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sábado, 30 de julio de 2011

Cerrado por disfrute personal

Bueno, gente, me despido hasta Septiembre.

Pensaba que nunca escribiría estas palabras. No en vano, este ha sido el Julio más frío, largo y lluvioso que me he echado a la cara desde que tengo memoria. ¡Parecía no terminar nunca! Y mira que en mi infancia me he hinchado a llevar katiuskas y chubasquero sobre el bañador, ¿eh? Pero lo del 2011 no tiene nombre, porque al agua le hemos añadido un frío polar con el que no contábamos y que no nos correspondía (¡malditos esquimales, que nos mandan lo peor!... ¡así se les descongele el iglú!). ¡Pero si he salido a trabajar a 12 grados más de una mañana, qué te voy a contar!

Ahora bien, ver los complementos de la gente a esas horas era de risa: por arriba, cazadora con bufanda de angora y por abajo, sandalias de dedillo-al-aire. Menudo cuadro mañanero… Que luego llega el mediodía y ponte a quitarte capas y capas de ropa (con suerte, claro). Como no seas previsora y te conozcas el percal, puedes cometer la estupidez de sudar la intemerata bajo tu jersey de cuello cisne a 25 grados a la sombra (tampoco más, ¿eh?, no os emocionéis). Desde luego, si los diseñadores tuvieran que guiarse de lo que se va a llevar por lo que vieran en mi ciudad, iban “daos”. Porque siempre (y recalco el “siempre”) se lleva lo mismo: el atuendo “cebolla”. Esto es, forro polar en la capa más exterior y camisetilla de tirantes en la más interna, con media docena de capas intermedias, que alternen con estilo el algodón más rabioso con las fibras más sintéticas, por aquello de no abusar de la transpiración desaforada.
Lista que es una…

A lo que íbamos, tuerta: que me voy de vacaciones.
Y no digo el destino por los paparazzis
Que no os lo he contado, pero… ¿recordáis que allá por Octubre (semestre arriba-abajo) empecé la “operación bikini”, jurando por mis muertos (los pobres…) que esta vez sí que sí? Pues eso, que no que no… que esta vez tampoco, vaya… Vamos, que no quiero que me pillen los reporteros con la tripa colgandera y los brazos sin tonificar, así que me callo prudentemente mi lugar de veraneo y ya, si eso, os lo “casco” a la vuelta.

Igual que el año pasado, no prometo publicar nada durante el mes de Agosto, porque no siempre encuentro un wifi en condiciones (esto es, gratuito o “mangable-sin-represalias”) a mi disposición. Pero si lo hay (el wifi, no la disposición, que esa siempre la tengo preparada), contad con una entradita. Eso seguro.

En cualquier caso, os digo lo de siempre: que disfrutéis; que viváis a tope estos días, solos o acompañados, igual me da; que comáis y bebáis todo lo que el cuerpo os pida (cuidao que, a veces, pide más que un niño-chico, ¿eh?); que viajéis/leáis/durmáis/etc sin control… en definitiva: que seáis felices, que es el único fin de todo esto, y que ni se os ocurra volver con las dichosas “pilas cargadas” (odio esa frase), que para baterías ya tenemos las de Duracell, y si no que se lo pregunten a la conejita del anuncio…

Lo dicho: ¡¡¡¡¡¡¡¡¡feliz verano y mejor descanso!!!!!!!!!!

jueves, 28 de julio de 2011

Hecha la ley, hecha la trampa

"No reírse de nada es de tontos, reírse de todo es de estúpidos".
-Groucho Marx-

Venga, otra tanda de leyes americanas absurdas, a imagen y semejanza de aquella entrada que tanto os gustó (por decir algo) del mes de enero (ver Prohibido todo para siempre, para mayor deleite de la concurrencia).

- En Rhode Island, cualquier matrimonio en el que una de las partes sea “idiota” o “lunática” (tiene gracia que este término se haya traducido en su versión femenina, pero bueno) se considerará nulo. Pues me encantaría saber quién es el guapo que se encarga de “catalogar” a los matrimonios en tela de juicio. Imagínate al pobre hombre, en plan… “hmmm, sí, sí, confirmado, tiene usted tal que la cara de un idiota crónico”. O, por ejemplo, “ehhh, señora, ¿no le ha dicho nunca su médico de cabecera que es usted una lunática de manual? Pero tranquila, que tiene tratamiento y le va a dejar el cutis (y el estado civil) como nuevo.” Conozco yo a tantos matrimonios nulos, entonces…
- Aunque es curioso que confundan el “prohibir” con el “recomendar por el bien de la Humanidad”, resulta que en Tennesse está prohibido conducir dormido. Teniendo en cuenta que en Minnesota lo ilegal es dormir desnudo, ¿podríamos concluir entonces (ya sabes, la chorrada aquella del colegio de que si A=B y B=C, se infiere que A=C) que tampoco se puede conducir desnudo? ¡Pues vaya mierda! Menudo país de retrógrados aburridos…
- En Texas es ilegal disparar a un búfalo desde el segundo piso de un hotel. Norma que me provoca varias cuestiones:
   a) ¿Tiene que ser un búfalo? Si con lo que te topas es, pongamos, una cebra, colibrí o zarigüeya, ¿la ley no aplica? Pues parece ser que no. Si nos ponemos exquisitones con la interpretación, yo diría que en esos supuestos puedes disparar a placer, ¿no? Eso más que laguna legal es todo un océano jurídico…
   b) ¿Has de estar en el segundo piso? Entonces, si la urgencia te pilla en un primero, tercero o sucesivos, ¿puedes matar al bicho sin pudor? Y ya ni te cuento si te encuentras en la azotea, donde la puntería sobre los bisontes es mucho mayor y la legalidad te acompañará siempre. Menuda carnicería puedes organizar…
   c) El segundo piso se circunscribe a los hoteles, supongo yo (en toda mi ignorancia), ¿para evitar despertar al de la habitación de al lado con disparos intempestivos? Y si estás en un edificio de oficinas, motel de carretera o bungalow de las afueras, ¿esta norma me la paso por el arco del triunfo? Pues sí. Estate tranquilo, que en ese supuesto el búfalo es tuyo. Él se lo ha buscado. Y al vecino que le den.
- En Washington (agárrate, que ésta es muy buena) es inconstitucional fingir que tus padres son ricos. No me digas que no es genial. “El fardar se va a acabar”, podría ser su slogan. Como te pillen alardeando de padre multimillonario y madre farandulera, al trullo que vas. Esta norma no aplica (como es de suponer) en Los Ángeles. Sería la hecatombe.
- En Tulsa, Oklahoma, va contra la ley abrir una botella de soda sin la supervisión de un ingeniero diplomado. Ni te cuento lo que exigen para pelar una patata o asar un pollo en papillotte. Tienes que mostrar titulación universitaria en física cuántica o, en su defecto, un posgrado en neurocirugía cerebral. Vamos, igualito que aquí, que nos automedicamos con una soltura que da risa.
- Ojito a esta Ley de Kentucky: “Ninguna mujer debe aparecer en traje de baño en ningún aeropuerto de este Estado a menos que sea escoltada por dos oficiales o vaya armada con una porra. Las disposiciones de este decreto no serán aplicadas a mujeres que pesen menos de 90 libras (aprox. 40kg) o más de 200 libras (aprox. 90kg), ni serán aplicadas a yeguas.” Entonces, las yeguas… ¿pueden pasearse en bikini por el aeropuerto? Por no hablar de las anoréxicas o las obesas, quienes no precisan requisitos para estos menesteres. A mí me parece discriminatorio. ¿Por qué yo me tengo que gastar la pasta en una porra y mi prima Maruja, que se come los donuts a puñaos, puede ir en bikini (con la grima que da verla) por los aeropuertos de Kentucky sin temor a que la cachee un yanqui sin escrúpulos? Lo que yo te digo: esta ley sólo crea grupos marginados. Y yo siempre caigo en alguno, ¡maldita sea mi estampa!
- En Memphis, Tennessee, es ilegal que una mujer conduzca un coche a menos que vaya un hombre (corriendo o andando) delante de ella, agitando una banderita roja para avisar a los motoristas y peatones que se acercan: mira, majo, no te digo yo dónde iba a acabar el pobre hombrecillo de la banderola… ¡entre mis ruedas, por misógino, soberbio y machista! Me juego algo a que esta ley la escribió algún oriundo de Arizona. ¿Y por qué dice esta lo de Arizona?, os preguntaréis. Pues por esto, hijos, por esto:
- El sexo oral es ilegal en 18 estados, incluido Arizona. ¿Cómo iba a estar el pobre legislador? Pues resentido con el género femenino en general y con su parienta en particular, supongo. Tanta contención (por no llamarle represión, directamente) sólo puede traer medidas estúpidas. Cuando no se piensa más que con el perineo, ya se sabe…

martes, 26 de julio de 2011

¡Hágase la luz! Y la luz se hizo... la interesante

Hoy nos hemos quedado sin luz.
De pronto, a eso de las 11 de la mañana, todo se ha ido al garete.
Los diferenciales, en una especie de coreografía demencial, han empezado a bailar salsa dentro de la caja de luces y mi santo y yo asistíamos perplejos al auténtico “efecto discoteca-a domicilio“. Luces encendidas, luces apagadas. Diferencial arriba, diferencial abajo. Chispazo por aquí, chispazo por allá…

