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lunes, 18 de abril de 2011

No se vayan todavía... ¡aún hay más!


Pues eso.
Parafraseando al mítico súper ratón, no se vayan todavía... ¡aún hay más cosas que contar, más gente a la que despellejar y más historias para no dormir!

Pero tendrá que ser a la vuelta, porque me largo con mi santo y los niños en busca de climas más benévolos y mares más azules, por aquello de mantener el espíritu "culo-inquieto" que nos caracteriza. Y, para más INRI, me han prohibido llevarme el portátil porque, dicen, me paso el día más enganchada al teclado que un yonki a su agujita de tejer...

Así que he metido en la maleta, totalmente de extranjis y camuflada entre los tampax, una libretita de color sosainas y anodino, en la que no va a reparar ni el aguililla de mi hijo y a la que pienso ir contando todo lo que me brote y me alborote, como suelo decir...

Lo dicho: que nos vemos en Mayo, el mes de las flores y de quitarse el sayo.
Hasta entonces, un abrazo... ¡¡¡y disfrutad!!!

sábado, 16 de abril de 2011

Tempus fugit ("el tiempo vuela", para los de Ciencias puras)

Cada vez que alguien me dice que ocho años no son nada, me saco esta foto de la manga:


Conque nada, ¿eh?
Si ya me lo decía mi abuela cada vez que ella y sus amigas se desnudaban en la playa: ¡Gensanta, cómo se estropean los cuerpos!

Esta muchacha no ha aprendido nada de la tele, por mucho que salga en ella.
No se fija en que hay que darle vitaminas a la piel del “código de barras”, colágeno a los surcos nasogenianos y litros de crema a base de ácido hialurónico al contorno de ojos, ¡que la oxidación peletera es muy jodida!

Por no hablar de que ésta le llama “protección solar” a llevar visera en la piscina.
Vamos, que el tonito ese naranja-butano no se lo quita ni con friegas de aguarrás.
Lo lleva como tatuado en los poros. Perenne. He visto en Halloween calabazas bastante más pálidas…

Pobre mujer. Parece tal que una caricatura… Podrían contratarla como la vecina naranja de los Simpson y nadie pondría el grito en el cielo, porque es como un extraño híbrido entre Lisa Simpson, una actriz porno y el Grinch con sobredosis de rayos uva.

Y no sigo, que me crezco.
¡A lo que íbamos, tuerta, que se rifa un ojo!
El tiempo.
Cómo corre el jodío
Ni que le persiguieran.

Apenas ayer mismo estaba criticando la elección de mi amiga Jacinta, que se echó un novio serio y aburrido, y hoy descubro que se separan “por el desgaste”, según palabras textuales del interfecto.

- ¿Por el desgaste? ¿Qué desgaste, si apenas llevaban cuatro años juntos?- le pregunto yo a Paqui sin terminar de creérmelo.
- Catorce, cielo. Llevaban catorce años juntos.
- ¡Andaandaanda, qué dirás! Si empezaron cuando tú estabas con su primo, el tarambana aquel que se metía de
- Exacto. Rubén-el-rulas, año 1997. Ahí es nada… me siento como la pequeñaja de “las chicas de oro”: "Sicilia, 1927"
- ¡No puede ser cierto!
- Te parece mucho tiempo, ¿no?
- ¡Lo que me parece es imposible!
- ¿Imposible que hayan pasado 14 años?
- ¡No! ¡Imposible que Jaci le haya aguantado 14 años! Yo no lo soporto ni 5 minutos… ¡es soporífero!
- Eso dice ella, que no le aguantaba desde el viaje de novios.
- ¿Y por qué no lo mandó a paseo entonces?
- Porque dice que una lo va dejando, lo va dejando… y se planta en las bodas de plata sin darse cuenta.

¿Cómo puede ser que me mire en el espejo y encuentre una cría adolescente, nerviosa porque ha quedado con fulanito a tomar un helado, y, de pronto, me agache a atarme un zapato y me quede en el sitio, sin capacidad alguna de retomar la vertical, encogida como una abuela de las de antes (las de ahora hacen tai-chi y no me valen para el ejemplo) y exclamando al viento “esto no me había pasado nunca, que alguien me ayude, que alguien me ayudeee”?

