... ¡que ahora sí que te manda pacá por haberlo escrito!
Manda carallo

- Pa qué mierda son los números del parchís: eso mismo me pregunto yo cada vez que me tiro una hora lanzando el dadito de marras y no me sale el puñetero cinco ni a la de tres. Y, cuando por fin saco el cinco, mira tú por dónde, hay dos fichas en mi casillero de salida que me impiden estrenar partida, perdiendo mi turno, claro… Es entonces cuando mi mente, harta y enferma de ver rodar los cubiletes y las fichas multicolores ajenas por todo el tablero, dice “¡basta!” y lanza el dado a tomar por saco a la otra punta de la sala. Se acabó la partida, se acabó la farra y se acabó el humor. Si mi dado no tiene el número cinco, no juega nadie y punto. Que pa eso el parchís es mío, que me lo trajeron los Reyes en el 86…

- Adivinanza: yo estoy mirando un cuadro que tiene la imagen de una persona y, a su vez digo, pensar que la madre de esa persona es la suegra de mi madre, ¿quién es esa persona?: ehhhh….. hmmmm….. ¿la Gioconda? ¿Venus emergiendo de las aguas, de Botticelli? ¿La Maja de Goya? ¡Dame alguna pista, hombredeDios! Pues no hay cuadros ni … y yo que pensaba que Google tenía un máximo de caracteres permitido… ¡pues ya ves que no! Este tío ha escrito la Espasa al completo y se ha quedado tan ancho. Espera un segundo que te releo… ¡a ver si vas a estar hablando de tu padre, chaval! Pregúntale, no vaya a ser…

- Calcular tamaño tetas a ojo: No comprendo bien cuál es la pregunta… ¿o es que simplemente te estás chuleando ante Google de tu “don”? ¿Que sabes calcular a ojímetro el tamaño de las pechugas de tu parienta? Pues enhorabuena, hombre, claro que sí. Menudo crack

- Doraemon porrero: ya estamos otra vez confundiendo a la chavalería… ¡que no, ea, que no! Que ni Don Pimpón era un pederasta, ni Epi y Blas estaban liados, ni el panadero amigo de Espinete era un yonki, ni el abuelito de Heidi suministraba la mejor María de toda Suiza y por eso la niña cantaba por los montes descalza y rodeada de cabras… ¡qué manía tiene la gente de destrozarme las imágenes de mi niñez!

- El bicho, yo tengo un bicho que ataca a las mujeres, canción de Georgie Dann: cualquier cosa… lo de este hombre es fijación con los eufemismos… entre “el bicho que ataca a las mujeres”, “mami qué será lo que quiere el negro”, “qué ricos los chorizos parrilleros, qué ricas las salchichas a la brasa, cómo me gusta la barbecú” o “el negro no puede, el negro no puede”, de verdad que ya no sé de qué estamos hablando, si de una orgía en el campo o de un mulato pidiendo una receta de viagra…

- La bollería en los espermatozoides: ¡pero qué ascazo! ¿Cómo puede ser que me caigan siempre a mí los cerdacos inmundos? ¿Estabas comiéndote un bollicao mientras le dabas a la zambomba, o qué? Por Dios, es que me generan unas representaciones mentales que no tendría por qué tener… y luego, vienen las pesadillas…

- No me vengas con un tanga marrón: tentiendo, tentiendo… es antilujurioso, lo sé… me has traído a la memoria al Briatore con todo colgando y su tanga minúsculo en la cubierta del yate y casi vomito. O a Rappel y su telita de leopardo cubriendo dos centímetros cuadrados de anatomía rodeada de pelo encrespado y lo mismo… no sé quién demonios inventó el tanga, pero es para darle dos collejas, desde luego…

- Te lo digo con antelación: les he dado tu dirección y van todos hacia tu casa. Joé, creo que me acabo de mear encima del miedo… Como suene el timbre en los próximos segundos, me pongo a gritar como loca. Ya verás la que voy a liar…

Yo, por lo que pueda pasar, lo dejo todo aquí escrito, que así hay testigos…
(Continuará, porque sois un pozo sin fondo de sabiduría e ingenio.)

jueves, 2 de diciembre de 2010

La maquinaria familiar


¡Qué nervios! ¡Qué nervios!
Me conecto al Facebook esta mañana y lo primero que llama mi atención es un mensaje de mi cuñada: “Estamos de parto. Contracciones rítmicas. Os tendremos al tanto.”