Yo le decía a mi "costilla":

- Dale al general, que seguro que se ha puesto tontorrón porque sabe que en breve nos vamos de vacaciones.
- Que no rula. Ya le he dado tres veces y vuelve a saltar.
- ¡Y qué manía con saltar! Si se supone que esa palanquita es algo estático. Nadie diría que esconde tanta alegría en su interior…
- Pues tú dirás qué hacemos. Hay que dejar el diferencial “peliagudo” bajado.
- ¿Y ese a qué afecta?
- A varias cosillas sin importancia…
- ¿Como por ejemplo…?
- La nevera, el microondas y la tele. Ah, y todos los enchufes. Pero tranquila, que la lavadora tiene su propio fusible, así que se puede seguir usando…

Cojonutis.
No podemos comer, cargar el móvil o entretener a los niños con maquinitas-varias. Pero podemos dedicar el día a la colada. No me digáis que no un planazo…

Así que, varias horas después de llenarnos la barriga gracias al telepizza y de llevarle los helados y congelados a mi madre para que alguien los aprovechara, mi mente ya no estaba para bromas. En la calle llovía a cántaros y los niños se habían ventilado las baterías de (en este orden) la Nintendo, el Ipod de su padre y la maquinita ochentera de recoger enfermos con una camilla, que guardaba con cariño en la mesilla y mis monstruitos habían debido de encontrar en una de sus muchas incursiones en busca del tesoro perdido.

- Cielo, o lo arreglas o lo arreglas. Pero yo ya no puedo más. Los niños empiezan a pedirme las pilas del vibrador para ponérselas al cuentacuentos. Y por ahí sí que no paso…
- Pues como no llamemos a un electricista de urgencia… déjame, a ver qué se me ocurre, porque el chispas nos puede pegar una “clavada” de escándalo…
- A mí que me claven lo que haga falta, mientras al final vea la luz…
- Ojito con lo que dices, que se te puede malinterpretar…

Y la luz se hizo.
Eso sí, a las 10 de la noche. Justo cuando mi santo aprovechó un descanso del diluvio universal para salir a la terraza y descubrir que “alguien” se había dejado enchufado (y abandonado a su suerte) el inflador automático de la colchoneta. Normal que saltara una y otra vez el diferencial. Lo raro es que no nos hiciera cortes de mangas entre bote y bote.

Ahora sólo nos queda descubrir a quién se le ocurrió jugarse el tipo dejando el cable pelao a la intemperie.
Como lo pille, lo mato…

domingo, 24 de julio de 2011

Cuando hablas, sube el pan

"La inteligencia artificial no se iguala con la estupidez natural"
-Ley divina... de la muerte...-

El famoso “por qué no te callas” en su modalidad más extrema es lo que le haría falta a más de uno, para evitar catástrofes apocalípticas (como poco) al resto de los mortales:

- “La hipertensión se previene con mucho sexo y baile”, José Gomes Temporao dixit. ¿Y quién es este pavo?, os preguntaréis muchos. Bah, pues nadie importante. Solamente el Ministro de Sanidad brasileño, ahí es nada. Vamos, un mindundi indocumentado cualquiera… El caso es que este hombre preconiza que lo mejor es una media de 5 coitos semanales, tengas la edad que tengas, para tener una salud cardiovascular de hierro. Y añade: “no es una broma”. Menos mal que me lo aclaras, machote. Yo pensaba que te estabas quedando con los abuelillos y demás especies protegidas. Pena que voy a tener que reducir mis verbenas erótico-festivas, no vaya a quedarme hipotensa. Y es que 5 (por muy buena rima que tenga) me parecen tan pocos…
- “El pollo que comemos está cargado de hormonas femeninas. Por eso, cuando los hombres comen esos pollos, tienen desviaciones en su ser como hombres”. A ver, querido Evo (Morales, who else), cantemos un poco: Ahora que vamos despacio, ahora que vamos despacio, vamos a contar mentiras, tralará… Aseguras que el pollo del supermercado viene cargadito de hormonas femeninas, tralará. Y que, cuando mi santo come (pongamos) una pechuguita en salsa o unos muslitos a la plancha (que me salen de rechupete, por cierto), ¿se está metamorfoseando en una especie de híbrido entre… Andreíta y los Locomía (no me digas que no parece un grupo de la movida)? ¿Es eso, tralará tralará? Aménjesús, lo que hay que oír por tener alitas…
- “Me he tirado a todas las del pueblo. No gano suficiente para taxis a otras poblaciones, así que no me queda otra que mudarme”. Así, con un par (literalmente). Danny James, oriundo de Lytham Saint Annes, localidad del condado inglés de Lancashire, afirma haberse beneficiado a T-O-D-A-S las mujeres del lugar. Por este motivo, no ve más salida para mantener satisfecha su adicción al sexo que trasladarse a Liverpool, ciudad más poblada y con un mayor abanico de posibilidades “jaraneras”, en la que (seguro) hará las delicias de las más dispuestas y saboreará las mieles del éxtasis y el desenfreno. “Sé que mi historia suena graciosa, pero es un verdadero problema, ya que la cantidad de taxis a los que tuve que recurrir para viajar a localidades cercanas me sumió en la más profunda bancarrota”. Ya, Danny, ya me imagino que tanto látex al por mayor acaba con cualquier economía. Pues suerte, chaval. Y ahí te lanzo mi recomendación del día: ¡mejor fórratela!
- “La denuncié por dejarme insatisfecho. Eso no se hace, hombre. Es criminal.” La que habla es la voz de la desesperación más inhumana. Un panadero de Granada acudió a la Oficina del Consumidor para denunciar a una prostituta que le había dejado, según él, insatisfecho. El cliente, al parecer, abonó a la meretriz la nada despreciable cantidad de 160 euros por un servicio que, a su parecer, debía procurarle a sus carnes los mayores gozos y regocijos que el dinero puede comprar. Sin embargo, la chica no se “trabajó” el jornal lo suficiente y dejó al pobre hombre con carita de “¿capasao?”
Ayyy, Ambrosio, mira que te lo tengo dicho: que se paga al final del servicio contratado, jomío, que eso lo sabe hasta el más “corki”. Ahora, no te esperan más que incomodidades: que si déme el libro de reclamaciones que me voy a explayar a gusto con la tiparraca esta, que si vete a declarar ante el juez ante las risotadas de tus paisanos, que si a ver cómo le explico a mi madre que esa señora no era mi novia formal, sino sólo una pilinguibuff, ¡qué movidón!


Y no sigo que me canso, pero hay muchos más, ¿eh?
Otro día os los cuento…

viernes, 22 de julio de 2011

Me llaman la bien-pringá

Cada vez que me acuerdo de mi madre con su perorata de “tú lo que tienes que ser es una mujer moderna, con su carrera, su carné de conducir y su casa pagada antes de los 40”, me dan ganas de retrotraerme en el tiempo y volverme una Estefanía de Mónaco cualquiera, con su puntito de rebeldía y sus maneras de golfilla, pero eso sí: libre (aparentemente) de preocupaciones y malos rollos.

