Vengo de una, con una tortícolis de escándalo y una semi-lumbalgia que me está haciendo acordarme de los novios cosa-mala.
El caso es que todo empezó más o menos bien. Con la ceremonia, las fotos y los besos de rigor a la salida de la Iglesia. Ahora bien, fue llegar al cóctel y todo se desencadenó a velocidad supersónica. Algunos espontáneos, todavía sobrios (que es lo que más me escandaliza) se arrancaron con las jotas. ¡Y estábamos todavía con los canapés! Se avecinaba una gorda.
Allá por el segundo plato, un exaltado (tú dirás, si no) se subió al escenario que habían montado para el baile posterior y, micrófono en mano, gritó aquello de “cooooongaaaaaaaaa”. Entonces empezó la debacle.
Yo estaba tan a gusto, con la merluza en salsa mirándome con carita de deseo, cuando, de pronto, una marabunta me arrebató el tenedor y me arrastró hacia la pista con la servilleta atada a la pechera y los zapatos quitados. Yo miraba a mis compañeros de mesa con ojos de “sujetadme, por Dios, que se me llevan”, pero todos disimulaban y miraban al plato como si no me hubieran visto en la vida. Mi “santo” jugueteaba con el iphone como si tuviera a un Ministro al aparato y no pudiera cortarle la llamada y mi hermana, caritativamente, intentaba ponerme un zapato a la vez que se escondía bajo el mantel. La señora que tiraba de mí insistía en lo de “venga, tontaaa, que es muy divertidoooo” y yo no conseguía zafarme de sus garras enjoyadas.
- “Ahoraaaa, la manita izquierdaaaa en la oreja derecha del de delanteeeee”- berreaba el del micro. La señora, que se había pegado a mi culo, tiraba de mis lóbulos como si estuviera colgada de unas anillas olímpicas. Yo buscaba entre el pelo de su prima y, como no paraba quieta, acabé con su pendiente entre los dedos. Un señor gritaba: “de quién es este audífonoooo”, mientras serpenteábamos entre las mesas. Qué estampa.
- “La mano derechaaaa, entre las piernas y sujetando la mano izquierda del de atrááásss"- insistía el pesado. Levántate el vestido, pasa la mano, tócale las tetas a la señora agachada, dale la mano toda sudada, déjate sobar las tetas por su prima, con su tanga a la altura de tus ojos…¡Qué falta de intimidad!
- “Como estamos, sin movernos, peroooo… a la pata cojaaaaa y marcha atrááásss”… la prima me pisoteaba los juanetes descalzos, la señora se apoyaba en mis riñones para mantener el equilibrio y yo miraba de reojo hacia mi mesa, mientras veía que se llevaban mi merluza y mi gente se lo estaba pasando bomba haciéndome fotos y señalándome. Que os den, pensaba yo. Porque yo me lo estoy pasando de vicio y vosotros sois una panda de aburridos.
En un despiste de la prima, conseguí separarme del grupo y volví a mi mesa, con el tocado arrancado y el moño destrozado. Me siento y vuelve a la carga otra señora intentando levantarme tirándome del sujetador. No, no, esta vez sí que no. Me agarro al mantel y grito: ¡¡¡un momentitoooo, que tengo que ir al bañooo!!! Ahí estuve rápida de reflejos, porque la señora cambió automáticamente su target y se lanzó a por mi hermana, que me miraba como debió mirar Abel a Caín cuando le vio con la navajita alzada. Bien, que baile ella un ratito, que la estaba notando un poco mustia.
En fin, después de la conga vinieron la trainera (no veas cómo hacían como que remaban todos en el suelo) y otros muchos chicharrillos, tipo “Desde Santurce a Bilbao” o “Los cuatro puntos cardinales de Otxarkoaga”. ¡Y todo ello antes del vals!. Fue una boda agotadora. Si lo llego a saber, me preparo desde días antes yendo a hacer footing, porque acabé con una arritmia de preocupar.
¿Por qué esa obsesión por la conga en las bodas? ¿Por qué ese proselitismo, que parecen todos Tom Cruise intentando meterte en la Cienciología? Vamos a ver, ¿no te das cuenta que los que se quedan sentados hacen como que no te ven? ¡Pero si algunos se hacen incluso los ciegos o los cojos! ¿Por qué demonios tienes que ir tú a dudar de su palabra? Déjales tranquilos, por favor, no insistas. Que hay gente introvertida que lo pasa mal con tanto contacto humano. No hagas que les absorba la cadeneta humana, porque se sienten como engullidos por un agujero negro. Un poquito de compasión, por el amor de Dios…
8 comentarios:
Yo no puedo con estos excesos bodiles. ¿Y por qué todo el mundo tienen que poner paquito el chocolatero, que se vuelven locos? Qué horror!
Qué mundo lo de las bodas, todo ese sobeteo es que me enferma. ¿Es que me tocarías si en vez de estar en una boda estuviéramos en la parada del autobús, gilipichis? Me dan ganas de decir a veces.
Besos
No creas hay gente para todo. Tengo una amiga que iba en el metro y sentían que la toquetaban y ella pensaba: aún estoy de desear... lo malo fue que a la salida se dio cuenta que le habían "birlado " la cartera.
A mí personalmente me molesta el sobeteo además en la mayoría de los casos van medio cocidos y sudadados... !!! puf !!!
Es un horror... y lo malo es que (casi) siempre son señoras que, empecinadas en arrastrarte hacia la masa, te toquetean a placer.... si al menos fuera un tío bueno... pero qué va!!! Los buenorros JAMÁS organizan una conga!!! Sólo lo hacen las señoras del cardado-mágico!!! Un sinsentido...
Gracias por el premio del otro post :) que ilu es el primero!!
Mañana actualizo y me pongo al día con tu blog también!! Un beso!!
Anda, no te quejes, que no te hicieron bailar "Paquito el Chocolatero", que yo, la útima vez que me lo hicieron bailar en una boda, llevaba un vestido con un poco (muy poco) de cola, pero la suficiente para pisarmela y caerme de culo en medio del salón de la celebración.
Besossssssssssssssssss
jajaja si encima me destrozan el vestido después de haber apoquinado por él, es que MA-TO, como la otra...
Besos y feliz semana santa!!!
Casi despierto al niño de la risa que me ha entrao!! Vaya, pues y debo reconocer que "tengo madera de organizadora de congas.." porque me molan!!! así que no me inviteis a nadaaaa!!
Ana
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