Y empieza a funcionar “la maquinaria familiar” a los tres segundos de aparecer en la red semejante bombazo, claro.
Llamadas por aquí, mensajes por allá, e-mails por acullá

A los 15 minutos, ya estaban avisados:

- Todos los familiares de ambas familias, hasta (más o menos) el 5º grado de parentesco consanguíneo y el 3º por afinidad.
- Mis vecinos, los de mis padres y los de mi hermana, por si tuvieran que quedarse con los niños mientras visitamos al nuevo miembro de la familia.
- Las cuadrillas correspondientes. Creo que he llamado incluso a alguna antigua amiga del colegio… suerte que no me lo ha cogido, aunque lo estará flipando en colorines, porque no sé de ella desde hace unos 10 años…
- El de la floristería, para que tenga el ramo preparado en su justo momento. Ni un minuto antes ni un minuto después.
- Los compañeros de oficina de los futuros padres: para que no cuenten con ellos hoy y se hagan cargo de que los marrones, en este momento, cuelgan sobre sus cabezas.
- Los compañeros de trabajo del resto de familiares: porque hoy nos hemos tomado el día libre (faltaría más) para marchar en peregrinación familiar hacia la clínica.
- La prima de la hija de la vecina de una amiga de mi madre, que trabaja en urgencias y conoce mucho a la tía de la suegra de la que pone la epidural. Es que mi madre es de las que opinan que hay que tener contactos hasta en el infierno, y se ha encargado de que a su nuera le tengan reservada doble ración de anestesia, “que para eso pagamos todos a la Seguridad Social”.

Vamos, lo normal en estos casos…
¡Ah!, no, espera, que parece que no es tan normal…

Me he percatado de esto nada más entrar por urgencias.
Mi madre, nerviosa como es, se ha puesto a chillarle al del mostrador de entrada:

- Mujer, castaña, metro ochenta (mi cuñada es altísima, sí, no es que me haya confundido), curvilínea y de nariz respingona. ¿Le suena?
- Hmmm… ¿Elle MacPherson?
- ¡Nooo, lerdooo! ¡Que si ha visto entrar a una mujer alta y morena embarazada y con contracciones regulares y semi-dolorosas!
- Dígame el nombre, señora, que no estoy para adivinanzas…
- Espera un poco mamá, que llamo a mi hermano.

(Me pongo al teléfono) Hmm… vale, vale, tú tranquilo, a lo tuyo… que aquí os vemos…

- A ver, mamá, que todavía están de camino y les quedan unos 10 minutos para llegar, que eres una caga-prisas… ¡hemos llegado antes que la propia parturienta!
- Hija, es que esto de las nuevas tecnologías es lo que tiene, ¡que llegas a la velocidad de la luz a todas partes!
- Ya… lo malo es que esta vez hemos llegado antes que la propia luz…
- ¡Pues que no lo hubiera publicado en el fisbul ese, que me ha llamado hasta la tía Angustias desde el pueblo, toda enfadada, pensando que no le habíamos contado que ya había nacido el nieto!

No os voy a contar la que se lió en el pasillo de acceso cuando llegaron mi cuñada y mi hermano y a mi madre le dieron la desgarradora noticia de que no podía pasar a la sala de dilatación porque no estaba casada con su nuera… tuve que llevármela a la cafetería y pedirle una tila doble, ya que estaba atacada y disparaba contra todo el personal del hospital: que si el celador me ha mirado mal, que si menuda cara mala-pécora tenía la comadrona, que si lo llego a saber no les traigo el kilo de pastas de té a las enfermeras de planta (sí, mi madre es de esas señoras agradecidas que se presentan con un kilo de trufas donde quiera que vayan para ganar adeptos a su causa)…

Finalmente, todo fue según lo esperado y, tras varias broncas de las enfermeras (así se les atraganten los bombones), no permitimos en la habitación de mi cuñada a más de doce personas a la vez. Todo sea por la criatura…

¡Caramba con la maquinaria familiar!
Como no te apartes a tiempo, te arrolla de puro amor...