Porque resulta que, en mi casa, a cuenta de estos pundonores y orgullos mal-entendidos, la que conduce es la menda.

Mi santo, después de mucha palabrería barata promesa durante el noviazgo, llegó un día y se plantó.
Me dijo que ya no pagaba más clases de autoescuela (a las que nunca asistió, por considerarse un “autodidacta natural”), ni se presentaba a ningún examen-tipo-test-del-demonio (cosa que tampoco llegó a hacer nunca, aunque una vez creo que estuvo a punto de acudir… pero no), por no hablar de las clases prácticas que tampoco le motivaron lo suficiente (sigue contando que una vez, en los ochenta y a sus tiernas 16 primaveras, su padre y su primo le dejaron conducir un R18 por una pista sin asfaltar y llegó a meter primera ¡e incluso segunda!... toda una proeza para un chiquillo y, en la actualidad, un delito del que se jacta a la que puede) porque él “ya sabía conducir, habrase visto el imbécil del profesor intentando explicarme cuál es la izquierda o la derecha porque dice que confundo el acelerador con el embrague”.

Bien. El caso es que tenemos un permiso de conducir en casa.
Punto-pelota, que me extiendo y no llego a nada.

Os podéis imaginar lo que esto (me) supone.
Cada vez que hay un Bautizo, Boda, Comunión o fiesta de guardar, me toca:

- Conducir hasta el convite con tacones (aunque he aprendido, después de años de “conductora familiar oficial”, que es mejor llevar unas alpargatas en la guantera y cambiarte el calzado al aparcar, para hacer la entrada triunfal con todos tus complementos originales, como la Barbie).
- Adaptarme todos los modelis a su versión “cómoda”, para el asiento y el cinturón de seguridad. Se acabó aquello de embutirme en un trapo dos tallas menor porque me estiliza el doble (y realza mis encantos naturales, todo hay que decirlo), colocarme un pamelón de escándalo (el de detrás me pitaría, por no poder ver las señales) y poner en el aperitivo la excusa esa de “no, no me siento porque me han dicho que de pie se crecen dos milímetros al año y, como llevo ya 300 días así, no me gustaría estropear hoy mi avance sin motivo ni fundamento”. Ahora, voy mucho más suelta, fresca y despreocupada. No luzco tanto (dónde va a parar), pero bueno, es lo que tiene ser una “mujer moderna” (¿verdad, madre?).
- Beber agua. O coca-cola. O mosto, limonadas y naranjadas varias. O una infusión, como las “rancias”. Vamos, lo que se dice un fiestón. Ni me arrimo a los combinados, no vaya a pegárseme al atuendo algún grado de etanol suelto en el ambiente y me empapelen al volver a casa. Está la cosa pa bromas…
- Ver cómo las demás féminas de la fiesta llegan impolutas, relajadas e impecables, porque sus maridos las transportan con mimo hasta el lugar de celebración, mientras yo dejo el coche a 2 kilómetros de la Iglesia y vuelvo con todos los tíos a reunirme con la familia a la que, minutos antes, he dejado cuidadosamente en la misma puerta.

Por si todo esto no fuera suficiente “modernidad femenina” (gracias de nuevo, madre, por tus sabios consejos y sublimes intenciones), ahora resulta que no sólo transporto copiloto, sino dos niños que son la mar de graciosos cada vez que mamá emprende un viaje: me piden a mí (y no a su padre, que suele tener la cabeza a estas alturas de trayecto en un ángulo extraño y habla en alto mientras sueña) el agua, las galletas o que les cambie la película/canción que esté sonando. He llegado a desarrollar un movimiento, al que yo llamo “el latiguillo”, que lo mismo me resuelve la papeleta con las demandas de la chavalería que le pega un viaje “sin querer” al marmota de al lado. Lo bordo.

Y siempre lo mismo, oye:

MI SANTO: Ainssssss
YO: ¿Qué, otra pesadilla?
MI SANTO: No, que me has dado con la mano en toda la oreja.
YO: Habrá sido sin querer…
MI SANTO: No sé cómo lo haces, pero siempre me das en el mismo sitio “sin querer”.
YO: ¿Qué insinúas? ¿Que te doy adrede por quedarte dormido en el asiento de al lado el día después de una boda que acabó a las 5 de la mañana? ¿Que mi mente perversa y envidiosa me lleva a vengarme cada vez que te veo cabecear sobre el salpicadero sin control? ¿Que dejo caer la mano de canto sobre tu anatomía cada vez que les tiro a los niños el paquete de ganchitos en plan frisbee?
MI SANTO: Nonono. No se me ocurriría insinuar tales cosas…
YO: Pues tengamos la fiesta en paz, ¿eh? O te dejo en la cuneta y a ver cómo recorres los 300 kilómetros que nos faltan para llegar a casa, con la resaca que te traes puesta…
MI SANTO: Vale, vale. Ya me pongo hacia la ventanilla, no vaya a molestar a la señora…


¡Cagüentólocagable!
¡Me cisco en las mujeres modernas y su puñetera independencia!
¡Yo lo que quiero es ser un poco más florero, coño, que me han hecho un hijo de madera con el invento este!

miércoles, 20 de julio de 2011

Esto... pibe, ¿viste?

- Tía, tía, tía... que me ha vuelto a llamar el pesado aquel que conocí en la speed date de mayo.
- A ver, Maripaz, refréscame la memoria, que con tanto ajetreo sentimental, ya no sé de quién me hablas. Vas a speed date mensual, así que tú dirás si no es pa liarse...
- Que sí, mujer. El "mafioso". ¿Lo recuerdas?
- ¿El que consiguió tu móvil sobornando a la organización?
- El mío y el de las otras 24 participantes, sí. Ese.
- ¡Qué miedo! ¿Y qué quiere?
- Pues que quedemos, dice. Y ya no sé qué excusa ponerle. La semana pasada fueron unas anginas mal curadas y la anterior un viaje ineludible. Hoy me ha pillado tan "en blanco", que no he estado rápida.
- ¿Que no has estado rápida? ¿Tú? ¿La speedy-González de la cuadrilla? ¿La única capaz de responder a la vez un e-mail, un fax y una videoconferencia? No te creo...
- Que sí, que sí. Que le he confundido con otro y he empezado tonteando, así que cuando me he "caído del guindo", ya era demasiado tarde. El muy ladino me ha llamado con número oculto y ha modificado un poco la voz. Eso, unido a mi "hambre lobuna" y mi emoción descontrolada, ha sido el caldo de cultivo ideal. He caído cual pichona en la trampa...
- Ya... ¿y con quién dices que le has confundido al principio?
- Ehhh... es igual. No le conoces.
- Vaya... ¿pero quién es?
- Uno cualquiera.
- ¿Uno cualquiera... pero cuál?
- ¿Qué quieres? ¿Un nombre?
- Bueno, pues sí. Un nombre estaría bien para empezar...
- Ehhh... Bruno. Se llama Bruno.
- ¿Bruno?
- Sí. Bruno. Ya te he dicho que no le conoces.
- Bruno... ¿dónde he oído yo ese nombre...?
- Nidea. Anda, tira pa la calle, que todavía nos cierran la panadería.

La veo pelearse con la puerta del portal, en un claro intento por tapar algo que debe de haber a su espalda. Como si no la conociera...

- Uy, Maripaz, creo que se te ha caído algo del bolso.
- ¿A mí? ¿Qué es...?
- No sé. Parecía un billetito...

Aprovecho la coyuntura y la rodeo mientras se lanza hacia el felpudo de entrada en busca de un papelito inexistente. A mí me va a pillar esta...

