
Tras mucho discutir con amigos y familiares sobre aquellos temas que jamás se deben sacar a colación en las reuniones con los compañeros de trabajo, he elaborado un ranking que puede serle de utilidad a más de uno.
Por tanto, nunca comentéis con Puri, la de administración, o con Jose, el comercial, lo siguiente:
- Tu salario: da igual que lo escondas entre palabras técnicas, tipo “bruto”, “líquido”, “según objetivos” o “más dietas”. Tampoco importa que lo prorratees o lo conviertas en 28 pagas con sus extras, por aquello de hacérselo más llevadero al becario con contrato en prácticas. Tú di una cifra y te acompañará hasta el final de tus días. Así que, mejor, cállate. No lo estropees. No digas nada. Insiste en la frase esa de “pa lo que gano”, con cara asqueada y mirada de hartura, pero sin dar más detalles. Si te vas de la mui, es un as en la manga de cualquier desaprensivo. Para qué darles leña, que luego se quema el bosque y la culpa es tuya.
- Lo que te has gastado en tu último capricho: esto vale tanto para un bolso mega-pijo, como para un utilitario con yantas cromadas o unas vacaciones en algún país remoto. La gente se suele ir al pueblo de vacaciones, a la casa de los suegros, para más inri. No se lo hagas más penoso. Bastante tienen con aguantar a la suegra echándoles la bronca por haberse comido el jamón york que había comprado para su marido, que es de estómago delicado. No les cuentes cómo te has tocado la vaina tumbado en una hamaca en Hawai, cuando sabes perfectamente que han tenido que pintarle la casa a la familia política en sus ratos de ocio. Y sin cobrar. Hace falta ser mala persona.
- El resultado de tu reconocimiento médico: como les cuentes a los compañeros que tienes el azúcar alto, no te van a dejar catar ni una galleta en lo que te resta de vida laboral. Si, encima, eres de los que come el menú del día de la oficina, estás acabado. Te veo pidiendo lechuguita y bebiendo café con sacarina por no oírles. Evita palabras como “colesterolemia” y “sobrepeso”, o serás “Paco el gordo” para siempre. No compensa.
- Detalles exhaustivos sobre tus relaciones íntimas: A ver, ésta es una pura medida de higiene mental. ¿Qué necesidad tengo yo de imaginarme a “Paco el gordo” haciendo el salto del tigre sobre su parienta, que la pobre pesa 38 kilos en canal y dudo que lo soporte? Pues ninguna. Entre otras cosas, porque no hay quien se lo crea, pero a mí me genera una imagen en la cabeza que no hay Dios que me la quite en una semana. Si nadie te ha preguntado, ¿para qué nos lo narras con todo lujo de detalles? Son ganas de hacer daño…
- Chistes racistas o machistas o feministas o fuera de lugar: Obvio. Todos sabemos que “Paco el gordo” es muy gracioso, pero oírle preguntar: “¿Cuál es la última botella que abre una mujer en una fiesta? ¡¡¡Pues la de Fairy!!!”… hace tanta gracia como que te empalen o que te saquen a la vez las 4 muelas del juicio (juicio que, todo sea dicho de paso, él no posee). Las de Administración le tienen “enfilado” desde entonces. No te digo más que le han regalado una botella de 5 litros de Fairy por su cumpleaños. ¿No dicen que “el que ríe el último, ríe mejor”? Pues eso…
- El pedo que te has pillado o la resaca que te atrona la cabeza: Puri te acaba de contar que se ha pasado todo el finde en urgencias por culpa de una otitis mal curada de su niño y el becario que se ha tirado las 48 horas que van del viernes-tarde al domingo-noche sin salir de la oficina por culpa de un Excel que no sumaba bien. ¿Me quieres decir, Paco-de-mis-entretelas, que no les ves la cara cuando te pones a narrar las 3 despedidas de soltero seguiditas que te has pegado desde el jueves pasado sin pasar por casa? ¿Y encima pretendes que te pongan un cafelito bien tirado acompañado de una aspirina efervescente y que no te pasen llamadas, que no estás para nadie? ¿En qué mundo vives? ¿No tienes corazón? Cállate la boca, malnacido, o voy y le cuento a tu señora que lo que parecía un viaje de negocios con tu jefe era en realidad una orgía continuada en el “Caricia’s”, matándote a güisquis y sustancias de todo pelaje. Vamos a llevarnos bien, que no cuesta nada, ¿vale, machote?