¿O que me note un poco de taquicardia y, “como no me había pasado nunca”, acabe en urgencias “no vaya a ser una angina de pecho”? Claro que quien dice angina de pecho, dice una trombosis selectiva con parálisis parcial del dedo meñique o un cáncer terminal de uñas. Como nunca me había pasado…

¿Y cuando te hablan de la hija de la vecina y tú preguntas “¿qué tendrá, ocho o nueve años?” y el de enfrente te contesta descojonado: “sí… ¡en cada rueda! ¿Pero no te estoy diciendo que se ha mudado a Alemania con el marido y los críos?”

Hay que ver cómo crece el hijo ajeno y qué lento va el propio…

jueves, 14 de abril de 2011

Fumemos la pipa de la paz

Cada vez que veo en la calle a un fumador echándose al pulmón su ración de nicotina a velocidad supersónica, me da como cosica

Vas paseando y te miran con ojitos compungidos. Con carita de cordero degollado.
Y yo lo paso fatal. Ahí, tapada por tres bufandas, con triple media tupida, bragas calcetines de felpa, botacas de goma y el paraguas ladeado por aquello de evitar en la medida de lo posible los vientos racheados y ¿qué me encuentro al doblar la esquina? Pues un par de fumadores en mangas de camisa. O en zuecos (pobre farmacéutica, y mira que cacareaba lo bien que le iban los parches… ¡pues los va a vender por carretillas!). Incluso he llegado a ver a una en combinación. No sé si es que le pilló el mono en pleno probador del ZARA o es que simplemente di con la exhibicionista de la calle. Pero ahí estaba: a tres grados Celsius, Marlboro en mano, churruscándose las uñas para ventilarse hasta el filtro y sin notar, del puro subidón de alquitrán, el biruji que debía de colársele entre los muslos.

¿Es esta la solución?
¿No hay un hueco para esta gente?
¿Acaso no tenéis corazón? Porque, a ver: ¿alguien se ha puesto a calcular lo que se gastan los fumadores en Aspirinas, Ibuprofenos y Fluimuciles desde que entró la ley en vigor?
Joder, si cada vez que oigo a alguien estornudar ya no le digo “Jesús”, sino “¿un pitillín?”. Y pa la calle que sale escopeteado. Angelicos… se pusieron los mocos el 2 de enero y todavía los llevan consigo… supongo que esto les obliga a consignar una partida en el presupuesto familiar destinada a genéricos a cascoporro, de lo contrario ni idea de cómo se financian el antojo.

Además, ya no es sólo el dineral en medicamentos.
Es que yo creo que fuman el doble.
Porque el primero lo queman de una calada ultra-profunda (¿no os habéis fijado? Se les ponen los ojitos en blanco y aspiran tan fuerte que provocan un seísmo grado 8 en la otra parte del mundo) y los sucesivos se los encienden “por si acaso no me dejan salir a la calle en las próximas dos horas”. Que cualquiera los aguanta esas dos horas, por cierto…

Hombre, por Dios, es que no es de recibo que te lleve un ligue al mejor restaurante de la ciudad y te pases sola en la mesa la mitad de la cena. Porque, a lo tonto, entre el cigarrito del principio, el de entre-platos, el de post-platos y el del cafelito, echan la noche en la puerta.

Así ocurre, que más de uno vuelve a la mesa y se encuentra que otro, más sanote él, le ha birlado la cita. Se han dado casos, informo.

Mi amigo Segis, sin ir más lejos, está intentando dejar el tabaco por un motivo parecido. No lo hace por su salud, ni por la pasta, ni siquiera por la ley talibán que se han sacado de la manga, qué va, sino porque dice que, si antes ligaba poco (yo le corrijo y cambio “poco” por “nada”), ahora ya es de miccionarse encima.

Dice que como una tía te vea fumar, enseguida te señala, se lo cuchichea a sus amigas y empiezan a mirarte como si fueras un narcotraficante.

- Es imposible acercarse a ellas. Salen corriendo como si las fueras a violar- me dice Segis al borde del llanto.
- No será para tanto, ¿no?- le pregunto yo.
- Pues a ti no te lo parecerá. Pero yo ya he acabado dos noches seguidas en urgencias por la tontería.
- ¿Te pegaron las del Ejército de salvación?
- Casi. Me echaron un bote de spray antivioladores a los ojos. No sé ni cómo sigo viendo...
- ¿Y no te dijeron nada las muy descerebradas?
- No. Sólo gritaban: “¡Cuidado! ¡Ha sacado un chester, ha sacado un chesteeerrrr!”. Cuando yo sólo estaba sacando un kleenex, que me notaba ya las velas a la altura de la barbilla por culpa del resfriado este que no consigo curarme.