Y allí, justo en la segunda línea de buzones, aparece lo que tanto me sonaba y no ubicaba:

Doctor Bruno Gutiérrez
Psicoanalista


- No puede ser...- me sale sin querer, es inevitable. Maripaz me mira desde la altura de mis rodillas con cara de cordero degollado. Tiene las rodillas hincadas en el duro mármol y las manos metidas en el bolso, comprobando que no le falte nada. Todavía no se ha dado cuenta de mi descubrimiento.
- ¿No puede ser qué? ¿No puede ser un billete lo que se me ha caído o no puede ser cierto que me esté dejando las piernas desolladas porque mi vecina del alma no me echa un cable?
- No. Que no puede ser verdad que te estés tirando al argentino del 2º B.
- ¿Yooooo? ¿Al argentino del segundobéééé? ¿Tirármelooo?
- Maripaz: déjalo ya. No soy tu madre. No tienes que negarme tres veces. Sé adulta y reconoce las cosas por una vez.
- Es que... me ponía esos ojitos tiernos en el ascensor... y...
- ¿Y del ascensor pasasteis directamente al catre, no?
- Al diván.
- ¿Al desván?
- ¡Que no! ¡Que le pedí hora!
- ¿Que le pediste la hora?
- Nooo... mira que eres dura de mollera... ¡Le pedí hora! ¡En su consulta! ¡Como psicoanalista, so melona!
- Pero Maripaz, ¿a ti para qué te hace falta un psicoanalista, con lo claras que tienes las cosas?
- Pues está "cristalino" para qué me hacía falta. Para descubrir el significado de mis sueños, llevar a cabo mis fantasías y que no me quede nada reprimido en el inconsciente.
- Acabáramos. ¿Y te ha funcionado?
- Rotundamente sí.
- ¿Te lo ha curado todo en tan poco tiempo?
- Es que no hay como una buena "terapia de choque"...-me dice guiñándome un ojo.
- Ya... y el "choque" te lo ha metido...
- ... tres veces al día, sí. Mano de santo...

No, si argentino tenía que ser...
Aunque a mí, lo de llamarle "santo" me parece excesivo, ¿no?


lunes, 18 de julio de 2011

No hay nada más odioso que... (II parte)


- El abrir y cerrar de puertas de la casa de al lado (lo sé, lo sé: lo de mis vecinos es demencial). Plim-plom; tris-tros; zaca-pum; pof-pof. No puedo más. Mi santo se ha empeñado en ver una peli albanesa intimista (más que “intimista” yo la llamaría “visceral”, de tan profunda que me parece) y, en pleno diálogo susurrado (y en versión original sin subtítulos, que ya hay que tener valor), los colindantes comienzan a darle de leches a los marcos de sus puertas. Zaca-ploff; tam-tam; bum-bum… la albanesa mueve la boca y yo no la escucho. “¿Qué ha dicho la del moño?”, le pregunto a mi costilla. “Ni idea”, me contesta. “Pues rebobina, ¿no?”, insisto yo (en vocabulario tecnológico, me quedé en los ochenta, lo reconozco). “No se puede. No funciona el botón del mando. ¿Por qué te crees que no hay subtítulos y la estamos oyendo en albanés?”. Acabáramos. No es una peli albanesa. Es simplemente que las duracell han dicho “basta”. Menudo susto. Pensaba que mi santo se había vuelto un frikipedante

- Un móvil que suena y nadie contesta. Vamos a ver, bonita. Tú, sí, tú: la de las mallas apretadas y el bolso mega-enorme. Llevo escuchando el timbre de tu móvil desde hace tres minutos. Además, lo llevas in crescendo, para irnos irritando de forma directamente proporcional a la desgana de su propietaria. Por si todo esto no fuera suficiente, te has propuesto mostrarnos a todos que la canción del verano va a ser la nueva Lambada y tenemos a la Jenni gritando en bucle a pleno pulmón “on the floor-on the flooooor” sin resuello. Y verás, mona: todo esto, en condiciones normales, no pasaría de pura anécdota. Pero es que se da la circunstancia de que estamos en un funeral y que el muerto es mi primo. Haz el favor de contestar o poner eso en silencio, porque como venga la viuda y te trinque del cuello, yo no respondo de las consecuencias. Y pueden ser terribles… ¿no dicen que de una boda sale otra boda? Pues ojito, no vaya a pasar lo mismo con los velatorios…

- Los orgasmos de Maite y Brandon, el cubano saleroso. La viuda del segundo, doña Maite, se ha traído un cubano de uno de sus viajes con el Imserso. Vive con ella desde hace meses y, dado que no le cobra alquiler, le está sacando chispas (y lo que no son chispas). Ella te lo “vende” como un chico con ganas de “prosperar” (ya), que le arregla los enchufes (ya, ya) y le tiene la casa perfectamente adecentada (¡que ya!). Él, simplemente, se deja querer por doña Maite (que, todo hay que decirlo, está estupenda para su edad… y para la mía, ¡nos ha jodido!) y siempre te saluda sonriente en el ascensor, mientras te pregunta con sus dientes blanquísimos-cual-piano-de-cola: “¿necesitas que te arregle algo en casa, guapa, que me sobra una horita antes de la comida?” Yo siempre pienso lo mismo: “no preguntes, hijo, no preguntes…”, pero termino contestando: “uyy, nooo, a mí, mi santo, me lo tiene todo-todito bien dispuesto y calibrado, pero muchas gracias, salao”. Él me suele mirar con cara de “pero es que tú no sabes cómo restauro retablos y pulo superficies”, pero yo me hago la sueca y me escapo sudando por el rellano. Hasta que, llegado ese punto de no-retorno de la noche, en el que estás a punto de conciliar el sueño, empiezas a escuchar a doña Maite como a lo lejos. Al principio, no sabía si es que el cubano había resultado ser un asesino-en-serie y se estaba guindando a la viuda en el portal. Pero, a los pocos minutos, descubrí (descubrimos, porque esto se tiene que oír desde el estanco de la esquina) que era más bien ella la que se dejaba “guindar”. Porque a ver si esos gritos de “ay Paco, qué engañada me tenías” o “por qué no iría yo a Cuba hace años” son muy normales… la única pega que le encuentro a todo esto es que a la pobre se le está acelerando (a marchas forzadas) el desgaste de cadera. Y no es envidia-cochina la que me corroe, ¿eh? Eso quiero dejarlo bien clarito…


¿Y a vosotros?
¿Nada os perturba? ¿Os incomoda?
¿Os hace chirriar los dientes o crujir las meninges?

Pues, como diría Carlos de Inglaterra, “soy toda orejas”…

sábado, 16 de julio de 2011

No hay nada más odioso que… (I parte)

- El taladro del vecino a las 8 de la mañana de un sábado. Como no hay meses en el año ni días en la semana, el jubilado del segundo ha decidido (por el artículo 33 del Real Decreto “melasuda-barra-ahítejodas”) que todos vamos a ser partícipes de las mejoras de su hogar. Y qué mejor forma de entretenernos que colgar cuadros y levantar rodapiés en esas “horas tontas” que nadie aprovecha, como las mencionadas 8 de la mañana o las famosas 4 de la tarde de la siesta del domingo. Entre semana, la verdad es que anda despistado, porque somos una comunidad (digamos) variopinta (como poco; tú dirás, viviendo en el mismo bloque un bombero, una economista y una actriz de varietés) y no conciliamos horarios, por lo que las mejores horas para molestar quedan dispersas a lo largo del día. ¿Solución que ha encontrado este buen hombre? El llamado “botepronto”: ¿que me apetece darle a la rotaflex un lunes a las 12 del mediodía? Pues le doy. ¿Que ahora se me antoja levantar azulejos y son las 7 de la tarde de un jueves? Nada, nada, qué mejor hora que ésta… ¿Que me he acordado a las 10 de la noche de hoy, miércoles, que no he pasado la lijadora al parquet del salón? Pues se la paso ya mismo, faltaría plus, será por horas, que el día está cuajadito de ellas… Hay un vecino que le ha amenazado con todo lo habido y por haber: con denunciarle (“uy qué miedo, me tiembla hasta la cachava”, le soltó la primera vez sin inmutarse), con pedir una indemnización de escándalo (“ya ves tú lo que me importa, si ya estoy jubilado y la ley no permite que me embarguen la pensión”), e incluso (en plena demencia por la falta de sueño) con sabotearle las ruedas del coche o los frenos del ascensor (“¿me está usted amenazando, joven? Porque a lo mejor le estoy grabando la conversación…”). Nada ha servido para detenerle. De hecho, yo creo que ahora le da al martillo con más fuerza, fíjate lo que te digo…

