Cada vez que me acuerdo de mi madre con su perorata de “tú lo que tienes que ser es una mujer moderna, con su carrera, su carné de conducir y su casa pagada antes de los 40”, me dan ganas de retrotraerme en el tiempo y volverme una Estefanía de Mónaco cualquiera, con su puntito de rebeldía y sus maneras de golfilla, pero eso sí: libre (aparentemente) de preocupaciones y malos rollos.
Porque resulta que, en mi casa, a cuenta de estos pundonores y orgullos mal-entendidos, la que conduce es la menda.
Mi santo, después de mucha palabrería barata promesa durante el noviazgo, llegó un día y se plantó.
Me dijo que ya no pagaba más clases de autoescuela (a las que nunca asistió, por considerarse un “autodidacta natural”), ni se presentaba a ningún examen-tipo-test-del-demonio (cosa que tampoco llegó a hacer nunca, aunque una vez creo que estuvo a punto de acudir… pero no), por no hablar de las clases prácticas que tampoco le motivaron lo suficiente (sigue contando que una vez, en los ochenta y a sus tiernas 16 primaveras, su padre y su primo le dejaron conducir un R18 por una pista sin asfaltar y llegó a meter primera ¡e incluso segunda!... toda una proeza para un chiquillo y, en la actualidad, un delito del que se jacta a la que puede) porque él “ya sabía conducir, habrase visto el imbécil del profesor intentando explicarme cuál es la izquierda o la derecha porque dice que confundo el acelerador con el embrague”.
Bien. El caso es que tenemos un permiso de conducir en casa.
Punto-pelota, que me extiendo y no llego a nada.
Os podéis imaginar lo que esto (me) supone.
Cada vez que hay un Bautizo, Boda, Comunión o fiesta de guardar, me toca:
- Conducir hasta el convite con tacones (aunque he aprendido, después de años de “conductora familiar oficial”, que es mejor llevar unas alpargatas en la guantera y cambiarte el calzado al aparcar, para hacer la entrada triunfal con todos tus complementos originales, como la Barbie).
- Adaptarme todos los modelis a su versión “cómoda”, para el asiento y el cinturón de seguridad. Se acabó aquello de embutirme en un trapo dos tallas menor porque me estiliza el doble (y realza mis encantos naturales, todo hay que decirlo), colocarme un pamelón de escándalo (el de detrás me pitaría, por no poder ver las señales) y poner en el aperitivo la excusa esa de “no, no me siento porque me han dicho que de pie se crecen dos milímetros al año y, como llevo ya 300 días así, no me gustaría estropear hoy mi avance sin motivo ni fundamento”. Ahora, voy mucho más suelta, fresca y despreocupada. No luzco tanto (dónde va a parar), pero bueno, es lo que tiene ser una “mujer moderna” (¿verdad, madre?).
- Beber agua. O coca-cola. O mosto, limonadas y naranjadas varias. O una infusión, como las “rancias”. Vamos, lo que se dice un fiestón. Ni me arrimo a los combinados, no vaya a pegárseme al atuendo algún grado de etanol suelto en el ambiente y me empapelen al volver a casa. Está la cosa pa bromas…
- Ver cómo las demás féminas de la fiesta llegan impolutas, relajadas e impecables, porque sus maridos las transportan con mimo hasta el lugar de celebración, mientras yo dejo el coche a 2 kilómetros de la Iglesia y vuelvo con todos los tíos a reunirme con la familia a la que, minutos antes, he dejado cuidadosamente en la misma puerta.
Por si todo esto no fuera suficiente “modernidad femenina” (gracias de nuevo, madre, por tus sabios consejos y sublimes intenciones), ahora resulta que no sólo transporto copiloto, sino dos niños que son la mar de graciosos cada vez que mamá emprende un viaje: me piden a mí (y no a su padre, que suele tener la cabeza a estas alturas de trayecto en un ángulo extraño y habla en alto mientras sueña) el agua, las galletas o que les cambie la película/canción que esté sonando. He llegado a desarrollar un movimiento, al que yo llamo “el latiguillo”, que lo mismo me resuelve la papeleta con las demandas de la chavalería que le pega un viaje “sin querer” al marmota de al lado. Lo bordo.
Y siempre lo mismo, oye:
MI SANTO: Ainssssss
YO: ¿Qué, otra pesadilla?
MI SANTO: No, que me has dado con la mano en toda la oreja.
YO: Habrá sido sin querer…
MI SANTO: No sé cómo lo haces, pero siempre me das en el mismo sitio “sin querer”.
YO: ¿Qué insinúas? ¿Que te doy adrede por quedarte dormido en el asiento de al lado el día después de una boda que acabó a las 5 de la mañana? ¿Que mi mente perversa y envidiosa me lleva a vengarme cada vez que te veo cabecear sobre el salpicadero sin control? ¿Que dejo caer la mano de canto sobre tu anatomía cada vez que les tiro a los niños el paquete de ganchitos en plan frisbee?
MI SANTO: Nonono. No se me ocurriría insinuar tales cosas…
YO: Pues tengamos la fiesta en paz, ¿eh? O te dejo en la cuneta y a ver cómo recorres los 300 kilómetros que nos faltan para llegar a casa, con la resaca que te traes puesta…
MI SANTO: Vale, vale. Ya me pongo hacia la ventanilla, no vaya a molestar a la señora…
¡Cagüentólocagable!
¡Me cisco en las mujeres modernas y su puñetera independencia!
¡Yo lo que quiero es ser un poco más florero, coño, que me han hecho un hijo de madera con el invento este!
7 comentarios:
jajajajaja
acojonante el post de hoy... Yo le digo a Amorverdadero que me retire, que quiero ser una mantenida, pero se empeña en decirme que nanai, que lo retire yo a él... y como no nos ponemos de acuerdo (y que con un sueldo no llegaríamos a fin de mes) pues seguimos los dos currando, ya ves...
ánimo y muchos besos
nadie dijo que iba a ser fácil...si es que no hay persona más machista que la propias mujeres.
Buenas!!
llego desde el blog de Ana (de Ratones y Mujeres), y bueno, con tu permiso, por aquí me quedo..... la verdad es qe me ha gustado tu blog.
Si... menuda modernidad.... jo,,, yo es que lo de conducir, cuando los demás están de fiesta... lo llevo tan sumamente mal!! pufff!!
Ánimo, maja!
Besotes
En mi casa ambos tenemos carnet de conducir, pero a mí me gusta más bien poco, así que salvo que tenga que ir a algún lado sin mi maromo, no conduzco.
Me encantan tus historias pásate por mi blog, te espera un premio. ;)
Si es lo que digo siempre....como nos engañaron con esto de ser independientes!!!!
Y perdona, pero no pude evitar reirme, es que encima, ni cumple la funcion de copiloto!!!
je je je
Besos.
Pero, poniéndonos políticamente incorrectos, él hará la comida, lavará la ropa y la planchará, ¿no? Además, preparará a los niños, mientras tú te vas a buscar el coche.
No sé... explótalo. De algo tendrá que valer. Dile eso de: "Santo mío, recoge que nos vamos!... que nos vamos, he dicho!"
Un abrazo
Jajajaja, ni te imaginas lo identificada que me siento y eso que mi medio limón tiene carnet, pero ya he optado por que conduzca el cuando vamos juntos, va gritandome improperios todo el camino, que se te cuelan, que no se te cuelan, que si vas rapido, que si vas despacio, .... diosssss, que ganas de ser un jodio florero sin más preocupación que una misma
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