Por rematar todo este sinsentido, la maldita ley también va a acabar con nuestra lengua.
Y no me refiero al músculo bucal, sino al idioma de Cervantes.

Expresiones tan comunes como “ahí me dejó, más tirado que una colilla” tendrán que ser sustituidas por otras como “me dejó más reciclado que un residuo orgánico”, mucho más acordes a la norma y con mayor conciencia ecológica y sanitaria.

Pena que el color tabaco tendrá que volver a ser el marrón-mierda de toda la vida.

Aunque a ver qué hacemos con el “estoy más quemado que la pipa de un indio” (no lo habré dicho veces ni , mi madre…), con el multifuncional “te va a caer un puro que ni lo vas a ver venir”, con el amenazante “a que te meto con el mechero”, o con el resolutivo “a ese le bajo yo los humos por la vía rápida”.

No les encuentro sustituto posible, por más que rebusco.
Y eso me tiene desolada…

martes, 12 de abril de 2011

¡Vete a demonizar a tu madre!

Monta aquí y verás París...
Blog: Abreviatura de “web log”; diario o revista que se publica en Internet. Los blogs a menudo se utilizan para publicar enlaces a archivos, que pueden ser copias ilegales de música, películas u otros ficheros multimedia.

Esta es la definición de “blog” que aparece en la guía para el buen uso de Internet, editada por Promusicae, la SGAE y FAP, con el fin de orientar a padres, profesores y menores y que pretende ser repartida en todos los colegios e institutos de España.

¡Tócate el clavel, Maribel!
Vamos, que no lo digo yo (faltaría plin), sino la insustancial de la Sinde y su panda de secuaces. Hace falta ser mal nacido, ruin y malaje, a la par que simpático.

A ver cómo le explico yo ahora a mi abuelo que lo que yo escribo no es ilegal, ni pornográfico, ni me expone a acabar en el trullo a la que me despiste.
Me va a costar un triunfo…

Yo advierto: como me venga mi hija diciendo algo parecido a “mamá, que me dice mi amiguita Sandra que lo que tú haces es un delito castigado con pena de cárcel”, me lío la manta a la cabeza y no respondo de mi reacción.
¿Habéis visto “Un día de furia”?
Pues eso…

Por la misma regla de tres que estos iluminados, voy a preparar un escrito que enviaré a los Académicos de la Real Academia, para que incluyan en nuestro excelso diccionario de la lengua española, las nuevas (y escalofriantes) acepciones de palabras tan interesantes como:

- Ministra de Cultura: dícese de cualquier gilipollas que, vestida por Ágata Ruiz de la Prada o de su prima-hermana, con cara de cansina y mirada estrábica, se presenta en la premiere de “Mentiras y gordas” y se las da de guionista de pro y escritora consagrada.
- SGAE: Sociedad Ganancial de Anormales sin Escrúpulos. También llamada “la tragaperras” o “la sacacuartos".
- FAP: Federación Andaluza de Pádel, Fuerza Aérea del Perú, Filtro Anti Partículas o Franciscanos Anti Papistas. Que no se la cuelen los de la Federación para la protección de la propiedad intelectual, cuyas siglas ni casan bien con el acrónimo ni se han molestado en registrar.

Vamos, hombre. Si esta guía no es pura bazofia, que baje Dios y lo vea.

Llevamos años tirándonos el libro de “Educación para la ciudadanía” a la cabeza los unos a los otros, para que venga ahora el Estado y decida, por el artículo 33, que este tipo de panfletos van a repartirse en las aulas sin ningún control ni vergüenza.

Pues, desde luego, NO EN MI NOMBRE.

Y vive Dios que no pongo a renglón seguido los links de chipicientos archivos de intercambio en descarga directa porque no los tengo.
No por falta de ganas.

¿Esta es la pluralidad, la tolerancia y el tan traído talante que deseamos para nuestros hijos? ¿Así vamos a enseñarles a ser autocríticos, racionales y a moverse con soltura entre las nuevas tecnologías? ¿Es esta la educación por la que tanto se ha luchado y la igualdad tan cacareada por la clase política e intelectual?

