A la mierda todo mi trabajo.
A la mierda mis notitas llenas de garabatos, mi calendario tan molón, mi móvil y mi teclado sin cables, ergonómico y desgastado.
A la mierda mis bolis sin tapón mordisqueados, mis hojas recicladas para guarrear y mi calculadora de colores. Mi agenda de piel, mi colección de gomas de Hello Kitty y mis altavoces JBL Platinum, también: ¡a la mierda!
Y todo por culpa de la maldita cafeína…
No, no me he vuelto loca.
Simplemente, torpe.
Quería coger la grapadora a la vez que contestaba un e-mail y sujetaba el móvil haciendo la “pinza oreja-hombro” (gesto éste, el de la pinza, que realizo con soltura cada día un mínimo de veinticinco veces por debajo de la patilla) y mi campo visual se ha visto trastocado en su ángulo ciego por un vaso de (casi) medio litro de café con leche que todavía no había tenido el honor de catar.
Con el esmero que le había puesto en prepararlo… con su sacarinita, su leche desnatada, su espumita… ¡pues a la mierda también!
Ha quedado toda mi mesa empantanada. Cubierta por un líquido viscoso (sí, sí, en el vaso era líquido, pero sobre una superficie plana tiende a cristalizarse, palabrita) que chorreaba sobre la CPU y mis pantalones a supervelocidad. Bueno, para ser del todo sincera, si se hubiera desparramado a nanovelocidad tampoco se habría notado la diferencia, porque me he quedado tan bloqueada y sorprendida de mi poca pericia con las manos, que no he sabido reaccionar.
Alertadas por el ruido, han brotado varias compañeras ante mi puerta a ver lo que pasaba. Yo seguía quieta. Impávida. Sin capacidad alguna de intervención. Con la mente perdida en los recuerdos de mi niñez. Aquellos que aparecen en mis peores pesadillas, ayudados por vocecitas infantiles que me canturrean en la oreja de forma siniestra… “manospieeeessss, manospieeeessss, lala lala la laaa, eres una manospieeessss”. Aterrador…
Mis compis, mucho más resolutivas que yo para los momentos puntuales de catástrofe o emergencia (no en vano, tienen hechos varios cursillos de primeros auxilios y prevención de riesgos laborales), se han coreografiado de forma tácita y silenciosa para arreglar aquel desaguisado y sacarme del charco en el que me encontraba.
Yo no he movido ni un dedo. No podía.
Me he “despertado” del aturdimiento ya en el baño, con una falda que no recordaba haberme puesto esa mañana (lo cierto es que no iba del todo desconjuntada con la chaqueta que llevaba) y unos zapatos prestados no sé por quién (un par de tallas grandes, pero daban el pego). Desconcertante.
Del café, cristales rotos y demás enseres anegados, ni rastro.
Todo estaba impoluto. Lustroso y brillante.
Como si hubiera sido un sueño.
Así que vuelta a empezar.
Mis compañeras me han regalado una pelotita para ejercitar las manos y yo, obediente como soy, practico con esfuerzo.
Ahora tengo ordenador nuevo y mil cosas “para ayer” que actualizar.
No tengo tiempo ni para tomar café.
Tanto mejor.
Otro contratiempo de este calibre y me imprimen en las tarjetas de visita “Esthertxu la zopenca”. La taza de plástico con soporte-ventosa que me ha dejado mi jefe esta mañana sobre la mesa no augura nada bueno.
Vivo con más miedo que un pensionista con hipoteca…
A la mierda mis notitas llenas de garabatos, mi calendario tan molón, mi móvil y mi teclado sin cables, ergonómico y desgastado.
A la mierda mis bolis sin tapón mordisqueados, mis hojas recicladas para guarrear y mi calculadora de colores. Mi agenda de piel, mi colección de gomas de Hello Kitty y mis altavoces JBL Platinum, también: ¡a la mierda!
Y todo por culpa de la maldita cafeína…
No, no me he vuelto loca.
Simplemente, torpe.
Quería coger la grapadora a la vez que contestaba un e-mail y sujetaba el móvil haciendo la “pinza oreja-hombro” (gesto éste, el de la pinza, que realizo con soltura cada día un mínimo de veinticinco veces por debajo de la patilla) y mi campo visual se ha visto trastocado en su ángulo ciego por un vaso de (casi) medio litro de café con leche que todavía no había tenido el honor de catar.
Con el esmero que le había puesto en prepararlo… con su sacarinita, su leche desnatada, su espumita… ¡pues a la mierda también!
Ha quedado toda mi mesa empantanada. Cubierta por un líquido viscoso (sí, sí, en el vaso era líquido, pero sobre una superficie plana tiende a cristalizarse, palabrita) que chorreaba sobre la CPU y mis pantalones a supervelocidad. Bueno, para ser del todo sincera, si se hubiera desparramado a nanovelocidad tampoco se habría notado la diferencia, porque me he quedado tan bloqueada y sorprendida de mi poca pericia con las manos, que no he sabido reaccionar.
Alertadas por el ruido, han brotado varias compañeras ante mi puerta a ver lo que pasaba. Yo seguía quieta. Impávida. Sin capacidad alguna de intervención. Con la mente perdida en los recuerdos de mi niñez. Aquellos que aparecen en mis peores pesadillas, ayudados por vocecitas infantiles que me canturrean en la oreja de forma siniestra… “manospieeeessss, manospieeeessss, lala lala la laaa, eres una manospieeessss”. Aterrador…
Mis compis, mucho más resolutivas que yo para los momentos puntuales de catástrofe o emergencia (no en vano, tienen hechos varios cursillos de primeros auxilios y prevención de riesgos laborales), se han coreografiado de forma tácita y silenciosa para arreglar aquel desaguisado y sacarme del charco en el que me encontraba.