________________________________________________
*Dedicado a mi nuevo sobrino.
Cariño, cuidado con la familia, que puede ser muy peligrosa...
¡Que tengas una vida muy feliz!


martes, 30 de noviembre de 2010

La traca final


Por si fuera poco doloroso arrancarte dos docenas de tiritas y tres metros de esparadrapo de tu anatomía más velluda (pegadas a toda traición, a contra-pelo), mi sábado se vio rematado con friegas de aguarrás para borrar los lamparones de betadine de mi cara y kilos de crema hidratante que paliaran las grietas abisales que emergieron de mis labios tras pasarme tres horas y media (que se dice pronto, pero ahí te quiero ver, rufián) a la intemperie, haciéndome la muerta bajo una marquesina de autobús de cartón-piedra.

Un éxito esto del simulacro.

Y más aún si tenemos en cuenta que a mi prima Magda no la seleccionaron por no ir adecuada en su indumentaria… ¡Tócate los albérchigos!

Si vierais cómo se reía de mí, la muy malvada…
Agarradita a su bolso mega-pijo, haciéndole ojitos al socorrista y soltando frasecitas a pleno pulmón desde detrás de la línea de seguridad marcada por los bomberos, en plan… “¡¡¡halaaa, qué guapa tan dejao la cara llena pegotones naranjaaaassss!!!” o consejos del tipo “no te muevas, primaaa, que ahora mismito te salvan estos chicos tan guapos... ¡¡¡Uy, nonono, a mí noooo, a aquellaaaaa, la de la cara morada y el culo en pompaaaa!!!

Cuando terminamos de recoger cadáveres, heridos y demás siniestrados, mi prima propuso a la concurrencia que cerráramos la jornada en el Antro’s, calentando motores a pie de barra, rodeadas de voluntarios sudorosos que la reconfortaran, ya que (según decía) se había quedado “heladita, allí parada, como un pasmarote, viendo pasar tiarrones que ni me miraban, con lo que me ha costado conjuntar los zapatos con la pashmina”.

Yo me negué al planazo, por supuesto.
Bastante había hecho ya por ella.
Además, soñaba con mi bañera calentita y mis sales perfumadas…

De modo que, nada más llegar a casa y antes de que los niños se percataran de mis pintas (no fueran a pensar que era carnaval de nuevo y empezaran a sacar los disfraces del altillo sin permiso), dispuse en mi baño de todo lo necesario para recomponer mi magullado aspecto y procedí a realizarme “un completo”.

De ahí, a la bañera.
A disfrutar de mi momento.
En total abandono y, por una vez, sin reparar ni medir la cantidad de espuma y sales que se consumían en el agua calentita… qué delicia… qué gloria… qué paz… qué...

- Mamáááá, ¿me ayudas con los debereeeeeesssss?????
- Hija, dame un ratito y te prometo que luego me pongo contigo, anda…
- Mamáááá, es que no me salen las sumas de cinco números…
- Que ya, hija, que te digo que me dejes unos minutitos y ahora salgo…
- Mamáááá, es que quiero que veas el dibujo que he hecho para Conocimiento del Medio...
- Sí, hija, sí, en seguida lo veo. Dame un momenti…
- Mamáááá, porfaaa, ayúdammmm………
- ¡¡¡¡Mierdaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!! ¡Mamá no está!!! ¡Se ha muerto!, me oyes? ¡Se le ha caído encima una marquesina de autobús y se ha ido al cielo, así que no la llames más!
- (…)

Hmmm… juraría que la oigo como llorar a lo lejos, pero no estoy segura…
Pero, al minuto escaso…

Toc. toc. toc.

- ¿Quién es?
- ¿Mami?- es el niño, el que faltaba…
- Sí, soy mami, ¿qué pasa?
- Que dice mi hermana que estás en el cielo... ¿es eso cierto?
- Eh.... algo así, sí...
- Pues, si estás en el cielo, ¿puedes hacerme un favorcito?
- ¿Cómo dices, cariño?
- Que si le puedes decir al niño Jesús que les diga a los Reyes Magos cuando vayan a verle que se me olvidó poner en la carta que también quería unos “Gormitis Eclipse Supremo con Armadura Dorada”. Que no se les pase traérmelos, ¿vale, mami?
- (...)