Pues, con todos mis respetos: ¡valiente mierda!

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Os invito a firmar en esta página: Di no a la campaña de adoctrinamiento en la Educación de Promusicae, SGAE y FAP.

domingo, 10 de abril de 2011

Marejada tirando a fuerte marejada

Piticlin piticlin

- ¿Dígame?- mira que me pongo fina al teléfono, cuando sé de sobra que es mi vecina Maripaz la que llama, que me lo avisa el chivato del teléfono…
- Me he enamorado.
- ¿De quién, esta vez?
- Del vecino.
- ¿Cuál de ellos?- como si hubiera muchos donde elegir, si somos cuatro pisos y entre sus amigas “las singles” y la menda-lerenda ya cubrimos 4 de las 8 manos del inmueble…
- ¿Pues quién va a ser? El del segundo.
- ¿El abuelo hippie?- joer, me digo yo, qué moderna se ha vuelto Maripaz.
- ¡No, imbécil, el otro del segundo!
- Ah,… ¿”el mustio”?
- ¡No le llames así, que me enervo!
- ¡Pero si el mote se lo pusiste tú!
- Mi otra yo. La de ahora no permite esa falta de educación.
- Lo que tú digas…- será chaquetera, la tía.
- Es taaan mono… hemos subido juntos en el ascensor y adivina…
- Ehhh… ¿te ha metido mano? ¿Ha abusado de ti frente a los buzones? No sé… ¿te ha mirado el culo con disimulo mientras esperabais en el rellano? Yo qué sé.
- Mira que eres envidiosa, ¿eh? ¡Que no, que ha abierto la puerta y me ha cedido el paso!
- Uy, eso suena definitivo. A la par que prometedor, todo en uno…
- ¿A que sí?
- Sisisí… todo un caballero, el musti… digooo, el del segundo B.
- Espera, espera, que hay más. Me ha dicho que parecía que por fin salía el sol. Yo creo que me hablaba con segundas…
- Ya. Como Shakira, que habla con metáforas, ¿verdad?
- Ssoes… y que a ver si no se estropeaba el día…
- Más metáforas, esto parece predestinato
- Sí. Todo encaja. Cuando me ha dicho que “salía el sol”, se refería a nuestro encuentro en el portal y cuando ha deseado “que no se estropeara el día” hablaba de que quedáramos esta tarde. ¿No lo ves igual?
- Pues no.
- ¿No?
- No. Para nada. Mi sincera opinión es que el chaval, que te recuerdo que tenía un mote por algo, no sabía ni de qué hablar contigo y ha recurrido al tema más manido desde que el mundo gira: el tiempo.
- Imposible. Nadie habla del tiempo. Menuda memez…
- Todo el mundo habla del tiempo, Maripaz. Créeme.
- Que te digo que no. Que si alguien te dice que sale el sol, es que te está echando un piropo.
- No, cielo. Estás confundida. Si alguien te dice “vete por la sombra, que los bombones se derriten al sol”, entonces sí que te está echando un piropo. Y bastante vulgar, por cierto. Pero hablar del tiempo así, en genérico, no implica nada. Simplemente que no hay tema y sientes que hay que rellenar los huecos silenciosos. De lo contrario, Mario Picazo sería un auténtico Casanova.
- Entonces… ¿no me va a llamar para quedar esta noche?
- Ya me extrañaría…
- Ay… ayayayayay

Pip. Pip. Piiiip.

Luego supe por qué me colgó de esa forma tan radical.
Estaba tan convencida de que había ligado con el del segundo, que le había metido un papelito con su móvil en el buzón y tuvo que bajar (con una percha desmontada) para intentar sacarlo por la ranura sin que el mustio se diera cuenta.

Desde entonces, cada vez que entra al portal, se encuentre a quien se encuentre, Maripaz empieza a darle el parte: “pues hoy parece que llueve, a ver si esta noche escampa, que mañana vienen vientos racheados y en las islas esperan olas de hasta siete metros”.

La cara de mis vecinos es un poema.
De considerarla la pilingui de la escalera, ahora han pasado a llamarla “la meteoróloga”.