- El hedor persecutorio del camión de la basura. Da igual que vayas como peatón (en cuyo caso, llegarás a la oficina y todo Dios te mirará con cara de “Martínez ha vuelto a recaer en su Diógenes, porque huele como si se hubiera pasado la noche rebuscando en el contenedor de residuos orgánicos”) o como vehículo (no falla, callejón estrecho de única dirección en el que entras sin mirar, camión de la basura parado que te encuentras sin posibilidad de escape). La fragancia te acompañará hasta que te acuestes. Ese bouquet tan logrado de pescado avinagrado, carne ulcerada y huevos podridos, que sólo los mejores “narices” son capaces de apreciar. Como Martínez…

- El perrito apaleado. En este caso no parece que se trate de la mascota de ningún vecino. Es sólo un perro, aparentemente abandonado, que deambula por las calles de la ciudad sin dueño que le chiste. Y cómo llora el pobre… no tiene consuelo. Es un ayyy ayyy ayayayyy de lo más lastimero. Si me dicen que le han clavado agujas en las almohadillas de las patas me lo creo, porque suena como si lo desollaran en vivo y en directo. Luego, semanas después, te enteras de la forma más tonta (la pescadera, que todo lo sabe) que, tres manzanas más allá, un ciudadano anónimo (¡ja! Como si no supiéramos todos que ha sido el Notario…) le ha comprado un perrito a la chiquilla y lo tiene por las noches, recién destetado, en la terraza de la cocina a 3 grados bajo cero. Normal que llore. Lo raro es que no le insulte en 4 idiomas. Al Notario me gustaría verle de madrugada, en gayumbos al socaire, en plena ola de frío… Ser sin entrañas…

- La vecinita que está aprendiendo a tocar el piano. Al menos, la niña perpetra las partituras en horas lectivas y no de madrugada, como el de la Black&Decker. Pero es taaaaan cargante… Hoy, sin ir más lejos, se ha tirado sus buenos 30 minutos intentando tocar el comienzo del “Para Elisa” de Beethoven. Si no la ha empezado 40 veces, no lo ha hecho ni una. Ñigo ñigo ñigo ñi goñi goñiiii… y venga, otra vez… Yo sólo pensaba para mis adentros: “re sostenido, el re es sostenidooo, pazguataaa”… pero ella a lo suyo: Ñigo ñigo ñigo ñi goñi goñiiii… hasta que he oído que le tocaban el timbre y, a continuación, unos gritos en la escalera. He pegado bien la oreja a la pared medianera (no soy cotilla, es sólo que me gusta informarme) y, de pronto, como si estuviera en el cielo, la música ha comenzado a sonar fluida y armónica por toda la comunidad. Me sentía extasiada. Embelesada con la vida en general y con los compositores románticos en particular. Al terminar, me he asomado a la mirilla (¡que no soy cotilla, os digo!) y he visto salir a la actriz de varietés por la puerta de la vecinita. Lo que son los prejuicios, oye: jamás habría dicho que esa tipa fuera una virtuosa del pianoforte…


(Continuará…)

jueves, 14 de julio de 2011

¡Azumbawe!

- Mecachislamarsalada… me acaban de pasar el seguro del coche. Menudo siete en la libreta, en plenas rebajas de verano.

Mi vista no se aparta del ordenador. Por mucho que ponga, borre y vuelva a teclear la clave, no hay duda: es mi cuenta la que me saca la lengua desde la pantalla. Carlota, a mi lado, abre los ojos desconcertada.

- ¿El seguro del coche?- me pregunta con cara de asombro.
- Sí. Y eso que lo puse “a terceros”, que lo de “a todo riesgo”, como su nombre indica, es un auténtico peligro para la integridad familiar.
- ¡Pero si ya nadie paga el seguro!- afirma con ojos de “serás pringada… otra vez”.
- ¿Qué es eso de que nadie paga el seguro? Hasta donde yo sé (que suele ser bien poco, pero bueno), el seguro del coche es obligatorio. No hay más tu tía: se paga sin rechistar y punto en boca.
- Tú estás loca… ¿no tienes tele, o qué?
- Sí. Tengo tele. Y suerte que la compré antes de este sopapo en la cuenta, de lo contrario, tendría que poner a los niños a hacer el juego de los espejos en la terraza para pillar el reflejo de la del vecino en mis cristales. Cosa que llegué a plantearme cuando palmó la tele de-toda-la-vida, no te creas…
- Pues si ves los anuncios de seguros, entenderás por qué no hay que pagar la prima. Siempre hay alguien que te la mejora- me suelta Carlota de carrerilla, como si estuviera protagonizando un anuncio de la cuenta naranja.
- ¿Cómo dices?
- Pues lo que oyes. Si la poli te pide los papeles, tú le explicas que estás renegociando con varias compañías y que no se ponen de acuerdo entre ellas.
- ¿Que le diga al guardia civil de turno que se me rifan las empresas aseguradoras y que no me quieren cobrar hasta tener claro si me lo regalan por mi cara bonita o si, incluso, me pagan dinero por irme con ellos? ¿Es eso lo que propones?
- Es lo que yo hago. Ya llevo 3 años sin apoquinar. Como los de Fénix Directo me siguen mandando e-mails mejorando a la competencia por unos centimillos, no acabamos de cerrar el contrato…
- ¿Y cuela cuando te piden la documentación?
- Supongo…
- ¿Supones? Vamos a ver, ¿te han multado o no te han multado por ir con el seguro caducado?
- No. Lo cierto es que, en estos últimos años, ni me han parado, ahora que lo preguntas…
- Menuda asesora estás tú hecha.

Pues ya me ha dejado con la mosca detrás de la oreja…

A ver si alguien me lo explica: ¿cómo puede ser que TODAS las compañías de seguros prometan en su publicidad abaratarte la póliza que les traigas? Vamos, que te podrías pasar la vida entera presentando ofertas de la competencia un euro (por poner) más baratas, en espera de que te la mejoren. Eso sí, sin llegar nunca a renovar, propiamente dicho.

Que si esto fuera real, podría convertirse en una auténtica profesión, ¿eh?
Ya me estoy imaginando al clásico patán de discoteca, acodado en la barra, intentando ligar con una rubia que, a la pregunta de “¿y tú a qué te dedicas?”, reciba como contestación del machoman un “pues verás, chati, yo es que soy solicitante-crónico de primas-gangas”…

Porque, en pura teoría, podrías tirarte así in aeternum, hasta alcanzar una suma ridícula, ¿no? En plan: “uyyy, no, no me diga, señor líneadirecta, que me va a cobrar 6 céntimos anuales por mi seguro a todo riesgo. Si los de balumba me la dejan a 5 céntimos, los de mapfre a 4 y me ha dicho un pajarito que, si se la llevo a los del erizo, me la saco regalada y encima me dan una báscula de cocina y un albornoz, hombreporfavor, ¿usted se cree que me chupo el dedo?”

Y así, hasta el infinito y más allá…

martes, 12 de julio de 2011

Me duele la cara de ser tan joven

Oigo esta conversación en la peluquería cada dos por tres:

- Chica, no sé cómo lo hace, pero está estupenda...
- Pues sí. Por mucho que la critiquen, sigue siendo la mejor operada.
- Tiene una carita como de porcelana inmejorable, ¿no te parece?
- Tú lo has dicho: de porcelana. Literalmente "alicatada"...

No falla.
Llegada cierta edad, en la que las cremas ya no se absorben por igual y las patas de gallo parecen querer estrangularte desde el espejo de aumento, todas quieren parecerse a la Preysler. Aunque la hayan puesto verde por el camino o hayan jurado por sus muertos que jamás recurrirían al bisturí ni al hialurónico, todas flaquean y, por un segundo, añoran tener esos ahorros boyantes que les permitan llamar a su dermatólogo de cabecera en horas intempestivas.

Que una cosa es ir, qué te digo yo, a tu joyero de toda la vida, para que te fusile unos pendientitos ideales que le viste lucir en la portada de una revista (y así conseguir que te cueste la broma la décima parte) y otra bien distinta es presentarte ante el cirujano plástico de tu barrio, con una foto del Diez Minutos en la mano, pidiéndole por Tutatis que te deje la naricilla de la filipina, a conjunto con su barbilla momificada y sus pómulos puntiagudos. Y se dan más casos de lo segundo que de lo primero, por lo que parece. 

¿No sería mejor aprender “cómo vivir del cuento, fácilmente y sin hincarla”, o “procedimientos para dejar a tu ex marido millonetis con dos tangas al firmar la sentencia de divorcio”, métodos estos que te dejan muy relajada y con la cara desestresada y el alma desintoxicada? 