Si lo sé, me quedo a vivir bajo aquella marquesina escacharrada, en plena calle, rodeada de bomberos sofocados y tumbada a la bartola.
Eso sí que era el cielo…

domingo, 28 de noviembre de 2010

Una juerga de simulacro


Ringgg ringgggg

- ¡Hola cielooo!, adivina dónde te voy a llevar mañana…- la inconfundible voz de mi prima Magdalena atraviesa la línea telefónica como un presagio inquietante...
- ¡Hola, Magda! Miedo me das… ¿Dónde vamos mañana? ¿De compras, aprovechando que es festivo?
- Déjate de compras, que no hay dinero pa eso. Nos vamos de simulacro.
- ¿Cómo dices? Es que te he entendido “simulacro”, fíjate qué tontería… tengo que ir al otorrino, porque cada día oigo peor y ya me ha pasado tantas veces que…
- ¡Calla, so loro! Has oído de cine. He dicho “simulacro”. Con todas las letras. Hemos de ir al parque San Francisco y embadurnarnos de mercromina. Nos dejamos colocar bajo grandes losas de piedra, como si hubiésemos quedado sepultadas por culpa de un terremoto grado 8 en la escala Richter y nos hacemos las muertas. ¿A que suena genial?
- Magda, ¿te has fumado las hortensias de casa?
- Que no. Que es sólo un favor…
-¿Un favor? ¿Un favor que le haces a quién? Porque lo que es a mí, no, desde luego…
- A mi vecino, el cachitas que te comenté que era voluntario de Cruz Roja y trabajaba como socorrista en verano, ¿lo recuerdas?
- Hmmm… vagamente…
- Da igual. Le hacían falta voluntarios y me he apuntado en su lista.
- Ya, ya… y me has apuntado a mí porque….
- … ¡pues porque sabía que te iba a hacer ilusión! ¿Te acuerdas que hace unos meses salió en la conversación que de dónde sacarían a esa gente que siempre se hace la herida en estas situaciones y si cobrarían por ello?
- Sí. De hecho, recuerdo con nitidez que la pregunta que nos surgía era “qué tipo de pringado participaba en estas cosas y a cambio de qué”.
- Bueno, da igual. El caso es que me acordé de ti al momento y te apunté conmigo. Así, ya sabes de qué tipo de espécimen estamos hablando.
-Sí. De la prima pringueta, ¿no?
- Pues no. De la buena gente que se preocupa por los demás y colabora desinteresadamente con las causas que lo merecen.
- Mira, no me pongas voz de Teresa de Calcuta, que tú te has apuntado a este montaje para ver qué sacas en limpio con el socorrista…
- Eso también. Pero, ¿y lo que nos vamos a reír cuando nos veamos rodeadas de bomberos deseosos de salvarnos la papeleta? ¿Eh, eh?
- Sí, seguro… haciéndonos las desvanecidas, con el pelo enredado por los suelos, las medias rotas y la cara cubierta de costras y sangre. Nos van a pillar en nuestro mejor momento. Fijo que les marcamos de por vida, Magda. Es que me hago cruces con tus ocurrencias…
- Anda, deja de ponerle “peros” a todo y céntrate en lo que estamos: La ropa. ¿Qué nos ponemos?
- Pues algo cómodo, ¿no? Si hay que rodar por la acera y me arriesgo a que el traje se me deshilache con los pedruscos que me van a caer por la espalda, lo suyo sería llevar lo más viejo que tengamos en el armario, ¿no crees?
- ¡Ni de broma! Yo pienso ir como siempre. Con mis taconazos y mi shopping bag.
- Pues allá tú, pero les vas a hacer perder más tiempo del debido a los bomberos para socorrerte y les vas a fastidiar la media. Y esas cosas puntúan negativo en los simulacros, no sé si lo sabes…
- ¡Me la repanfinfla! ¡Si se tiene que tirar tres horas conmigo para liberarme de una riada de peñascos que se me han metido en el bolso, que lo haga, que para eso le hago el favor!

Ya os contaré cómo acaba la historia.
Pero me da que va a traer cola


viernes, 26 de noviembre de 2010

Pa ti el marrón...


Del mismo modo que, para mi madre, una hija nunca es ni demasiado delgada ni demasiado rubia, para mi abuela, en cambio, una nieta nunca es ni demasiado gorda ni demasiado virgen.

Hay que ver cómo cambia el cuento dependiendo de la generación con la que te topes…

Recuerdo con ternura las palabras que escuchaba de pequeña, cuando me dejaban al cuidado de la yaya: “Niña, tú, las piernas, siempre bien cruzaditas, ¿eh?, no se te vaya a colar un aire y tengamos un disgusto…”

Y yo creyendo que la abuela intentaba protegerme de un resfriado genital… (porque yo pensaba que, si existe la angina de pecho, por la misma regla de tres, tenía que existir el catarro vaginal, ¿no?)

