No llego a nada.
Voy por la vida sin frenos y a lo loco. Y así me va.
Tengo tres bodas programadas en los próximos dos meses y ni siquiera sé qué voy a ponerme. Ni si entraré en la ropa que ya tengo, que esa es otra…
Miro alrededor y me encuentro con amigas y familiares que no sólo tienen pensado el modelo que lucirán en esos mismos eventos… ¡es que se han comprado hasta los complementos a tono! Y yo ni he pensado a quién encasquetaré los niños siquiera… ¡soy un desastre!
Organizamos un viaje para el fin de semana y hago todo lo necesario en las dos últimas horas. ¿Por qué no seré como esas previsoras que compran las cosas dos semanas antes y pueden destinar los últimos minutos a acicalarse y esperar a que las recojan?
Creo que va en mi naturaleza.
Siempre dejo todo para el final y luego me entra el agobio. No falla. Llego a todas partes sudada por las carreras que me meto a última hora. Y cabreada como una mona, claro. Si por lo menos me luciera el pelo... ¡Pero qué va! ¿Cómo me va a lucir si acabo tan agotada que no me da tiempo ni a lavármelo?
Es desesperante encontrarte en un jaleo con la típica estupenda que te muestra la manicura francesa, el cuerpo bronceado de forma uniforme (“chica, con un par de sesiones UVA y unas toallitas Comodynes, quedas de fábula”), el pelo recién moldeado y en su punto exacto de color, el maquillaje sin atisbos de “corronchos” ni efectos-máscara y una depilación tan rotunda que le deja las extremidades como si llevara el PhotoShop instalado en su anatomía.
No es justo. Yo, así, no juego.
De modo que he decidido irme a un spa con mi hermana, a ver si conseguimos salir de este bucle de agobio y descontrol en el que estamos sumidas.
Pero fue poner un pie en aquel sitio y empezar a pensar en la de cosas que había dejado en casa a medio-hacer y a temblar del sofocón. Se ponían las masajistas a trastearme los pies y yo les daba patadas para que terminaran antes de tiempo y así meterme rapidito en el jacuzzi mientras mandaba un SMS a mi “santo” recordándole que tenía que hacer el pedido o se quedaban sin comida para el finde.
Me arrastraban a un circuito de chorros de agua y yo los sorteaba, como si estuviera en “el Gran Prix del verano”, para llegar antes a meta y poder hacer una llamadita a mi madre y recordarle que esta vez le tocaba a ella recoger a los niños del colegio y llevárselos a mi “santo”, o de lo contrario iban a pasar los pobres las 48 horas que van del viernes al domingo sentaditos en el patio a verlas venir…
Con deciros que me ventilé en 3 horas las actividades a las que otras dedican dos días…
Creo que tengo el record del balneario, porque me han pedido que pare tres segundos para hacerme una foto que van a poner en la orla que tienen en la entrada...
Mi hermana, que no me ha dejado sola ni un minuto en este decathlon asfixiante (ni os imagináis cómo me seguía con la lengua fuera) y que es más lista que los ratones coloraos, me ha dicho que la foto la van a poner en ese apartado que tienen destinado a “cosas prohibidas en este centro”, junto a los móviles tachados y las Whopper rodeadas de asteriscos de colores.
Y os preguntaréis ¿qué has sacado en limpio de todo esto?
Bien, pues me ha dicho mi hermana que no me vuelve a acompañar a un sarao de estos. Que ha acabado más estresada que cuando entró y que si lo sabe, se viene con mi madre, que ella sí que entiende lo que es “tirarse a la Bartola” y gozar del sosiego del momento. Que vaya dineral tirado a la basura.
En una palabra: he perdido el tiempo, el dinero, (casi) a mi hermana y he vuelto a casa antes de tiempo y más cansada que si me hubiera presentado al Giro de Italia con un triciclo.
Vamos, que esto lo repito yo por mis muelas…
Voy por la vida sin frenos y a lo loco. Y así me va.
Tengo tres bodas programadas en los próximos dos meses y ni siquiera sé qué voy a ponerme. Ni si entraré en la ropa que ya tengo, que esa es otra…
Miro alrededor y me encuentro con amigas y familiares que no sólo tienen pensado el modelo que lucirán en esos mismos eventos… ¡es que se han comprado hasta los complementos a tono! Y yo ni he pensado a quién encasquetaré los niños siquiera… ¡soy un desastre!
Organizamos un viaje para el fin de semana y hago todo lo necesario en las dos últimas horas. ¿Por qué no seré como esas previsoras que compran las cosas dos semanas antes y pueden destinar los últimos minutos a acicalarse y esperar a que las recojan?
Creo que va en mi naturaleza.
Siempre dejo todo para el final y luego me entra el agobio. No falla. Llego a todas partes sudada por las carreras que me meto a última hora. Y cabreada como una mona, claro. Si por lo menos me luciera el pelo... ¡Pero qué va! ¿Cómo me va a lucir si acabo tan agotada que no me da tiempo ni a lavármelo?