Salvo el mustio.
Que ayer, estando yo presente, la vio entrar por la puerta y soltó un “ya vuelve a salir el sol” que me dejó patidifusa.

Porque fuera llovía a cántaros.

Imaginaos mi estampa. Con la boca abierta hasta el suelo y los ojos desorbitados. Muda y sin capacidad de reacción. Vamos, que me pinchan y no sangro. El tío me hablaba y ni sé qué me decía. Yo sólo me acordaba de Maripaz y su “nadie habla del tiempo, menuda memez”.

Creo que el mote me lo voy a llevar yo a partir de ahora.
Seré oficialmente “la cagarrutas”, o “la cenizo”, o “la aguafiestas”, qué sé yo….
A ver cómo arreglo el desaguisado sin tener que pagar un peaje excesivo.

Nadie habla del tiempo”, “nadie habla del tiempo”.
Para qué me meteré donde no me llaman…

viernes, 8 de abril de 2011

Ratones a mí...

Me veo al niño dándose de leches en las palas con un Gormiti de plástico.

- Hijo, ¿qué andas?
- Nada, a ver si se mueven.
- ¿Los dientes? ¿Pero qué quieres? ¿Arrancarte un diente a golpes?
- Sí. Es que en mi clase ya se les han caído a muchos niños y a mí, ni uno…
- Pero ya se te caerán, hombre, no te preocupes por eso. Si acabas de cumplir seis años…
- Como mi amigo Igor. Y a él ya le faltan tres.
- Bueno, tú tranquilo, que cuando se te caigan, irán todos a la vez, ya lo verás.
- Ya. Pero eso es justo lo que no me interesa.
- ¿Cómo que no te interesa?
- Pues claro. Yo quiero los regalitos de uno en uno. No quiero que el ratoncito Pérez me junte tres regalos en uno, ¿me entiendes?
- Creo que sí. Vamos, que dudas que te traiga un paquetito por cada diente caído si se te caen varios a la vez, ¿es eso?
- Exactamente.
- ¿Y quién te ha dicho que esa práctica es la habitual del ratoncito Pérez?
- Igor. A él se la ha jugado bien jugada el ratón ese.
- ¿Que se la ha jugado el ratoncito Pérez?
- Sí. Puso la pala que le arrancaron de un balonazo a los 5 años y le dejó una notita que decía que la volviera a poner cuando se le cayera su primer diente de leche.
- ¡No me digas…!
- Y al caérsele de verdad el primer diente, el martes por la mañana, tuvo la mala suerte de que se le cayera por la noche el segundo diente, así que colocó los tres bajo la almohada. ¿Y sabes lo que pasó?
- No, pero me lo estoy imaginando…
- Pues eso: que el rata del Pérez (él le llama “el rata” desde entonces) le dejó un sobre Bakugan. ¡Sólo uno! Dentro, venía un cromo y adivina… ¡el cromo le salió repe! Así que se ha agarrado un cabreo que lo flipas
- Lo flipo, sí, ya lo creo que lo flipo
- Y como yo no quiero que me pase lo mismo, pues por eso les doy golpecitos, para que vayan soltándose y caigan poco a poco.
- Mira, vamos a llegar a un acuerdo, porque eso de golpearte las palas para ver si las descuelgas a mamporros no me parece muy sano: te prometo que si se te caen varios dientes a la vez, no los pondremos todos el mismo día, sino de uno en uno. ¿Te parece?
- Ya, claro, eso está muy bien. ¿Y si el ratón me deja una notita pidiéndome que se los ponga todos juntos, como le pasó a Igor? ¿No ves que el ratón lo ve todo? ¡Que se sabe perfectamente cuántos dientes tengo, si me los lavo o no, si se mueven o si siguen agarrados a mi encía! ¡No sé cómo le vamos a engañar, mamá!
- Tú déjamelo a mí, que sé un rato de cómo tratar a una rata de este pelaje…
- ¿Estás segura?
- Segurísima. No sufras más por este asunto, ¿de acuerdo?
- Vaaale, de acuerdo… ¡pero si me deja un cromo, me compras tú algo más, ¿eh?!
- Trato hecho.

En fin, prueba superada.

Esta me ha resultado más fácil que la de su hermana, que se empeñó en montar un complejo de lianas, pasarelas y sogas de su cama al suelo por si el ratoncito no estaba todo lo ágil que se le supone y no dominara el triple salto mortal necesario para escalar ochenta centímetros.

