
Ni lo pienso. Es algo que me sale automática y espontáneamente y, a veces, ni me acuerdo de haberlo hecho. Puedo estar perfectamente leyendo un libro y, sin dar tres cuartos al pregonero ni perder el hilo de mi lectura, me santiguo al notar que aquello se eleva. Debe ser uno de tantos gestos aprendidos desde mi más tierna infancia, porque me consta que mis padres también lo hacen.
Pero mira tú por dónde que hay gente que se fija en todo y te lo hace notar sin vergüenza alguna.
Puente aéreo, jueves, 18:30 de la tarde. Vuelo sola por un tema laboral y tengo de compañero de asiento a un señor de unos 60 tacos mal llevaos.
- ¿Qué hace?- me pregunta el hombre con mirada confusa.
- ¿Perdone, cómo dice?- le digo yo levantando la vista de mi sudoku a falta de tres números para haberlo completado en tiempo récord. Mierda, ya me ha jodido la media…
- ¡¿Que qué hace?!- insiste a voz en grito.
- ¿Yo? Pues… un sudoku…
- ¡¡¡No, no, noooo, que qué acaba de hacer, con las manos!!!
- ¿Con las manos? Pues no sé, supongo que habré escrito el número 7, que se me estaba rebelando y…
- ¡Que no!! ¡¿Que qué hacía con sus manos en su cara?!- me está gritando y ha conseguido que la azafata se asome desde su asiento lateral para ver qué ocurre. Perfecto. Ya es oficial: me ha tocado a mí el loco del avión. El Euromillón ni de coña, pero el perturbado siempre pa mí. Es un clásico.
- ¿Con mis manos en mi ….??? ¡Ahhhhh, me habré santiguado, supongo!. ¿Es eso?- me siento como si tuviera el rosco de Pasapalabra alrededor del gaznate.
- Eso me había parecido… y ¿cómo se le ocurre hacer semejante cosa? ¿No sabe usted, señoritinga, que está utilizando el signo más cruel, salvaje y atroz que puede existir sobre la faz de la Tierra? ¿Qué tipo de religión es esa que usted parece profesar, que se dedica a convertir en Santo el símbolo más desalmado que se haya podido usar contra una persona?
- Usted perdone, es simplemente una costumbre familiar que…
- ¡Déjese de chorradas! Hacer la señal de la cruz sobre su frente, cuando a ese hombre lo clavaron sobre dos palos… ¿usted sabe el sufrimiento, la agonía insoportable, el dolor tan inhumano que eso debió de suponerle? ¿Y lo utiliza como si tal cosa, como si fuera algo sagrado o digno de alabar????
- Hombre, no se ponga así que…
- ¡Me pongo como me sale de los cojones! ¿Y usted se llama cristiana? ¡Pues vaya mierda de religión que ensalza lo peor del ser humano!
- Oiga, que no es nada personal ni lo he hecho para ofenderle. Que es sólo una costumbre…- ¡¡¡Santo Dios, ayúdame, porque me da que me ha tocado un integrista profesional en el asiento de al lado!!! Como le vea sacar el móvil, una botellita de líquido sospechoso o tocarse los zapatos, te juro que salgo corriendo al grito de ¡¡¡“terrorista a bordo”!!!
- ¿Una costumbre? ¿Y si, supongamos ahora, a su Dios le hubieran empalado??? ¿Qué haría usted “por costumbre”? ¿Meterse un palo por el culo cada vez que el avión despegara??? ¿Eh? ¿Eh? ¿Haría eso??? ¡Qué bonito…!
- Hmmm…. perdone, ¿me deja pasar, por favor, que tengo que ir al baño a empalarm… digooo… a retocarme el maquillaje???- he saltado sobre sus piernas porque me estaba cerrando el paso claramente con su cuerpo serrano.
Me he dirigido a la azafata, que me ha soltado lo de “está la señal de cinturones encendida, no puede levantarse” y le he dicho con mi mejor sonrisa cínica: “o me das otro asiento, guapa, o le digo a mi compañero que te he visto santiguarte al colgar el telefonito de megafonía”.
Ella, sin cambiar el gesto, me ha acompañado a primera, me ha dado un zumo de naranja y me ha deseado feliz vuelo sin chistar.
Bien visto, chata. Que hoy ha ido a por mí, pero mañana podrías ser tú…