¿De verdad prefieres dejarte la cara como un puzzle de famosos, hombre, que los niños cuando te vean van a jugar a “adivina a quién le ha robado ésta los cachetes y las orejas”? ¡Que luego te saca el gracioso de Pablo Motos en su sección de "culo o codo" y nadie acierta! Todos gritando "¡culo!, ¡es culo, fijo!", "¡que no, que es un codo!" y, cuando abren plano, resulta que es tu papada... Menudo bochorno.

Es mejor envejecer con dignidad que intentar pasar por la eterna compañera de colegio mayor de tu hija.

Y si no me crees, mira a la Obregón, viviendo su enésima juventud (ya ni ella lleva la cuenta), afincada en Miami (ya hay que ser rancia) porque, según dice, su hijo se ha trasladado allí a estudiar y así le lleva la fiambrera a la puerta de la Universidad más cómodamente. Aunque yo creo que la causa tiene más que ver con el hecho de que esa ciudad reúne en su población la mayor concentración de señoras recauchutadas con estampado de leopardo del planeta. Se me ocurre que podrían organizar una manifa, al estilo de los indignados del 15-M, y sembrar de manchas marrones todo Coral Gables, al grito de "sin mis leggins no sois nada", "no falta dinero, sólo bisturís" o "dame laca y dime tonta".

Quizás ellas conseguían más por la estética que los otros por un mundo justo.
Tal y como está el patio...


 

domingo, 10 de julio de 2011

Tanto aire puro me asfixia...

Lo de Paqui y su “amigo” vigoréxico (de esto hablaré en otra ocasión, porque es una amistad la mar de curiosa) ya empieza a ser de traca.

No les vale con hacerse excursiones al monte fin de semana sí-fin de semana no, ni con apuntarse a un gimnasio los días impares del año (porque dicen que hay más de estos que de los pares), sino que tienen que ocupar las 24 horas del día con actividades lúdico-aeróbicas o de lo contrario, no sé, se deshidratan, se desesperan o se autodestruyen. Está por verse.

Nos vamos a una casita rural toda la cuadrilla con la sana idea de dedicar las horas que van del viernes al domingo al gratificante placer de beber y comer todo lo que se nos ponga por delante (aprovechando que íbamos sin niños y podíamos soltar obscenidades, tacos y cualquier juramento, sin tener que dar tres cuartos al pregonero) y van ellos y nos montan una tabla excel (de otro modo habría sido imposible encajar las actividades y los horarios sin insultarnos por el camino) en la que nos detallan, minuto a minuto, a qué vamos a dedicar el tiempo libre, como en la canción de Perales.

La lista que pegaron a la puerta del baño comenzaba más o menos como sigue, pero lo que aparece en rojo lo anoté por la noche, a escondidas, para ver si lo pillaban, se relajaban y nos dejaban a nuestro aire. Con escaso éxito por mi parte, todo hay que decirlo:

- Bicicleta: 40 kms por el monte. Dedicaremos los primeros minutos a calentar los gemelos y demás zonas “peliagudas“. A mí me va a faltar tiempo, ya lo aviso. Con unos minutos no me llega ni pa un diente. TODO mi cuerpo es peliagudo, mirad que os lo tengo dicho, que yo no lo caliento completo si no le dedico un mínimo de 3 días con sus noches. Y con sus vinitos y sus cervecitas, claro, que eso calienta un iceberg…
- Paradas durante la excursión para hacer estiramientos y algo de gimnasia sueca. Uy, no. A mí me tira más la rumana. La sueca no me va. Soy más de gimnasia pasiva, ya puestos a elegir…
- Trecking por la cima tras coronarla (falta por determinar el número de kilómetros de la pista a escoger: 5 la de blanditos; 10 la de campeones. Se recomienda esta última) Cómo no. La de blanditos íbamos a elegir… si somos (casi) todos de Bilbao…
- Visita a un hayedo. ¿Así, sin más explicaciones? ¿Y se supone que tenemos que saber por cojones lo que esto significa, aunque no tengamos el master oficial en Bricomanía?
- Recogida de nueces para la cena. No sé por qué, pero por un momento me he sentido como los osos aquellos que recolectaban gummy-bayas y me ha dado como nostalgia, ya ves tú…
- Bocatas en el monte para los veinticinco. Hombre, por fin alguien se para a comer. Que no todo iba a ser sudar y correr, ¿no? Estooo… ¿quién dices que carga con ellos?
- Recogida y visita a una cascada. ¿Cómo? ¿Y la siesta? ¿No se contempla? ¿Tenemos que hacer la digestión sobre la bici, con lo que duele el trasero después de tanto sillín?
- Vuelta en bici hasta el pueblo a comprar las provisiones para la cena. Le veo lagunas a este plan … como no nos metamos los morunos, chorizos, pancetas y demás vituallas de la barbacoa en el culotte, mal lo vamos a transportar hasta la casa rural que, os recuerdo, está a 15 kms cuesta arriba.
- Llegada a la casa, duchas y preparación del fuego de campamento. Qué fuerte. Un deyavú. Estoy teniendo un deyavú. Esto es lo que hacíamos con las monjas cuando íbamos de ejercicios espirituales y teníamos que cantar alrededor de la fogata aquello de “yo tengo un gozo en el alma, ¡grande! y en mi ser, aleluya gloria a Dios…” Nunca pensé que me vería en otra igual.
- Al terminar y tras recoger los bártulos y platos, nos ponemos manos a la obra para ayudar a los dueños de la casa, que tienen el sótano inundado por las lluvias "monzónicas" de días pasados. Para ello, comenzaremos con las zanjas y su murete de contención, para terminar con el achique y barrido de zonas anegadas. Ya. En plan “me monto mi propia presa, fácil-fácil y divertido”, ¿verdad?
- La mañana del domingo la dedicaremos a la práctica de piragüismo en el lago cercano. Hombre, cercano, lo que se dice "cercano"… si a 28 kms le llamas “cercano“… Imprescindible llevar bañador y zapato de goma. Yo de eso no tengo (nunca he tenido, quiero decir), así que os espero mejor en la casa y voy preparando el aperitivo. Generosa que es una… Al lado de mis comentarios, alguien ha escrito a boli verde (esa ha tenido que ser Elvira, no conozco a nadie más que use boli verde para enfatizar sus palabras): ¡Y yo! ¡Y yo! ¡Yo me apunto a todo lo que está en rojo, quiero decir!

Angelico… es tan intrépida como la menda.
Si ya me lo decía mi santo: que tenemos de aventureras lo que Angelina de bizca.
¡Cero patatero!

Y yo que pensaba mazarme durante 48 horas seguidas…
¡Pero cualquiera se sube el Tourmalet cargado de kalimotxo! ¡Con lo que pesa!

No me digáis que, así leído, no es como estar viviendo vuestra peor pesadilla…

viernes, 8 de julio de 2011

Suma y sigue

Este sábado tengo boda.
Y a fin de mes, otra.

Con estas, ya suman cinco bodorrios en la temporada primavera-verano. Y espérate, que aún me queda otra segura para la de otoño-invierno. Todavía hay tiempo de que caigan en el buzón un par de invitaciones más de aquí a entonces y así, ya, reventamos la cartilla-ahorro con todas las de la ley (me río yo del nombre este que le han puesto; ahorrarán ellos, porque lo que es yo…).

Tengo que decirlo, o no sería yo misma: casarse, en las actuales condiciones socio-económicas, me parece poco solidario. Casi delictivo, si me apuras. Hace falta tener poca vista para obligar al personal a semejante dispendio. Que no estamos hablando de perderte una juerga con los colegas a cambio de regalar algo a los novios. Lo que ahora se rifa es la mensualidad del colegio o que tus niños se atiborren a fritos-trans (de la sección de ultracongelados, una ganga) porque no te llega ni para pescadilla.

Que esa es otra: lo de hacer un regalito apañado “por cumplir” pasó a mejor gloria.
Ahora, transferencia que te crió y si no, no vengas. Y qué vergüenza como les ingreses una birria y luego te venga la madre del novio por las mesas, cacareando que el menú ha costado un carajal. Te dan ganas de meterte bajo la mesa, porque jurarías que la señora ha orientado el ojo que esconde bajo la pamela directamente hacia ti (y en la mesa estáis doce, tócate el membrillo).