Y me hizo colocarle una mesita auxiliar junto a la almohada, porque ella es de moverse mucho por las noches y le daba miedo que el diente acabara perdido entre las sábanas, bajo la alfombra o vaya usted a saber dónde.

¡Ah y el queso! Hubo que colocar trocitos de queso en la mesita, para que repusiera fuerzas tras el desgaste y no le diera pereza volver la próxima vez.

Menos mal que pude frenar lo de la polea.
Le dije que seguro que el bicho traía un asistente que cargara con el regalo y se lo lanzara por el aire una vez que él hubiera trepado. Que no se angustiara pensando que la artritis del ratón iba a ser la causante de que su juguete fuera “pequeñito y barato, en lugar de grandote y lucido”. Y coló.

Sólo de imaginarme montando una polea tamaño David el Gnomo para un ratón achacoso, me dan los siete males…

Yo, que de niña tiraba a la basura las piezas de lego por si se me rompían las uñas haciendo construcciones… Que tengo tanta agilidad en las manos como Robocop en la cintura… Que nunca he comprado en Ikea por si me venden una percha y tengo que ensamblar las piezas…

¡Vas listo, ratón de mierda   holgazán!

miércoles, 6 de abril de 2011

Ni tanto ni tan calvo

Estaba el otro día separando las páginas naranjas del periódico del domingo (no es que me haya vuelto una chorris-selectiva y sólo lea sobre el Nikkei, el Dow Jones y su primo Paco, es simplemente que son las mejores para envolver los bocadillos de los niños si te has quedado sin albal) cuando una frase captó mi atención de forma radical: “Analice bien las condiciones laborales que usted está dispuesto a aceptar, que no todo vale y la ocasión la pintan calva para los mayores abusos”.

Jodó. Pues cómo está el patio, ¿no?

Ya no te recomiendan lo de antes: que si vístete presentable, que si no lleves la falda demasiado corta ni el pelo demasiado largo, que si junta las piernas no te vayan a preguntar a qué hora abres, que si guárdate el piercing lingual en el bolsillo durante la entrevista, que si bájate los pantalones con soltura y no pidas la intemerata en sueldos y dietas, que si tú di a todo que sí y luego Dios proveerá…

Todo eso está obsoleto.

Ahora lo que se estila es hacerse el chulito.

Darse su sitio.

Vamos, que parezca que no vas mendigando un puesto, sino regalando tu presencia.

Que mira que va un mundo entre una y otra cosa, ¿eh?

Yo me imagino al Jonathan de turno, con el arete en la nariz (nada de meterlo en el bolsillo del pantalón), las escarificaciones de la frente y un atuendo sin mangas para que se le vean los tatoos tribales (que le han costado una pasta y hay que lucirlos), diciéndole al de la Banca JP Morgan:

- Mira, majete, a mí el sueldo me lo mandáis a casa en billetes pequeños, que pal menudeo me vienen fetén, y lo del horario lo vamos viendo sobre la marcha, que hay algún lurtes que me lo saltaré del calendario, que me conozco.

- ¿Lurtes? ¿Ha dicho usted “lurtes”?

- Sí. Son esos días tontos que se solapan unos con otros. Vamos, que te acuestas un lunes por la mañana y amaneces el martes por la tarde y, hala, día perdido sobando, ¿me copia?

- Sí, sí, desde luego. Alto y claro.

- Y nada de venir con traje y corbata. A mí se me rifan los clientes si me ven con mi camiseta Megadeath y mis vaqueros rotos por tres partes. ¿Estamos?

- Estamos, estamos… como queremos… pero ya le llamaremos “si eso”, ¿de acuerdo?

- Okis, pero que no sea antes de las 12, que yo no madrugo, mendrugo...

Menudos consejos para no dormir dan ahora en la prensa especializada. Aunque no sé bien en qué se “especializan”, si en contrataciones fugaces o en despidos vergonzantes. No queda claro en absoluto…

Todavía recuerdo mi primera entrevista de trabajo.

Vestida en plan ursulina, con el pelo relamío y el bolso en el regazo.

Con un curriculum bien redactado y la sonrisa perenne.

Temblando, por si se me escapaba algún taco y midiendo mis palabras, para no parecer ni una sabihonda ni una zopenca.