Algo que siempre me llamó la atención era esa insistencia de la buena mujer en saber si zutanita o menganita habían parido “en la fecha reglamentaria o si, por el contrario, habían tenido otro sietemesino” (es que, por lo visto, el pueblo estaba lleno de niños prematuros en aquellas épocas, por lo que me han contado…).

Por eso, cuando mi abuelo se enteraba de que alguna nieta se había echado novio, su primer consejo a los enamorados era: “¡qué ganas tengo de tener biznietos!, pero por la vía legal, ¿eh?, siempre por la vía legal”.

- Jo, abuelo, lo dices como si hubiera muchas “vías” para traer hijos al mundo- le solía responder yo toda impertinente.
- ¡No me quieras llevar por donde no quiero ir, nieta!- me gritaba el hombre un tanto exasperado.
- No, no, válgame Dios de desairarte… sólo digo que la “vía” es lo de menos, abuelo, lo importante es que sea un niño querido y feliz…
- ¡Pamplinas! ¡Tú te casas y, a los nueve meses, me traes un niño y ya verás qué contentos todos, déjate de chorradas modernas!

¿Mi abuelo diciendo la palabra “chorradas”?
Pues sí que le enerva el tema, sí…

El caso es que, para procrear, había que casarse. Y punto.
Además, no podía ser una boda de cualquier tipo, qué va.
Debía ser por la Iglesia. Siempre por la Iglesia.
No podía ser ni por lo civil, ni por lo militar, ni por lo criminal.

De hecho, cada vez que ve en el HOLA a un famosote casándose por el rito zulú o el balinés, le dan los siete males y se pone a jurar en arameo:

- ¡Si yo fuera el registrador, no les inscribía el matrimonio, por mis muertos!- suele gritar.
- Pero abuelo, si esta gente hace el paripé por la pasta que les da la revista. Si no, de qué van a salir con todo al aire haciendo el zángano… Si ninguno lo eleva a público, estate tranquilo- le suelo decir yo para calmarle.
- ¡Me da igual! ¡Deberían fusilarlos a todos!

Sí, hombre, pues claro que sí… todos fusilaos por bailar en tanga alrededor de una hoguera mientras un negrito con cinturón de calabazas les bendice con una lanza… lo que yo te diga…

Por eso, cuando esta mañana, mi niña (toda preguntona ella) me ha salido al paso con lo de: “mamá, ¿pero tú no me dijiste que para tener niños había que casarse?”, lo primero que se me ha venido a la cabeza ha sido la cara de mi abuelo.

Y le he contestado: “cielo, creo que me entendiste mal, pero tranquila, porque este puente vas a ir al pueblo, a casa de los bisabuelos, y ellos te lo explicarán encantados… ¿te parece?”.

Toma ya.
Brownie pa ti, abuelo.
Que sé que te encanta…

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Premio "Perplejo del Año" (II parte y subiendo)


Bueno, pues en vista de que la primera parte se os hizo corta (premio perplejo del año I parte, para los que no han hecho los deberes), preparaos porque “mírala cara a cara que es la segunda“…

En el apartado “candidato coral” y en dura liza con la marea roja, presentamos como candidato al “perplejo del año” a… tachán tachán…..

- La Iglesia: sí, sí, con la idem hemos topado. Resulta que Mr. Razinger nos ha dejado desmayados al soltar por su boquita que el preservativo es válido en según qué circunstancias. Hombre, por favor, haberlo dicho antes, que está la gente haciendo virguerías pa no ponerse el plastiquito y pasar así el escáner vaticano, para que vengas tú ahora a descuajeringarles el chiringuito… pues qué desilusión… Benedicto, por Dios, si habías aguantado siglos y siglos manteniendo la chorrada esa del “no al látex”, haberte quedado ahí, en pleno Cretácico, que, por lo menos, te hacía original y no un líder del montón, como eres ahora. Y, por cierto: que no se entere la Pajín, no vaya a llamarte para que la ayudes a repartir condones por los colegios… tendría su guasa, ¿que no?