Por tanto, nunca comentéis con Puri, la de administración, o con Jose, el comercial, lo siguiente:
- Tu salario: da igual que lo escondas entre palabras técnicas, tipo “bruto”, “líquido”, “según objetivos” o “más dietas”. Tampoco importa que lo prorratees o lo conviertas en 28 pagas con sus extras, por aquello de hacérselo más llevadero al becario con contrato en prácticas. Tú di una cifra y te acompañará hasta el final de tus días. Así que, mejor, cállate. No lo estropees. No digas nada. Insiste en la frase esa de “pa lo que gano”, con cara asqueada y mirada de hartura, pero sin dar más detalles. Si te vas de la mui, es un as en la manga de cualquier desaprensivo. Para qué darles leña, que luego se quema el bosque y la culpa es tuya.
- Lo que te has gastado en tu último capricho: esto vale tanto para un bolso mega-pijo, como para un utilitario con yantas cromadas o unas vacaciones en algún país remoto. La gente se suele ir al pueblo de vacaciones, a la casa de los suegros, para más inri. No se lo hagas más penoso. Bastante tienen con aguantar a la suegra echándoles la bronca por haberse comido el jamón york que había comprado para su marido, que es de estómago delicado. No les cuentes cómo te has tocado la vaina tumbado en una hamaca en Hawai, cuando sabes perfectamente que han tenido que pintarle la casa a la familia política en sus ratos de ocio. Y sin cobrar. Hace falta ser mala persona.
- El resultado de tu reconocimiento médico: como les cuentes a los compañeros que tienes el azúcar alto, no te van a dejar catar ni una galleta en lo que te resta de vida laboral. Si, encima, eres de los que come el menú del día de la oficina, estás acabado. Te veo pidiendo lechuguita y bebiendo café con sacarina por no oírles. Evita palabras como “colesterolemia” y “sobrepeso”, o serás “Paco el gordo” para siempre. No compensa.
- Detalles exhaustivos sobre tus relaciones íntimas: A ver, ésta es una pura medida de higiene mental. ¿Qué necesidad tengo yo de imaginarme a “Paco el gordo” haciendo el salto del tigre sobre su parienta, que la pobre pesa 38 kilos en canal y dudo que lo soporte? Pues ninguna. Entre otras cosas, porque no hay quien se lo crea, pero a mí me genera una imagen en la cabeza que no hay Dios que me la quite en una semana. Si nadie te ha preguntado, ¿para qué nos lo narras con todo lujo de detalles? Son ganas de hacer daño…
- Chistes racistas o machistas o feministas o fuera de lugar: Obvio. Todos sabemos que “Paco el gordo” es muy gracioso, pero oírle preguntar: “¿Cuál es la última botella que abre una mujer en una fiesta? ¡¡¡Pues la de Fairy!!!”… hace tanta gracia como que te empalen o que te saquen a la vez las 4 muelas del juicio (juicio que, todo sea dicho de paso, él no posee). Las de Administración le tienen “enfilado” desde entonces. No te digo más que le han regalado una botella de 5 litros de Fairy por su cumpleaños. ¿No dicen que “el que ríe el último, ríe mejor”? Pues eso…
- El pedo que te has pillado o la resaca que te atrona la cabeza: Puri te acaba de contar que se ha pasado todo el finde en urgencias por culpa de una otitis mal curada de su niño y el becario que se ha tirado las 48 horas que van del viernes-tarde al domingo-noche sin salir de la oficina por culpa de un Excel que no sumaba bien. ¿Me quieres decir, Paco-de-mis-entretelas, que no les ves la cara cuando te pones a narrar las 3 despedidas de soltero seguiditas que te has pegado desde el jueves pasado sin pasar por casa? ¿Y encima pretendes que te pongan un cafelito bien tirado acompañado de una aspirina efervescente y que no te pasen llamadas, que no estás para nadie? ¿En qué mundo vives? ¿No tienes corazón? Cállate la boca, malnacido, o voy y le cuento a tu señora que lo que parecía un viaje de negocios con tu jefe era en realidad una orgía continuada en el “Caricia’s”, matándote a güisquis y sustancias de todo pelaje. Vamos a llevarnos bien, que no cuesta nada, ¿vale, machote?