Vamos, clavadita al Jonathan.

Eso sí: a mí me dieron el puesto.


Al otro, ni flowers

lunes, 4 de abril de 2011

La tragaldabas

¿No decía el refrán que no se puede cubrir dos asientos con un mismo culo?
Bien, pues me temo que nos mentían…

Esto es lo primero que me ha venido a la mente al ver a mi prima Maruja, la de Cornalejos del Monte, quien, en los escasos dos meses que han pasado desde su última visita, ha conseguido engordar unos veinte kilotrones, la pobre…

Yo no quería decirle nada, porque cuando se nos aparece ante la puerta al más puro estilo Virgen de Fátima (échale una vez al trimestre, como nada) suele ser porque ha tocado fondo.

Y hacer leña del árbol caído nunca ha sido mi estilo.

Pero me lo ha debido de notar en los ojos, especialmente cuando se han puesto a rebotar en el parquet tras salírseme de sus cuencas. Un papelón…

- Lo sé, lo sé- me ha dicho la pobre tirando del jersey hacia abajo, como queriendo taparse hasta los zapatos. No me digas nada, que ni yo misma me reconozco.

- ¡Hombre, Maruja, si casi ni te abro la puerta! Es que no te reconocía con ese… pelo…

- Ya, ya… échale la culpa al peinado. Yo también lo hacía al principio. Pero al llegar a los diez kilos de sobrepeso, dejó de colar, por más que me lo cardara…

- ¿Pero qué te ha pasado? Con lo mirada que tú eras con la báscula…

- Chica, el caso es que ni yo misma me lo explico. Por eso he venido. Para que me echéis un cable, porque ya no entiendo nada. ¡Si apenas pruebo bocado!

Acabáramos. Otra que engorda del aire que respira.

Pues ya somos… ¿diez millones? O por ahí…

Así que, por si acaso no tenía bastante con coserme la boca, ahora tengo que vigilar también la dieta de Maruja, que no prueba bocado… ¡pero porque no mastica, sino que traga directamente, la jodía!

- Despacio, Maru. Recuerda que tienes que triturar bien cada porción de comida. Si engulles como una oca, no te llega a tiempo la señal de saciedad al cerebro y comes más de la cuenta.

- A mí ese mecanismo no me ha funcionado nunca, prima, así que no insistas.

- ¿Cuál, la masticación?

- No, idiota, digo el de la señal cerebral. Yo nunca me he sentido llena.

- Eso es imposible, Maru, créeme. Lo que te pasa es que estás a dieta y eso te provoca amnesia selectiva y…

- …¡Que no, plasta! ¡Que te digo que yo nunca me he saciado! Te aseguro que yo puedo seguir comiendo hasta la eternidad y hasta reventar. ¡Si paro es porque doy con la despensa y me da pereza bajar al súper!

- Pues eso se te ha acabado. Ahora sólo puedes abusar de la escarola. Y te lo advierto: como te vuelva a pillar con un bollicao en una mano y un tigretón en la otra y encima me intentes convencer de que estás verificando si tu dieta está “balanceada”, te doy tres collejas que verás cómo te llega la señal al cocoroto por la vía rápida...

Dos días.

Sólo ha aguantado a lechuga dos días.

Al tercero, le ha perdido el respeto a lo más sagrado en mi casa: las galletas príncipe de mis hijos.

Haceos cargo de que son su alimento base: nos valen tanto para el almuerzo, como para la merienda o el postre tardío.

Hasta que llegó Maruja y arrampló con todo.

Ayer, sin ir más lejos, se ventiló de una sentada los callos que mi santo había descongelado, la sobrasada que me trajo mi cuñada de Mallorca y guardaba para las ocasiones especiales y un tupper de albóndigas de mi madre.

Y ni por esas.

Salió de la cocina con los ojos desorbitados, pidiendo a gritos algo dulce.

Y, claro, dio con los flanes, porque no me dio tiempo a esconderlos detrás de los yogures con bífidus (único alimento que no considera como tal y a los que desprecia sin disimulo) y brillaban descocados en la segunda balda de la nevera, como incitando al personal y suplicando: cómeme, cómemeee…

Ahora, los que se han “cuadrado” han sido mis hijos y mi santo.