Es desesperante encontrarte en un jaleo con la típica estupenda que te muestra la manicura francesa, el cuerpo bronceado de forma uniforme (“chica, con un par de sesiones UVA y unas toallitas Comodynes, quedas de fábula”), el pelo recién moldeado y en su punto exacto de color, el maquillaje sin atisbos de “corronchos” ni efectos-máscara y una depilación tan rotunda que le deja las extremidades como si llevara el PhotoShop instalado en su anatomía.
No es justo. Yo, así, no juego.
De modo que he decidido irme a un spa con mi hermana, a ver si conseguimos salir de este bucle de agobio y descontrol en el que estamos sumidas.
Pero fue poner un pie en aquel sitio y empezar a pensar en la de cosas que había dejado en casa a medio-hacer y a temblar del sofocón. Se ponían las masajistas a trastearme los pies y yo les daba patadas para que terminaran antes de tiempo y así meterme rapidito en el jacuzzi mientras mandaba un SMS a mi “santo” recordándole que tenía que hacer el pedido o se quedaban sin comida para el finde.
Me arrastraban a un circuito de chorros de agua y yo los sorteaba, como si estuviera en “el Gran Prix del verano”, para llegar antes a meta y poder hacer una llamadita a mi madre y recordarle que esta vez le tocaba a ella recoger a los niños del colegio y llevárselos a mi “santo”, o de lo contrario iban a pasar los pobres las 48 horas que van del viernes al domingo sentaditos en el patio a verlas venir…
Con deciros que me ventilé en 3 horas las actividades a las que otras dedican dos días…
Creo que tengo el record del balneario, porque me han pedido que pare tres segundos para hacerme una foto que van a poner en la orla que tienen en la entrada...
Mi hermana, que no me ha dejado sola ni un minuto en este decathlon asfixiante (ni os imagináis cómo me seguía con la lengua fuera) y que es más lista que los ratones coloraos, me ha dicho que la foto la van a poner en ese apartado que tienen destinado a “cosas prohibidas en este centro”, junto a los móviles tachados y las Whopper rodeadas de asteriscos de colores.
Y os preguntaréis ¿qué has sacado en limpio de todo esto?
Bien, pues me ha dicho mi hermana que no me vuelve a acompañar a un sarao de estos. Que ha acabado más estresada que cuando entró y que si lo sabe, se viene con mi madre, que ella sí que entiende lo que es “tirarse a la Bartola” y gozar del sosiego del momento. Que vaya dineral tirado a la basura.
En una palabra: he perdido el tiempo, el dinero, (casi) a mi hermana y he vuelto a casa antes de tiempo y más cansada que si me hubiera presentado al Giro de Italia con un triciclo.
Vamos, que esto lo repito yo por mis muelas…
10 comentarios:
Hay que saber relajarse y desconectar. Desde luego, es un don que a partir de ahora,voy a apreciar.
Un saludo
Huy, huy... Nosotros hacemos una escapadita a spa urbano de turno cuando hay ocasión (en vacaciones, vaya). Lo de aprender a relajarse no sé dónde se hace, pero este curso he visto que es imprescindible. Por salud mental.
Saludos.
Yo llevo años soñando con pasar los días perreando en el sofá. Si es que esto de ser madre trabajadora es una estafa! No tengo la solución, lo siento ;).
Un abrazo!
El estrés es muy malo, muy malo, pero mientras que el relax es ese mal amigo que nunca esta cuando lo necesitas el estrés es fiel, demasiado fiel. Que poetico y profundo me ha quedado XD.
Yo soy igual... me agobio un montón con todo, aunque yo sí soy previsora, no me gusta dejarme nada para última hora, porque si no, ya me daría un yuyu... Pero aun así: estrés!!!!!!
Por cierto: que tu amiga esa tan estupenda no te engañe: las toallitas autobornceadoras de Comodynes son lo peor. Se te queda un moreno a ronchas. Nada uniforme. "Moreno mapache". Al final, en vez parecer bronceada, parece que llevas roña de días.
O es que yo soy un desastre aplicándomelas...No sé.
Venga, relájate un poco y empieza ya a pensar qué te podnrás para als boads. Seguro que luego vas monísima!!!
Besos
Jajajajaja! Me siento súper identificada!! Lo peor es que yo siempre me creo que para la próxima me voy a organizar con tiempo y siempre acabo como tú, todo a última hora. Y lo peor es eso, el cabreo que me llevo encima. Y los pelos guarros, el maquillaje, el modelito mal elegido...
¡Un balneario! Uhmmmm..... menuda oportunidad desaprovechada, yo habría desconectado hasta de mi nombre... ¿será que no soy madre?.
Besos.
Relajate y disfruta.
Saludos.
Nooooo, tienes que relajarte uwu... Te recomiendo un poco de reggae, incienso y tranquilidad... Medita un poco y aprende a quedarte en blanco. Es saludable xD
Chicos, es que yo no sé relajarme, lo intento y no me sale!!!
Y mira que lo intento, eh? Le pongo empeño, pero la cabeza me va por libre y se pone a hacer de las suyas... a ver si es cierto que voy a tener que hincharme a tilas, incienso, reggae o lo que sea... soy una loca!!!
En fin, gracias por pasaros, que estamos en verano (los demás, yo no...) y se agradece muuuucho!!!!!
Un saludete!
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