Yo no he movido ni un dedo. No podía.
Me he “despertado” del aturdimiento ya en el baño, con una falda que no recordaba haberme puesto esa mañana (lo cierto es que no iba del todo desconjuntada con la chaqueta que llevaba) y unos zapatos prestados no sé por quién (un par de tallas grandes, pero daban el pego). Desconcertante.
Del café, cristales rotos y demás enseres anegados, ni rastro.
Todo estaba impoluto. Lustroso y brillante.
Como si hubiera sido un sueño.
Así que vuelta a empezar.
Mis compañeras me han regalado una pelotita para ejercitar las manos y yo, obediente como soy, practico con esfuerzo.
Ahora tengo ordenador nuevo y mil cosas “para ayer” que actualizar.
No tengo tiempo ni para tomar café.
Tanto mejor.
Otro contratiempo de este calibre y me imprimen en las tarjetas de visita “Esthertxu la zopenca”. La taza de plástico con soporte-ventosa que me ha dejado mi jefe esta mañana sobre la mesa no augura nada bueno.
Vivo con más miedo que un pensionista con hipoteca…
18 comentarios:
Jajajaja eso pasa en las mejores familias, un consejo, ve a la cafeteria a gozar del café. Si no puedes, venden unas tazas-termo, con tapón hermetico y una ranura deslizante pensadas para mesas con ordenador y papeles.
Beso
mañana mismo me agencio como sea una de esas que cuentas, Babilonio.
lo de bajar a la cafetería, ni me lo planteo... no tengo tiempo!!!
un saludete y gracias por la visita... y en pleno puente!!!
Jajajajajajajajajajaj, no hay cosa que más gracia haga que las desgracias ajenas...
No te preocupes, no eres la unica con manos de mantequilla, ajajajajaj, solo que las demás no lo contamos.
Besucos.
ja ja ja!!!
que risa! espero que ya estes recuperada, menos mal que tus compañeras te ayudaron, pero ni te preocupes, a quien no le ha sucedido algo por el estilo? yo soy mandada a hacer para que se me caigan, rompan, las cosas que caen en mis manos, es mas, te cuento que tengo que comprar mas platitos de postre porque no se que me pasa, cada vez que lavo se me rompe uno! y es que toman vida propia y se me escapan de las manos!
Besos!
Bueno, afloja la faja y piensa que más se perdió en la guerra.
Menos mal que tienes unas buenas compañeras, que seguro que aún se están descoñando de la risa de verte con todo por encima :)
Besicos
Ayyy.... eso va a ser la dieta, que te está haciendo perder facultades...
Suerte tener unas compis tan resolutivas, no???
Me hubiera gustado verte con la falda y los zapatos esos 3 tallas más grandes.. xDD
Tranqui, mujer, que todos tenemos nuestro momento manazas!!
Besos
Jajaja,pobre...
como me rebienta derramar cosas, y más aún cuando llevo una botellita en el bolso y por arte de magia se abre pringando todo el contenido. Me ha pasado tambien con la proteccion solas en la bolsa de la playa, con el champu en la maleta...
como ves, no se me dan bien los tapones...
Un saludo
Aparte de la taza esa, agénciate algo más, que es un pinganillo para hablar por teléfono. Porque lo peor no es que tu mesa esté inundada de café, lo peor es que el cuello se te quede torcido para toda la vida por tenerlo a cada rato en un ángulo raro para aguantar el teléfono.
No sabes como te entiendo, con las que yo lio, constantemente, ja, ja, ja, ja...
Un besazo
No te preocupes, un día malo lo tiene cualquiera...
1beso y ánimo!!
¡Diosss! Menos mal que nací con la cafeína en vena y me tomo sólo el de primera hora de la mañana, porque con lo desastre que estoy hecha, me veo viscoso y encharcao hasta el DNI.
Y encima si tocan mis papeles o mi ordenador, tengo cincuenta carteles que me amenazan conque tengo que matar al que se atreva o me las pire al trullo.
:(
No te flajeles tanto mujer... !! cualquier escriba echa un borrón de vez en cuando...Eso si, aprende la lección que tener algo liquido cerca de un teclado es mu, pero que muuuu peligroso ;)
Bah, al menos no pasó a peores y no ha tenido que limpiar todo su escritorio, ve? <3 Yo estaría feliz de tener compañeros así xD
Tan jovencísima y ya con palpitaciones¡¡¡ Demasiado sexo, sin duda...
Tienes que guardar el café en algo con tapón, en plan botella de agua. Así aunque se caiga no mancha nada... ¡si es que está todo inventado!
A mi me pasan ese tipo de cosas a diario, cuando no me caigo por la calle, salgo del baño con la falda recogida en las medias o se me queda algún resto de comida entre los piños. Es difícil ser una misma, pero creo que ya lo voy superando poco a poco...
besicos p8los!
Jo, me has hecho revivir una "tragedia" que tuve yo con los apuntes de las oposiciones y un café. A mi me consolaban diciéndome "apuntes manchados, apuntes aprobados" ¡Y una leche! Aprobé 4 años después y tuve que volver a elaborarlos. Un drama, vamos un drama.
ufff, es que cuando tienes un día así lo peor es que no acaba ahí la cosa, sigues teniendo las manos del revés, al menos eso me pasa a mi. No te preocupes, a todos nos ha pasado algo parecido alguna vez.
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