Han acordado por unanimidad mandar a Maruja de vuelta al pueblo y me han dejado a mí el honor de comunicárselo. Así que estoy preparando una tarta de manzana con extra de caramelo, para soltarle el bombazo a traición en pleno festín.

¿No dicen que las penas con pan son menos?

Pues toma barra y media.

sábado, 2 de abril de 2011

Arroz Bomba-y


- Mami, ¿me das ocho euros para que las niñas de la India puedan comer nocilla?

- A ver, a ver, repíteme eso, que no te he entendido bien.

- Que a ver si me das… ehh… (la veo contar dedos, malo)… dieciséis euros para que las niñas de la India coman bocatas de nocilla.

- Para, para, que te veo pidiendo veinticuatro euros como te lo haga repetir de nuevo. Vayamos por partes: antes dijiste ocho y ahora dieciséis. O se te han multiplicado las niñas o es que les has visto carita de muy hambrientas. Segundo: ¿cómo has calculado que con ocho (o dieciséis) euros las alimentas? ¿Has hecho un estudio de mercado o qué? Tercero: ¿ha venido al cole alguna niña de la India o te refieres a ellas en plan “genérico”? ¿Y por qué “las niñas” y no “los niños”? Responde en orden, por favor.

- Vale. Ocho euros es lo que cuesta la camiseta que este año han puesto a la venta los de sexto de primaria. Dieciséis es lo que me va a costar comprar la mía y la de mi hermano, que si no tiene lo mismo que yo, ya sabes que se rebota entero. Todo lo que recauden va destinado a un comedor de la India. El comedor está en un colegio de niñas y nos ha dicho la profesora que apenas tienen arroz para comer. Por eso, he pensado que estaría bien que les pudieran dar un poco de nocilla (o jamón, mamá, pero sólo del rico, no de ese malísimo que nos traes a veces, que está lleno de sebos) y no tanto arroz blanco, con lo insípido que es.

- Ahhh… ya, ya.

- Bueno, y, si quieres, también me puedes dar cuatro euros más para los bolis.

- ¿Bolis?

- Sí, bolis. Es que venden unos muy chulos y lo que recauden es para las niñas de la India, que sólo comen arroz, ya sabes…

- Sí, sí, lo sé, sólo comen arroz, me ha quedado claro. ¿Y cómo son los bolis?

- Pues son bolígrafos, mamá. Con su tinta, su capuchón… ¿no sabes lo que es un boli?

- Sí, me hago cargo, pero pensaba que tendrían algo especial, como dices que son “muy chulos”…

- Eso te lo he dicho para convencerte, pero no. Pintan y punto. Un boli no tiene que hacer nada más, mamá…

- Ya. ¿Algo más?

- Bocatas de chorizo.

- ¿Para las niñas de la India que sólo comen arroz?

- No, para mi hermano y para mí. Es que han montado una barra de bocadillos y lo que recauden es para las niñas de la India.

- Ahhh, que tú te comes el bocata y ellas la nocilla, ¿no?

- Algo así.

- Bien. Resumiendo: ¿cuánto dinero necesitas?

- Hmmm… déjame que sume… (ya está otra vez con los dedos-calculadora, me pongo mala)… treinta euros. Con eso me apaño.

- ¿Treinta euros? Pero… ¿cuánto cuestan esos bocadillos de chorizo?

- Ah, los bocadillos no mucho, sólo un euro. Pero las patatas fritas, las coca-colas para pasarlos y el helado de postre son unos cuatro euros más por persona. Multiplica, multiplica…

- No, si los números no fallan… bueno, pues todo sea por las niñas de la India…

- ¡Genial! ¡Gracias, mamá! ¡Voy a guardarlo en la cartera!

- Venga, rapidito. Y siéntate a la mesa, que todavía vas a llegar tarde al colegio.

- ¿Y hoy qué comemos?

- Pues imagínatelo.

- ¿Qué? ¿Qué es?

- Arroz, hija, arroz. Pero estate tranquila, que las niñas de la India, a partir de mañana, van a tener en su plato los manjares más ricos. Hala, dale al SOS, que ya estás tardando…



Y ahí la he dejado, jurando en arameo.

A mi plin.


Hasta que no monten en Bombay un puestito para las niñas españolas que sólo comen arroz, ni me inmuto…


¡Que viva la crisis y sus complementos!


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