- Fernando Alonso: lo sé, lo sé, esta era demasiado fácil y obvia. Pero no me puedo resistir. Si otras veces la excusa (siempre hay una) estaba en el motor, la lluvia, la envidia del enemigo, las ruedas de agua o el safety car, esta vez el odio ha recaído sobre…. ehhh… ¿¿¿un tío que no se dejó adelantar??? Claro, claro, es que hay que ser mala persona, no me digas tú… Viajas hasta Abu Dhabi (andandará eso), te embutes en un traje tres tallas menor que la tuya, con el calor que eso debe dar en la sisa, introduces toda tu anatomía en un coche de tres centímetros cuadrados y te pones a 300 por hora y, en cuando veas llegar al enano cabezón, te apartas educadamente, cuadrándote al pasar como si fuera un convite real y estuvieras haciéndole la venia a la mismísima Reina de Inglaterra… Lo más normal, vaya. Como me digas que te has quedao pillao con el resultado y que ni en tus peores quinielas te podías tú imaginar que ibas a cagarla de tamaña manera, es que voy y te casco. Premio pa ti, por lila.

- Los irlandeses: porque todavía estaban riéndose de los griegos a cuenta del rescate in extremis que tuvo en solfa a todo el continente hace unos meses, cuando de pronto, se encuentran con la pinta atragantada en el gaznate temiéndose lo peor para sus propias carnes. Y lo que te rondaré, morena, porque esto tiene peor pinta que un muerto en pepitoria… Decir que algo huele a podrido en toda Europa es quedarse corto. Muy corto. Y lo malo es que el efecto dominó nos puede dejar perplejos a medio globo. Veremos…

- La japonesita que se trajinó a Sánchez Dragó: que encima de haber tragado con semejante espécimen humano por unos yenes de chichinabo, ahora tenga que oír al desgraciado diciendo que en realidad no pasó nada, que tiene 10 años más de los que aparenta y que donde dije “digo”, ahora digo “Diego“… eso es valentía y lo demás es cuento… Se le han debido de poner los ojillos redondos-redondos a la pobre…

- Los toreros… muertos: y no me refiero al grupo de música, sino a la profesión, que está tal cual: muerta. Después de la prohibición de celebrar la fiesta de los toros en Cataluña, pueden venir muchas más, así que están empezando a darle al bolo para ver dónde se recolocan. Porque no hay muchas profesiones que requieran un buen movimiento pélvico, la capacidad de terminar una corrida de forma digna y armoniosa o clavar el estoque de modo certero y contundente… bueno, bien pensado, sí que se me ocurre una profesión que reúna estos requisitos, pero la de actor porno no es una carrera muy reconocida en nuestro país… todavía…

Como os señalé en el post anterior, iré recopilando los nombres que se me van ocurriendo ( y todos los que me propongáis en vuestros comentarios, por supuesto) y crearé una encuesta en el blog en breve, para que todos podáis participar en la votación.

¡Estad al loro!


lunes, 22 de noviembre de 2010

Belén, campanas de Belén...


Hoy hemos echado el día con la decoración navideña del hogar.

Como los niños no podían esperar más, hemos sacado todos los bártulos del altillo y, venga, leña al mono, que había que dejar la casa bien acicalada antes de la cena.

Todo iba bastante bien, sobre todo comparado con años previos, ya que mi santo ha conseguido montar la base del árbol en menos de tres horas (tenía el récord en cuatro horas y media y hoy lo ha batido; está hecho un plusmarquista de cuidado) y los niños no han intentado encaramarse a la copa para colocar la estrella sin ayuda, sino que me han pedido educadamente si podía subirme yo a la escalera y dejarla bien puesta. Así que me las prometía felices y confiaba en acabar con el montaje para la merienda.

Pero todo se ha torcido con el puñetero (con perdón) portal de Belén.

La niña lo quería realista, es decir, lo más parecido a una cueva rodeada de peñascos, sobre un suelo árido y polvoriento y con alguna que otra palmera como única concesión a la flora autóctona, que lo ha debido de ver en el libro de Religión o en el cuadernillo de Catequesis, vaya usted a saber. El otro, en cambio, quería montarlo sobre una capa generosa y mullida de musgo, con su nieve artificial, sus pinos frondosos y muchas ovejitas y vacas pastando alrededor. Vamos, como si estuviésemos esperando el nacimiento de un niño suizo…

Y no se han puesto de acuerdo, claro.

El debate les ha durado 45 minutos. Hasta que me he plantado y les he dicho que, o aprendían a negociar, o no había Belén.

Entonces, el dúo Pimpinela este que tengo en casa, se ha encerrado en una habitación y, tras cuatro minutos escasos de dialéctica y razonamiento puro, han salido con la solución irrebatible: medio Belén estaría ambientado en el Sáhara y el otro medio en Gstaad.
Punto. Asunto arreglado.

