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sábado, 16 de julio de 2011

No hay nada más odioso que… (I parte)

- El taladro del vecino a las 8 de la mañana de un sábado. Como no hay meses en el año ni días en la semana, el jubilado del segundo ha decidido (por el artículo 33 del Real Decreto “melasuda-barra-ahítejodas”) que todos vamos a ser partícipes de las mejoras de su hogar. Y qué mejor forma de entretenernos que colgar cuadros y levantar rodapiés en esas “horas tontas” que nadie aprovecha, como las mencionadas 8 de la mañana o las famosas 4 de la tarde de la siesta del domingo. Entre semana, la verdad es que anda despistado, porque somos una comunidad (digamos) variopinta (como poco; tú dirás, viviendo en el mismo bloque un bombero, una economista y una actriz de varietés) y no conciliamos horarios, por lo que las mejores horas para molestar quedan dispersas a lo largo del día. ¿Solución que ha encontrado este buen hombre? El llamado “botepronto”: ¿que me apetece darle a la rotaflex un lunes a las 12 del mediodía? Pues le doy. ¿Que ahora se me antoja levantar azulejos y son las 7 de la tarde de un jueves? Nada, nada, qué mejor hora que ésta… ¿Que me he acordado a las 10 de la noche de hoy, miércoles, que no he pasado la lijadora al parquet del salón? Pues se la paso ya mismo, faltaría plus, será por horas, que el día está cuajadito de ellas… Hay un vecino que le ha amenazado con todo lo habido y por haber: con denunciarle (“uy qué miedo, me tiembla hasta la cachava”, le soltó la primera vez sin inmutarse), con pedir una indemnización de escándalo (“ya ves tú lo que me importa, si ya estoy jubilado y la ley no permite que me embarguen la pensión”), e incluso (en plena demencia por la falta de sueño) con sabotearle las ruedas del coche o los frenos del ascensor (“¿me está usted amenazando, joven? Porque a lo mejor le estoy grabando la conversación…”). Nada ha servido para detenerle. De hecho, yo creo que ahora le da al martillo con más fuerza, fíjate lo que te digo…

- El hedor persecutorio del camión de la basura. Da igual que vayas como peatón (en cuyo caso, llegarás a la oficina y todo Dios te mirará con cara de “Martínez ha vuelto a recaer en su Diógenes, porque huele como si se hubiera pasado la noche rebuscando en el contenedor de residuos orgánicos”) o como vehículo (no falla, callejón estrecho de única dirección en el que entras sin mirar, camión de la basura parado que te encuentras sin posibilidad de escape). La fragancia te acompañará hasta que te acuestes. Ese bouquet tan logrado de pescado avinagrado, carne ulcerada y huevos podridos, que sólo los mejores “narices” son capaces de apreciar. Como Martínez…

- El perrito apaleado. En este caso no parece que se trate de la mascota de ningún vecino. Es sólo un perro, aparentemente abandonado, que deambula por las calles de la ciudad sin dueño que le chiste. Y cómo llora el pobre… no tiene consuelo. Es un ayyy ayyy ayayayyy de lo más lastimero. Si me dicen que le han clavado agujas en las almohadillas de las patas me lo creo, porque suena como si lo desollaran en vivo y en directo. Luego, semanas después, te enteras de la forma más tonta (la pescadera, que todo lo sabe) que, tres manzanas más allá, un ciudadano anónimo (¡ja! Como si no supiéramos todos que ha sido el Notario…) le ha comprado un perrito a la chiquilla y lo tiene por las noches, recién destetado, en la terraza de la cocina a 3 grados bajo cero. Normal que llore. Lo raro es que no le insulte en 4 idiomas. Al Notario me gustaría verle de madrugada, en gayumbos al socaire, en plena ola de frío… Ser sin entrañas…

- La vecinita que está aprendiendo a tocar el piano. Al menos, la niña perpetra las partituras en horas lectivas y no de madrugada, como el de la Black&Decker. Pero es taaaaan cargante… Hoy, sin ir más lejos, se ha tirado sus buenos 30 minutos intentando tocar el comienzo del “Para Elisa” de Beethoven. Si no la ha empezado 40 veces, no lo ha hecho ni una. Ñigo ñigo ñigo ñi goñi goñiiii… y venga, otra vez… Yo sólo pensaba para mis adentros: “re sostenido, el re es sostenidooo, pazguataaa”… pero ella a lo suyo: Ñigo ñigo ñigo ñi goñi goñiiii… hasta que he oído que le tocaban el timbre y, a continuación, unos gritos en la escalera. He pegado bien la oreja a la pared medianera (no soy cotilla, es sólo que me gusta informarme) y, de pronto, como si estuviera en el cielo, la música ha comenzado a sonar fluida y armónica por toda la comunidad. Me sentía extasiada. Embelesada con la vida en general y con los compositores románticos en particular. Al terminar, me he asomado a la mirilla (¡que no soy cotilla, os digo!) y he visto salir a la actriz de varietés por la puerta de la vecinita. Lo que son los prejuicios, oye: jamás habría dicho que esa tipa fuera una virtuosa del pianoforte…


(Continuará…)

5 comentarios:

Kassiopea. dijo...

La del piano la sufrí yo durante toda mi infancia y adolescencia. En serio, la niña de dos pisos más arriba intentaba aprender a tocar el piano y en cuanto llegaba del colegio se ponía zarpas a la obra.

Lo curioso es que para mí que no aprendió absolutamente nada, porque repetía todos los días durante un montón de horas el mismo ejercicio y se equivocaba siempre en la misma nota. Y entonces volvía a empezar. Así durante años.

Negrevernis dijo...

Yo fui la del piano durante diez años (mi abuelo era pianista, mi padre lo es), aunque no me gustaba nada.

Afortunadamente, la vecina de al lado, que tenía cinco hijos, también tenía un piano...

Un saludo.

Valeria dijo...

Pues si un piano molesta, imaginen vivir cerca de una escuela y escuchar día si y día también los ensayos de la banda. Y por las noches el karaoke del bar de al lado, por lo menos en este último, me divertía un poco los días en que había música en vivo.

Alber dijo...

Yo he estado sufriendo durante 15 largos y tediosos días las barracas de San Fermín delante del balcón de mi cocinita...menos mal que son solo dos semanas al año, pero me enerva sobremanera. Ya están terminando de desmontarlo y ahora soy feliz!! Eso si, si hay algo desquiciante es un perro de la raza "Beagle". No os fieis de sus orejitas colgantes ni su mirada lastimera...es una mala bestia que ladra como si fuera su unica tarea en este mundo. Un vecino tenía uno y al cabrón le daba por ladrar tooooda la siesta en el rinconcito de su jardín que daba con mi ventana, dia tras día. Yo me preguntaba que el famoso dicho de "perro ladrador, poco mordedor" se podía invertir con el chucho este y que aprendiera a morder un poco, pero vaya, que según lei en un libro perruno, el Beagle viene de "serie" con un "armonioso ladrido" que hace que esa raza se haya ganado el simpático apodo de "Singing Beagle"....sus muertos!!

Yo dijo...

Si quieres un día te invito a mi casa y verás como no pegas ojo con todas las fiestas que el ayuntamiento autoriza enfrente de mi casa. De terror!

un beso

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