Por no mencionar lo de que te pidan prestados a los niños.
Yo es que escucho las palabras “paje”, “arras” o “coronita de flores” y desfibrilo sin conocimiento de causa. ¡Qué movidón! Traje de príncipe de Beckelar o vestidito-repolludo, zapatitos de pitiminí, peluquería y arreglo floral se adhieren a la cuenta familiar como lapas a su roca favorita. Con el agravante de que nadie lo considera como un “pago a cuenta” del regalo. Que te dan ganas de soltarle a la de la pamela, delante de todos los comensales: “que sí, que sí, la cena un carajal, pero ¿qué me cuentas de los trajes de muselina artesanal y los Manolos que calzan los niños de las arras, eh? ¿Porque no pensarás que esas bailarinas de raso natural son de la sección de oportunidades del Carrefour, verdad?”

Nos ha jodido.
Pa chulo-chulo, mi pirulo“, que diría aquél… Que yo te habré hecho una transferencia de risión, pero tú me has hecho un siete en el bolsillo de llorar.

Y ya, cuando una boda alcanza un valor incalculable es cuando se celebra en la otra punta de España.
Como la de mi prima Silvia, que le dio por festejarla en Tenerife, en plena semana del carnaval.

- ¿Pero tu prima no era de Santander?- me preguntaba mi santo.
- Del mismo Sardinero, sí.
- Ah, entonces... ¿es el novio el que es canario?- seguía él.
- Hmmm... no... que yo sepa, es de Albacete.
- Pues podría haberla montado en Venecia o en Río de Janeiro, ya puestos a disfrazarse- recuerdo que me decía emocionado.
- Claro, claro. Y así los billetes nos habrían salido por diez mil euros. Y el hotel por otro tanto. Y a eso, súmale las comidas, el regalo y el modelito. Vamos, un no parar de disfrutar…
- Menos mal que los niños se han quedado con mis padres esta vez- me insistía él.
- Ehh…. ya, pero recuerda que si alguien te pregunta, los tenemos aislados por las paperas, ¿vale?
- ¿A mis padres?
- No, tonto, a los niños. Que los querían para el cortejo y me he tenido que inventar algo para ahorrarme dos mil euros del ala. ¿O crees que a alguien le puede gustar que le abra la comitiva un par de monstruitos deformados por una enfermedad altamente contagiosa? Que conozco a mi prima y no les iba a quitar ojo por si se le acercaban al novio a menos de 500 metros durante el convite… Como dicen que produce esterilidad, me pareció mejor opción que unas simples (a la par que humildes) anginas…

A mí me van a pillar en un renuncio.¡Ja!
Pues buena soy yo, que para cuando la novia va, yo ya me he recorrido el pasillo tres veces.

Y, por cierto, a ver si me pegan ya el estirón los críos de una vez y empiezan a quedar ridículos envueltos en plumetis y encajes.

Porque la próxima vez, no se me ocurre qué excusa me salvará de la quema…

miércoles, 6 de julio de 2011

Entre usted que empuja y yo que la meto...

- Señorita, yo no he incumplido ninguna norma. ¡Le digo que mi equipaje de mano está dentro de los estándares que ustedes manejan en su página web, así que no pienso pagar ni un duro!
- Señor, no vamos a discutir. Haga el favor de introducir su equipaje de mano en el habitáculo que tiene a su espalda y comprobaremos la veracidad de sus palabras.

Llevamos así 10 minutos.
Tenía que pasarme a mí, cómo no. Hay 3 filas de facturación y el señor tocapelotas me lo han asignado sin preguntar. Maldita sea mi estampa…

Le veo levantar un maletín que abulta como si llevara en él la Espasa Calpe-Edición ilustrada, el cual intenta introducir en un armazón de hierro que la compañía aérea ha apostado junto al mostrador. Sin conseguirlo, claro.

- ¡Mi maleta es de las dimensiones exigidas, que la he medido en casa tres veces!- grita a la fila, como si nos importara un comino.
- Señor, se ve a simple vista que ese maletín no cabe. Tiene usted que facturarlo.
- ¡Que no! ¡Que cabe por mis muertos! ¡Ya lo verá, so lista!

Empieza a empujar, empujar y empujar… y consigue meter una rueda y la esquinita del lateral derecho. Pero el mamotreto no avanza. Parece atascado y dudo que lo que sea que transporte en su interior vuelva a su ser una vez lleguemos a nuestro destino.
Pero él insiste. Se llega a sentar sobre la maleta en un vano esfuerzo por meter en la jaula el volumen completo de su equipaje.

- ¡Ya casi lo tengo! ¿Qué le dije?

La cara de la señorita es todo un poema.

- Señor, le falta por introducir el 80% de la maleta. Me temo que llegados a este punto no me queda otra que…
- ¡No! ¡Déme un segundito más!

Ahora le toca al pie.
Comprime la cremallera y el asa con toda la suela del zapato y ya, sin recato alguno, empieza a mirarnos a todos pidiéndonos ayuda con los ojos.

- Caballero, ¿le importa echarme un capote?- le dice al que tengo a mi espalda.
- Faltaría más- le dice el cachitas. Y se ponen a darle de leches a la pobre samsonite.

No me explico cómo, pero la han metido.
Enterita.
Les ha costado sus buenos 5 minutos, pero ahí está, “empacadita” en la mazmorra.

- Bien. Ahora, si es tan amable, la pone en la cinta para verificar que no pase de 10 kilos…
- ¿Cómoooooo?- pregunta el energúmeno. El cachitas ha huido a la fila de al lado, porque se teme lo peor. Yo me hago la longuis y simulo rellenar un sudoku-killer y el hombre, que a estas alturas suda ya más que Camacho retransmitiendo la final del Mundial (sólo le ha faltado lo de “maleta-de-mi-vidaaaa”), se lleva las manos a la cabeza sin saber por dónde empezar.

Y aquí es cuando llega lo bueno: en vista de que aquello no sale ni parriba, ni pabajo, ni paunlao ni palotro, va el fiera y aúpa el armazón completo (con su maletita y su canesú) y lo posa con delicadeza en la cinta de facturación como quien no quiere la cosa.

- Aquí dice 30 kilos- suelta la lista del ordenador.
- Descuente, por favor, los kilos del habitáculo, que es propiedad de la compañía.
- Lo siento, pero entonces tendrá que despegarlo usted de su maleta.
- De eso nada, monada. Si no he leído mal, ustedes me obligan a meterlo en esa jaula. No a sacarlo. En ningún sitio pone que deba hacerlo yo. Así que ya sabe. Le va a tocar ponerse a ello. Y cuidado con las uñas, no se le vayan a romper.
- Son 300 euros de sobrepeso, si es tan amable.
- Pues no. No soy tan amable…

Ni que lo jures…
Y me largué de allí, porque aquello sólo podía acabar en tragedia.

Por no dejaros a medias, os diré que ese caballero y su maleta enjaulada se quedaron en tierra. Bien escoltados (eso sí) por dos seguratas y tres guardias civiles, que aparecieron de la nada y les acompañaron a una salita, en la que echaron el resto de la mañana.

La compañía tuvo que traer otra pajarera metálica y, en un par de ocasiones, llegué a dudar de que lo que allí metían volviera a salir ileso, visto lo visto. Pero siempre lo conseguían, oye. Se ve que la gente, a fuerza de viajar, va cogiendo cierto callo. Que no sabrán hacer la O con un canuto, pero lo del escapismo-maletero está claro que lo llevan en la sangre.

¿O quizás es simplemente que la opción B (léase, pagar 60 euros por maleta y trayecto o 300 de multa por sobrepeso) no permite otra cosa que esmerarse?
Me da en la nariz que va a ser esto último…

¿Y no deberíamos, entonces, empezar a enseñar a nuestros niños cómo meter y sacar (sobre todo “sacar”) un elefante de una caja de zapatos o pasar una vaca por un ojal, en vez de tanta trigonometría y teorías de conjuntos? Porque eso sí que es útil para moverse por el mundo y no la chorrada esa del “conocimiento del medio” que le imponen a mi hija.