Pues no ha quedado tan mal.

Lo único malo es que el niño Jesús ha sido relegado al lado “caluroso” del portal.
Para mi gusto, demasiado apartado de sus progenitores dada su corta edad, porque han considerado que llevando (como lleva) un pañalito por toda indumentaria, no podía estar en la “zona centroeuropea”, así que ha quedado un poco aislado, al ladito del caganer y el cabrero, pero en el mismo-mismo centro del desierto. La pobre Virgen María va a acabar agotada cada vez que le toque darle la teta…

Porque ella y San José, dadas sus largas faldamentas, han sido colocados junto al buey y la mula (“que llevan abrigo de piel, mamá, estos no pasan frío ni en el Polo Norte”) sobre la hierba fresca, al lado del pozo y las ovejas.

Como es una verdad mundialmente conocida que los Reyes vienen desde el desierto, pues allí los han puesto. Y mucho mejor, porque así darán con el niño a las primeras de cambio y no tendrán que desplazarse hasta donde Herodes hacía de las suyas, con el consiguiente riesgo que esto acarreaba. Ahora, su destino les pilla a medio camino (respecto a su antigua ruta) y la única duda que nos asalta es si llegarán antes de Nochevieja en lugar de los primeros días de Enero, porque se han ahorrado una kilometrada de escándalo…

En fin, que a eso de las 8 de la tarde (noche cerrada ya, a estas alturas del año) hemos dado por finiquitado el montaje del Belén y os aseguro que ha quedado de lo más digno y, sobre todo, coherente. Al menos, todo lo coherente que las circunstancias y planteamientos de mis hijos permitían.

Luego ya, que sea históricamente compatible o cronológica y/o geográficamente defendible, es otro cantar…
Pero en ese berenjenal, mira tú por dónde, ya no pienso entrar.

Que una está ya muy mayor para meterse en camisas de once varas…

sábado, 20 de noviembre de 2010

Nochevieja etílica


Ya empezamos a organizar las Navidades familiares y me “huelo” los malos rollos desde aquí.

Como cada año, nos hemos ofrecido (mi santo y la menda) a llevar lo que nos corresponda para la cena de Nochevieja.
Y nos ha tocado llevar la bebida.

Ya podría haberme correspondido la sopa (que no es por nada, pero me sale bastante mejor que la que trae la cuñada de mi primo, que pa mí que es descongelada, por otro lado, porque ese sabor tan intensísimo que tienen las gambas no es ni medio-normal), o los entrantes (que estoy hasta el gorro de los embutidos resecotes que pone mi tía desde tiempos inmemoriales) incluso, la merluza en salsa (que me queda de cine, que me lo dicen todos…), o el salmón, mismamente (para ahorrarnos esas láminas marinadas incomibles que traen mis primas desde la mismísima Escandinavia –dicen- y que cada año provocan dos o tres diarreas al azar entre los miembros de esta, mi familia). Con que me hubieran tocado las uvas, me habría dado con un canto en los dientes. Mucho mejor que intentar pasar esas bolas verdes y amargas que trae mi madre del pueblo y que, asegura, son de “cultivo ecológico”, sin conservantes ni colorantes (si los pesticidas consiguen ablandarlas, ¡por mí que los echen por litros!).

Pues no. Tienen que ser las bebidas.

Con lo mal que se me da a mí calcular las cantidades que se ingieren en estas circunstancias y los grados etílicos que aguanta cada uno…

El año pasado, por aquello de la crisis, decidí que lo mejor era pasar del champán, que es una costumbre un tanto carca y snob, y centrarnos en la sidra El Gaitero, que nunca te falla y da un toque de vidilla y alegría a toda reunión que se precie. Además, con eso de que es “famosa en el mundo entero”, pensaba yo, menudo puntazo me estoy cascando… Por no parecer una “husmias”, arrimé al grupo un par de cajas de txakolí, tan apañado para el cocktail de bienvenida y muy de nuestra tierra.

Bien.
Pues fue entrar por la puerta con mis botellas y empezar a aguantar la cantinela de todos los convocados: que si “menuda cutrada”, que “a ver si por empezar el año bebiendo ese pis carbontado nos van a lanzar las siete plagas y nuestra suerte va a caer en picado”, que “hay que ver, lo que se gasta en esta santa casa en turrón y polvorones y, en cambio, en alcohol, andamos a la pela”, etc, etc…

El caso es que no quedó ni una gota. Se lo bebieron todo.
Y, por los cánticos de madrugada, me atrevería a jurar, incluso, que de buena gana.

