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martes, 13 de abril de 2010

Las funciones infantiles


Mi hija tiene el mes que viene la exhibición de gimnasia rítmica y me tiene, cada día, un mínimo de media hora, tirada en la moqueta ensayando con ella las posturas que tiene que “bordar” en la actuación ante los padres. Esto me ha costado ya dos tirones y un esguince, pero yo no me desanimo, porque veo a la chiquilla con tanta ilusión, que me vengo arriba y hago todo lo humanamente posible para conseguir la vertical haciendo el clavo o la rueda lateral. Espero que se luzca como merece, porque como le pase como a su amiga Luisita el año pasado, voy y abofeteo a la profesora.

Luisita es una niña muy buena, preciosa, con un gran don de gentes y mayor facilidad para comerse, digámoslo así, los bocatas ajenos. En una palabra: es lo opuesto a la bailarina delgaducha con la que sueñan todas las profesoras de extraescolares del colegio. Pero la niña sólo tenía una ilusión: hacer ballet. Y su madre, por darle gusto, la apuntó a las clases sin dudar.

Cuando llegó la exhibición anual y se levantó el telón, todos buscábamos a Luisita con la mirada, pero Luisita no aparecía por ningún lado en aquel escenario. Aparentemente. Porque, si te fijabas bien, veías que el árbol de la esquina, ese pintadito de marrón y cuajadito de hojas de celofán color verde, como que respiraba. Sí, el árbol se movía. Mínimamente, pero se movía. Hasta que estornudó, se le desprendieron media docena de hojas y nos pareció ver la patilla de las gafas de Luisita.

Entonces ocurrió lo que me temía. Su madre, que no podía creer que las otras 14 niñas estuvieran bailando, con mayor o menor fortuna, el Lago de los Cisnes, mientras su querida Luisita se achicharraba viva bajo kilos de plástico coloreado, empezó a dar gritos increpando a la profesora. Su marido, muerto de vergüenza, intentaba tirar de ella para sacarla de salón de actos, mientras los lloros de Luisita se escuchaban por encima de la música. Luego nos confesó que no lloraba por su madre, sino porque se le habían dormido los brazos de tanto sujetar en alto las ramas de cartón-piedra que le habían atado a las muñecas. Menuda tortura. Ahí, toda estática, sin poder mover ni un pelo para que las ramitas no se le chocaran con las gafas.

Pasada la actuación y ya más calmada, la madre consintió en hablar con la tutora, quien le explicó que no le había quedado otra, porque Luisita desentonaba con el resto de niñas en tutú. Para qué te digo más. Entonces, entró el padre en la discusión, preguntando a ver qué tipo de profesoras fascistas eran aquellas que no dejaban a una cría de 6 años ponerse un tutú por considerarla demasiado gorda para bailar el Lago de los Cisnes.

Es indignante, pero verídico. Igual de verídico como que, al año siguiente, a Luisita la apuntaron a extraescolares de ajedrez y se ha convertido en un año en la ganadora de alevines de la provincia. Ahí no les importaban nada sus kilos, ni sus gafitas. Sólo su cabeza y su capacidad de ponerse en el pellejo del contrincante. Justo lo que les falta a las profesoras de ballet del colegio…

7 comentarios:

josé javier muñoz dijo...

Esthertxu, escribes muy bien y cuentas cosas divertidas. Te lo comentaré con detalle.

Javi Muñoz

Anónimo dijo...

!!! Pobre Luisita !!! Lo malo es que esto sucede con demasiada frecuencia, no piensan las profes en los niños ni sobretodo con los papis que están deseando ver a sus retoños en el escenario triunfando como los mejores, cren todos los padres que tienen a un futuro deportista o un gran bailarín y verlos convertidos en árbol les saca de sus casillas...

Su dijo...

Ay, la pobre..... Luego nos extrañamos de que siendo tan pequeñas empiecen a tener problemas de autoestima.

Esthertxu dijo...

Exactamente. Es un caso verídico, ¿eh?
Aunque suene a "choteo"... una pena que haya gente de este percal...
Un abrazo para todos y gracias por opinar!

Teresa dijo...

¡Esque puedes sacar una sonrisilla a cualquiera hablando de cualquier cosa!
Mi enhorabuena a Luisita, que encontro algo que se le daba bien y en lo que no la marginaban.
Besitos :)

Esthertxu dijo...

¡Gracias, Teresa!
¡Hay que buscar el humor debajo de las piedras, si hace falta!
Un abrazo.

Martha dijo...

Joder...que crueldad hay por el mundo. Seré una ingénua, pero todavía me sorprenden estas cosas. Y me ha dolido mucho imaginarme a Luisita en el escenario sufriendo con las ramas esas atadas a los brazos! Menuda tortura!!

Le pasa eso a mi hija y la demanda que le cae a esa profesora es pequeña!!

Menos mal que la historia tiene un final feliz, porque se me estaba revolviendo el estómago y todo!

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