Mira tú de qué le sirvió al energúmeno del aeropuerto, por ejemplo, la Lengua Española, salvo para sacársela a la del mostrador de Ryanair mientras se lo llevaban esposado.
Si es que estamos en la inopia…

lunes, 4 de julio de 2011

Ya, pero es que yo no tengo Iphone...

Qué manía tiene la gente de intentar absorberte en su burbuja tecnológica.

Si digo que no tengo iphone, es que no lo tengo. Y punto.
Ni me estoy haciendo la interesante ni tiro de eufemismos para evitarme reconocer que tengo el modelo 3, en lugar del 4. No soy tan retorcida. Es sólo que mi viejo Nokia me sigue dando el servicio que se le supone, aunque sea de forma austera y falta de glamour. Me basta y me sobra con sus funciones y, aún a día de hoy, sigo sin sacarle provecho a muchos de los servicios que prometía desde su librito de instrucciones. Pero ya es como de la familia, por la cantidad de años que lleva conmigo. Jubilarlo, cuando todavía brilla si le da el sol de la tarde, me parecería una traición. Así que ni me lo planteo.

Por eso, cada vez que alguien me insiste (de nuevo) en que le envíe esto o lo otro por no-sé-qué-aplicación exclusiva del último modelo de apple, android o su puñetera madre, me pongo de los nervios. Es más, me hago la inepta-total, para hacerles notar su snobismo. Pero ni por esas...

- Pásame las fotos del finde con el "guatsap"- me dice Paqui cada dos por tres.
- No sé de quién me hablas- le contesto yo invariablemente.
- ¿Qué dices? ¿Sigues sin instalarte el "guatsap"? ¡Pero si te lo recuerdo cada semana!- me suele regañar de malos modos.
- Y yo siempre te contesto lo mismito: que mi adorable patato-Nokia no está para esos trotes y que no insistas en que le meta nada nuevo, que me parece oírle llorar desde el fondo del bolso cada vez que me haces ese tipo de insinuaciones.
- Es que no te entiendo. Cada domingo, Carlota, Elvira y yo nos montamos un chat gratis a través del móvil. ¡Y tú sin enterarte! Te pierdes lo mejor de la semana por vivir en el pasado.
- Pero qué dirás, si el lunes leo los cientos de e-mails acumulados en mi correo, donde dais cumplida cuenta de todo lo sucedido. No me pierdo nada. Muy al contrario, noto un exceso de información por vuestra parte. Que yo en ningún momento le he preguntado a Carlota por sus hábitos sanitarios y ahí la tienes, relatando con pelos y señales las bondades del kiwi en ayunas a todo el que quiera leerla. Sólo me faltaba más información, y encima en tiempo real. ¿Tú qué quieres, que vomite?
- Bueno, es igual. Contigo es inútil. Peor que hablar con la pared. Anda, pásamelas por blutúz y acabemos con esto.
- Tampoco conozco a ese señor. ¿Es tu último ligue? (Toma, toma y toma. Pa que la próxima vez hables con la pared, pero de verdad)- le pregunto como quien no quiere la cosa.
- ¿Tu móvil ni siquiera tiene blutúz???
- Y dale molino. ¿No te he dicho que es antiguo?
- Sí, pero... ¿como del Pleistoceno?
- No le ofendas, que te oye y luego se bloquea- le confieso entre susurros.
- ¡Lo que faltaba! ¡Encima de inservible, el trasto te sale susceptible!
- Pues mira, será todo lo carca que tú quieras, pero es el que mejor me resuelve la papeleta por un módico precio. ¿O acaso tu móvil último modelo te paga las facturas y la hipoteca? ¡Si te pasas el día apoquinando nuevas aplicaciones, hombre-por-favor...
- Buenoooo.... alguien está susceptible y esta vez no hablo del patato-Nokia... pues nada, hija, ya me imprimirás las fotos cuando puedas y me las escanearé en la oficina...o lo que se tercie... Hala, ahí te dejo, con tu amigo el viejales. Que ustedes lo pasen bien.

Y se ha ido tecleando a dos manos, seguro que contándole mi paranoia al resto del grupo, que está más enganchado al móvil que ella, si cabe.

Panda de tecnoalcohólicos...

sábado, 2 de julio de 2011

¡Que me lo quitan de las manos!


- Señora, ¿me permite?
- Pues no. No se lo permito.
- Si yo sólo quiero poder acercarme a esa blusita de ahí, para mirar el precio.
- ¡Que no! ¡Que le digo que no se lo consiento, que estaba yo primera!
- Bueno, puede ser, pero de verdad que no pretendo quitarle ni una sola de las 32 prendas que acumula entre sus brazos y piernas. Yo sólo quiero ver la etiqueta de esa que ha dejado ahí, huérfana de padre y madre…
- Imposible. Esa también la quiero.
- Pero si no le cabe entre las manos, mujer. Déjeme que le eche un vistazo.
- ¡Que no!
- Si ni siquiera es de su talla…
- ¡Sabrás tú mi talla! ¡Yo me la embuto como está mandado!
- No creo que le pase del cuello…
- ¡Pues pa mi hija!- asegura girando el cuello hacia la susodicha.

Miro al “bimbollo” de hija que lleva pegado al bolso y compruebo, estupefacta, que tiene un ruedo pectoral incluso mayor que el de su madre. Pobre camisa…

- ¡Niña! ¡Cógela! ¡Rápido, que nos la quita el bicho-palo este!
¿Yo?
¿Bicho-palo, ha dicho?
Pues ya me ha caído bien la señora, mira tú por dónde… ¡que se lleve la tienda entera, por salada!
Benditas rebajas, que me van a alegrar la jornada intensiva…

Desesperada por catar algo, me he largado a un centro comercial con aire acondicionado (por aquello de no romper a sudar antes siquiera de empezar a probarme ropa) y ha sido peor, si cabe.

- Señora, no empuje, que todas queremos pagar- le decía una rubia a una supuesta anciana (y digo “supuesta” porque el bastón decía una cosa, pero su giro de rodilla a-lo-Matrix mostraba otra bien distinta).
- Es que yo estoy con las señoras esas de ahí- señala la abuela con el dedo arrugado.
- ¿Con quién? ¿Con nosotras?- sueltan las que ocupan el segundo puesto en la (eterna) fila de caja.
- Sí, claro. Con ustedes. ¿No recuerdan que he venido hace 10 minutos y les he pedido que me guardaran la vez?
- Pues no, señora. No la hemos visto en la vida- dicen aquellas con cara de "aparta que das calambre".
- ¡Pues venga, a la cola-Pepsi-Cola!- le suelta la rubia a la de la cachava. ¡Marchando, un-dos, un-dos!- le marca el ritmo chasqueando los dedos.

Qué agresividad la de esta gente…
Cualquiera diría que lo regalan.
Jamás había visto a nadie con tales ansias por soltar la pasta.¡Qué poderío!

Pues nada, hijas, quedaos ahí, sacaos los ojos y comeos a dentelladas.
Ya volveré para las segundas o terceras rebajas. Que fijo que algo queda.
Prefiero tirar de trapos viejos, pero conservar las córneas intactas.

- ¿Es usted la última?- me pregunta la enésima señora ansiosa mientras camino hacia la puerta.
- Hmmm… según se mire- le contesto yo en plan “misteriosa“. No, si cuando me pongo graciosa, soy lo más…
- No me tome el pelo. ¿Es o no es la última?
- Bueno, si lo mira desde allí, sí. Ahora bien, si lo mira desde aquí mismito… estoy la “primer“. ¿No le parece prometedor?
- ¿Es usted tonta?- me dice la susceptible de ella.
- Bueno, no se ponga así. Sólo estaba bromeando. Si yo ya me iba…
- ¡Pues entonces apártese y no ocupe espacio en la tienda!

No, si está claro que las liquidaciones sacan lo mejor de cada uno.
Sólo le ha faltado acuchillarme en mitad del pasillo de lencería para abrirse paso hasta los probadores.
Ya me estaba viendo, tendida en el suelo, boqueando en un charco de sangre, con una percha en la mano y rodeada de sujetadores con relleno.
¡Qué muerte más cruel y estúpida!

Comprobado: la educación también cotiza a la baja.

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