Así que este año, repetimos.
Con lo bien que habría quedado presentándome con mi mero con gulas en salsa verde o mi pularda rellena de setas en su jugo… pero no: este año, por mis muertos que vamos a brindar con anís “El Mono”. Porque total, por muy soeces que se pongan, se lo van a beber igual...

Salvo que me toque la lotería, claro.
En ese caso, me liaría la manta a la cabeza y desabastecería de Moët al Carrefour.

Pero tranquilos, que este año tampoco me va a tocar el premio del calvo (¿sigue el calvo repartiendo boletos o se ha pasado a las papelinas?). Así que seguiré buscando los chollos del LIDL, a ver si veo un anís apañao o un clarete que no dé mucho ardor y cubro el expediente.

¿No quieren alcohol?
Pues toma alcohol. Sin destilar te lo pongo.
Para que el año que viene me vuelvas a encargar las bebidas.
¡Avispao!

jueves, 18 de noviembre de 2010

Revival


Cada vez que recuerdo la sensación, se me encoge el alma.

Desprenderte del abrigo, sentarte con cuidado en la silla frente a cuatro pares de ojos que te contemplan en busca de la más mínima “pelusa” que enturbie tu imagen. Y, de pronto, como salida de la nada, ahí la tienes: la tercera teta.

Y todo por culpa de esa hombrera desubicada que, haciendo alarde del libre albedrío y como guiada por un impulso con vida propia, se coloca en el lugar menos indicado con tal rapidez que ríete tú del acelerador de partículas.

Ya sé, ya sé: te has percatado ipso facto. Pero, créeme, es demasiado tarde…

Porque toda la concurrencia ha sido testigo mudo de esa prótesis con velcro que asoma sobre el sujetador y sonríe bravucona. Tus manos la arrancan del borde de la blusa y la llevan al bolso (y pensar que crees haberlo hecho disimuladamente… pobre…) y los ojos del personal corren a mirar el hombro derecho, por si su prima-hermana se arranca por peteneras y decide suicidarse lanzándose también al vacío, por solidaridad con el complemento izquierdo.

De modo que te encuentras sentada, inclinada hacia el lado huérfano de guata, intentando mantener una compostura despareja que no hay Dios que disimule ni justifique. Casi-casi peor que cuando se le cayó a mi amigo Satur el par de calcetines-hechos-bola por la pernera del pantalón hasta el suelo (calceto blanco, para más inri) en pleno discurso de agradecimiento por su fiesta-sorpresa de cumpleaños. Y cómo rodaban por la pista los jodíos… Quién le mandaría…

Bueno, pues eso, que parece que vuelven las hombreras y yo no duermo por las noches por este revival tan chusco.

Mira que no me importaría tanto que resucitaran las medias de amebas o los bombachos-piratas, ¡incluso los panties-cristal!, pero las hombreras… hombre, por favor, ¡qué mala idea! Con la adicción que me gasto yo con estas almohadillas… ¡si he llegado a ponerme tres pares sobre cada hombro por culpa de mis clavículas-caídas!

¡Me opongo una y mil veces!
Quede constancia.

Confieso: en el año 88, me cosí un par a la camiseta del pijama porque decidí que Hello Kitty tenía una carita como tristona y, con esta ayuda, mejoraba más que con un lifting de urgencia. Y las cosí tras varias noches encontrándome las hombreras bajo la cama o en el cajón de la mesilla (¡!). Si es que tienen vida propia, que os lo digo yo… ¡cualquier día se organizan y controlan el mundo! No podemos dejar que vuelvan y se reproduzcan al tuntún. Sería el fin del buen gusto... yo no hago otra cosa que repasar mis fotos de los ochenta y pienso: ¿quiero esto de nuevo para mí y, lo que es peor, para mi pobre hija?

¡Que no, hombre, que ni hablar!
¡Que es verme con el cardao en semi-tupé, las medias de rejilla, las chapas de acid house y mis súper-hombreras a lo Buzz Lightyear y echarme a llorar de la desesperación que me corroe!

¿Cómo me dejaban mis padres salir así a la calle y no me daban dos tortas para que entrara en razón? ¿Quizá porque mi madre llevaba también su par de hombreras bajo la camisa, sujetas con las tiras del sujetador?

Pues menuda herencia espantosa que legar a una hija…


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