
Llevo siempre un bolso tamaño XXL colgado del hombro izquierdo (no sé llevarlo en el derecho, qué quieres que te diga). Pesa cerca de tres kilos, sin exagerar, pero yo ni los noto, porque he conseguido que mi cuerpo asuma que ese hombro, el izquierdo, pesa más que el otro y tiene ya cogido el
tranquillo para no descompensarme el centro de gravedad corporal.
Cada día me propongo vaciarlo un poco, es decir, hacer un “barrido” de cosas inútiles y dejar sólo lo imprescindible. Pero cuando me pongo a hacer una lista que incluya todo aquello que no puede faltar (hago listas para todo), me da la risa y abandono la misión por imposible.
Esta es mi lista de “
must”:
1)
La cartera: imprescindible. De tamaño gigante, porque tienen que entrar las 26 tarjetas de todo tipo que llevo, sí o sí, conmigo. No hablo de tarjetas de crédito/débito (ojalá), que esas son sólo dos, sino de las “tarjetas cliente” que todos suponéis, como la de Sephora, the body shop, toys’r’us, iberia, sanitas, imaginarium, el corte inglés, la
doblecero (no sé ni para qué sirve) y un largo etcétera, por no aburriros.
2)
Las llaves: las de casa, pero no sólo las de casa, sino las de la oficina, la del buzón, la del trastero, las de mi madre, la de la bodeguilla donde guardo las bicis de los niños… vamos, que voy como el sereno, dando el
cante por donde paso.
3)
El móvil: no sé vivir sin él, como la mayoría. Me paso el día mandando SMS y haciendo fotos, así que no es precisamente un modelo-miniatura, no. Tiene una
pantallaca maja-maja, así que abulta lo suyo.
4)
El cargador del móvil: porque hay días en que la batería no da de sí lo suficiente y hay que echarle un cable, nunca mejor dicho…
5)
El gloss: como lo combino con la ropa, los llevo de varios colores, esto es, uno rojo, otro burdeos, otro como rosita y el sólo-transparente, por si la niña me pide que le pinte los labios…
6)
La barra de labios: como el gloss me lo “
como” en dos patadas, llevo la barra para aquellas ocasiones que lo merecen, como una reunión, un desayuno de trabajo, una juerga, o lo que se tercie.
7)
Los guantes: donde vivo, llevar los guantes “por si acaso” 9 meses al año es innegociable. Por no mencionar que, a veces, meto incluso la bufanda y la boina de fieltro, pero eso “sólo” pasa unos 6 meses al año, tampoco voy a exagerar…
8)
La agendita: una
chiquitita con boli incorporado, donde apunto lo que me viene a la cabeza o las cosas que debo hacer y que, después, transcribo en la grande que tengo en la oficina.
9)
El tabaco y el mechero: soy una viciosa y cargo con las consecuencias. Como soy un poco obsesiva, tengo que llevar 3 paquetes, por si alguien me pide y me quedo “sin”. Aunque no fumo más de un paquete al día, ¿eh? Que quede
clarinete…
10)
Los kleenex: teniendo hijos, este artículo ni se comenta. Es necesario y punto. Salvo que quieras llevar al niño con las
velas colgando o la cara manchada de nocilla, claro.
11)
Las gafas de sol: tengo los ojos claros y me molesta el
resolillo de mi ciudad. No es que el sol salga muchas veces al año por estos lares, pero cuando lo hace, siempre es a traición. Por eso voy bien “cubierta” en este sentido.
12)
Una novelita: para esos momentos tontos en los que no sabes qué hacer, aunque cada vez son menos…
13)
El set de aseo: que incluye una lima, unas horquillas, un par de gomas de pelo, un mini-cepillo-de-dientes y una mini-pasta-de-dientes. No soy de cremas, así que esa parte me la ahorro. Sería la bomba si tengo que meter también la hidratante, el contorno de ojos, el sérum o la anticelulítica.
14)
La bolsa ecológica plegable del Carrefour: la que nos han
colao con lo del medio ambiente… como me niego a pagar una bolsa de plástico-malo cada vez que tengo que entrar a comprar algo al súper que hay junto a mi oficina, me llevo
puesta la bolsita de marras. Así, cuando la cajera me pregunta: ¿quiere una bolsa?, yo la miro con desgana y le contesto: no, gracias, que yo tengo la
mía-propia (como si las regalaran, no te digo!). De esto hablaré otro día, que hoy estoy de buen humor.
15)
Un cuadernillo de Sudokus: soy fan-total del crucigrama numérico este. Me encanta. Me puedes encontrar en cualquier esquina, con la lengua sacada, esforzándome a tope con los cálculos mentales. Otro vicio que tengo.
16)
Caramelillos y chicles sin azúcar: sobre todo en épocas de dieta estricta (casi todo el año). Cuando me aprieta el gusanillo, chicle al canto. Aunque me da que me provocan más hambre, fíjate…
17)
El pen drive: no salgo de casa sin él. Cualquier documento, foto, lista de la compra, lo que sea que me interese, allí que va. Es como un anexo a mi memoria.
No entiendo cómo los hombres pueden ir sin bolso. Mi “santo” lo mete todo en el plastiquillo ese que te dan con la tarjeta de El Corte Inglés. Va con los brazos-caídos y tan contento. Y, claro, cada vez que le digo aquello de “sujétame el bolso mientras me abrocho el abrigo” me salta con lo de…” pero ¿qué llevas aquí??? ¡Si pesa más que una vaca en brazos!!!”. Típico.
Cuando veo a esos hombres con sus
mariconeras, les miro con comprensión, no como esas malas-pécoras que les critican porque lo consideran un hábito de “blanditos”. Yo me solidarizo con ellos, porque hay cosas que tienen que ir contigo donde quiera que tú vayas.
Odio tener que vestirme de fiesta y “hacer que llevo bolso”, cuando lo que te pones en la mano es una ridiculez en la que no cabe ni el mechero. Ese invento es de un tío, me juego algo. Y vosotras, ¿estáis tan perdidas como yo con la moda de los mini-bolsos?