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jueves, 29 de abril de 2010

No molesten: Estamos reunidos.

Viernes, 13:30 de la tarde. La oficina está a punto de cerrar y los teléfonos arden por tanta llamada de última hora. Parece que se acerca el fin del mundo y todo el mundo quiere dejar las cosas bien atadas, ¡qué agobio!

Oigo voces desde el despacho del director adjunto, así que se les ha debido de complicar el día por alguna reunión urgente. Han pedido que no les pasen llamadas, que están con algo “muy gordo” entre manos y no saben cuánto les llevará.

Veo correr a dos directivos, un administrativo y dos auxiliares hacia el despacho en cuestión. Han pasado frente a mi puerta, con una calculadora en una mano y una libretita en la otra. Los gritos crecen, pero han empezado a convertirse en risotadas. Vaya, parece que las cosas van saliendo adelante…

Me acerco a la cocina, que está frente al despacho del director adjunto y oigo la siguiente conversación:

- ¿La Puri?? Hmmm… no sé, ponle uno sesenta o así…
- Uno sesenta, ¡¡dónde vas!! Como mucho, le doy uno cincuenta y cinco.
- Y arriba, ¿qué le meto?
- Unos… ¿sesenta?
- Ya será alguno más…
- Vale, pues sesenta y dos, a ver qué te sale.
- Veinticinco con ochenta
- ¿Eso qué es?- escucho la voz del directivo más jovenzuelo.
- ¡Sobrepeso, merluzo, que no te enteras!- salta el socio con superioridad.
- Ahhh… y yo que la veía toda buenorra…. ¿Y a Paco qué le ha salido entonces?- insiste el otro.
- Obesidad mórbida. Era de esperar…- el socio abundando en la miseria del pobre Paco…

Como no puedo creer lo que escucho, asomo el morro por la puerta del despacho y me encuentro a un grupo de trajeados, alrededor de una calculadora, con el listado del personal de la empresa sobre la mesa y el boli echando chispas.


- ¿En qué andáis metidos? ¿Os queda mucho?- pregunto inocentemente…
- Eh…. Eh…. Una cosita….- me dice el auxiliar- … ¿tú cuánto mides?
- ¿Yo? Dos metros… ¿por?
- No… por decirte tu IMC, que nos están saliendo unos resultados la mar de graciosos…

¿Graciosos? Vosotros sí que sois graciosos, no me jodas.

Te encuentras seis tíos metidos en un despacho, rodeando una calculadora y un boli, supuestamente reunidos por algo “muy gordo”, que te están haciendo retener todas sus llamadas para poder calcular con mala-baba y sin interrupciones el índice de masa corporal de todos los trabajadores y pitorrearse de los que tengan de sobrepeso para arriba… ¿y no te mueres de la risa? Así va el país, que hacen falta 6 directivos para poder asegurar que “Paco el gordo” debería cambiar su sobrenombre por el de “Paco el obeso terminal”.

Pero lo que era gracioso de veras es que el IMC de los allí reunidos no lo calculaba nadie. Sólo hacían números con el resto del personal. Así que les miré con suspicacia, agarré la calculadora y empecé a teclear cual posesa:

- A ver, Don Gregorio, dígame su altura y lo que marca su báscula.
- Estooo… uy, qué tarde se me ha hecho. Me voy corriendo, que se me mosquea la parienta…
- No se preocupe, vaya, váyase, que ya se lo calculo yo a ojímetro… serán unos ochenta y cinco kiletes repartidos en metro setenta de anatomía o por ahí, ¿no cree, Don Gabriel? Y vaya pensando usted su altura también, que ahora mismo se lo pregunto… ¡Anda, pero si Don Gregorio tiene “obesidad moderada”, pues sí que era gracioso, sí, qué razón teníais!

Salieron todos “por patas” de aquel despacho y no se ha vuelto a mentar la báscula.
Hace falta estar ocioso y tener guasa…

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