La estrella más rutilante de mi universo “amiguil” se llama Elvira.
Elvira es… cómo definirla… el glamour en estado puro. Lo lleva en las venas. Ella no se viste, se enfunda un Gucci. Ella no se pinta, la maquillan previo pago. Ella no se peina, tiene unos bucles perfectos obra de las extensiones de pelo-natural que le sirve Ken Paves directamente a su domicilio. Ella es distinta al común de los mortales. Es única.
El problema de Elvira es que ella no se da cuenta de cómo es. Cree que todo el mundo tiene que saber qué demonios son unos peep-toes-con-plataforma-interior o unos baggy pants-al-estilo-Sienna-Miller. Y no. De eso, nada. La gente sabe (sabemos) qué marcas blancas son las que merecen la pena o si las ofertas del Carrefour tienen el precio inflado. Suficiente. Que no está la cosa para otros dispendios.
Por eso le pasa lo que le pasa. El otro día, por ejemplo, se quiso hacer la “terrenal” y entró sin dudar a un súper que han abierto en su barrio. Bueno, en su manzana, que ella no es de barrio.
Lo primero que le llamó la atención es que la mercancía la exponían directamente sobre palés de madera. Esto le chocó, porque le pareció una imprudencia. Dice que las cajas a ras de suelo estaban hechas un cromo, arrugadas, pisoteadas y con las esquinas melladas. Que no entiende cómo alguien puede comprar eso en tales condiciones. Claro, ella no lo coge ni regalado, porque hay que agacharse demasiado y el vestidito baby-doll no le da de sisa para tan ímprobos esfuerzos.
Después de mucho buscar y no encontrar lo que quería, se acercó a la chica que pululaba entre pasillos con un chaleco “horrible, de color naranja butanito que no le iba nada con su tono de piel”. Dice que ya le notó cara-arpía nada más saludarla. “Y eso que le dije “hola cariño”, ¿eh?. Pero ella me miraba como si la estuviera filmando una cámara oculta”.
La conversación fue algo parecido a esto:
- ¡Hola cariño! (ella es así, saluda con amor a cualquiera)
- Hmmm... dígame señora…
- Verás, llevo media hora buscando el carpaccio, pero no lo encuentro ni en la zona de carnicería ni en la de embutidos. ¡Ni siquiera en congelados! ¿Me podrías indicar dónde encontrarlo?
- ¿Cómo dice?
- Verás, que llevo un buen rato buscando el carpaccio y…
- Sí, sí, si ya la he oído, pero quería asegurarme…
- Ah, ¿entonces? ¿Dónde lo habéis escondidooo?
- Es que de eso no tenemos.
- El qué, ¿congelados? Pero si he visto un montón de cajones llenos de pizzas-pepperoni!!!
- No, señora. El “capacho” ese que dice…
- Nonono, me he explicado mal. Es car-pa-ccio.
- Pues eso, “capacho”.
- Que nooo, que me refiero al car-pa-ccio, ya sabes, esa carne de buey que se corta muy finita y que se puede tomar sola o en ensalada o con…
- Señora, no insista, que de eso no tenemos…
- ¿Cómo no vais a tener?? Anda, no me tomes el pelo y pregúntale a tu encargado, que seguro que él lo sabe.
- Yo soy la encargada, señora.
- ¡Pero si te he visto en la caja al entrar!
- Señora, yo soy la cajera, la encargada y la reponedora. ¿Algún problema?
- Ah… pues… no, qué va… cogeré unas chuches para mis sobrinos entonces, que de eso sí he visto…
- Pues vale.
Llegó a la caja y la del chaleco butanito, ya mosqueada, le cobró los 3,35 euros que costaban las chuches. Y, justo en ese momento, le sonó el móvil. La pobre Elvira contestaba a la vez que intentaba pagar. Pero sólo llevaba cambiados 3 euros, que eran exactamente las vueltas del Hola! que se había comprado esa mañana en el kiosco. Así que sacó su Visa platino sin pestañear y se la tendió a la cajera, que la miró como si fuese una rata muerta y le soltó aquello de “aquí no aceptamos tarjetas para compras inferiores a 30 euros”.
La parejita que esperaba detrás se empezó a poner nerviosa:
- Mecagüenlarubiaesta- decía él, cargado de yogures al muesli- no suelta el móvil y se las da de importante con la Visa.
- ¡Paga ya y calla, pesada!- soltó la “mechada” de su novia.
- (al teléfono) Mmmomentito, cielo, que me están hablando los de la cola del súper… ¿Decían algo ustedes?
- ¡Que pagues ya y te largues, so plasta, que estás montando un escándalo de aúpa!- le insiste la novia del impaciente.
- Oiga, ¿le he molestado yo a usted de alguna forma?
- Y tanto. Llevas dos horas para pagar unos palotes, ¡lenta, más que lenta!-sueltan a coro.
- ¿Lenta? Claro, es que yo no llevo chándal COMO OTROS y por eso no puedo correr…
Elvira es… cómo definirla… el glamour en estado puro. Lo lleva en las venas. Ella no se viste, se enfunda un Gucci. Ella no se pinta, la maquillan previo pago. Ella no se peina, tiene unos bucles perfectos obra de las extensiones de pelo-natural que le sirve Ken Paves directamente a su domicilio. Ella es distinta al común de los mortales. Es única.
El problema de Elvira es que ella no se da cuenta de cómo es. Cree que todo el mundo tiene que saber qué demonios son unos peep-toes-con-plataforma-interior o unos baggy pants-al-estilo-Sienna-Miller. Y no. De eso, nada. La gente sabe (sabemos) qué marcas blancas son las que merecen la pena o si las ofertas del Carrefour tienen el precio inflado. Suficiente. Que no está la cosa para otros dispendios.
Por eso le pasa lo que le pasa. El otro día, por ejemplo, se quiso hacer la “terrenal” y entró sin dudar a un súper que han abierto en su barrio. Bueno, en su manzana, que ella no es de barrio.
Lo primero que le llamó la atención es que la mercancía la exponían directamente sobre palés de madera. Esto le chocó, porque le pareció una imprudencia. Dice que las cajas a ras de suelo estaban hechas un cromo, arrugadas, pisoteadas y con las esquinas melladas. Que no entiende cómo alguien puede comprar eso en tales condiciones. Claro, ella no lo coge ni regalado, porque hay que agacharse demasiado y el vestidito baby-doll no le da de sisa para tan ímprobos esfuerzos.
Después de mucho buscar y no encontrar lo que quería, se acercó a la chica que pululaba entre pasillos con un chaleco “horrible, de color naranja butanito que no le iba nada con su tono de piel”. Dice que ya le notó cara-arpía nada más saludarla. “Y eso que le dije “hola cariño”, ¿eh?. Pero ella me miraba como si la estuviera filmando una cámara oculta”.
La conversación fue algo parecido a esto:
- ¡Hola cariño! (ella es así, saluda con amor a cualquiera)
- Hmmm... dígame señora…
- Verás, llevo media hora buscando el carpaccio, pero no lo encuentro ni en la zona de carnicería ni en la de embutidos. ¡Ni siquiera en congelados! ¿Me podrías indicar dónde encontrarlo?
- ¿Cómo dice?
- Verás, que llevo un buen rato buscando el carpaccio y…
- Sí, sí, si ya la he oído, pero quería asegurarme…
- Ah, ¿entonces? ¿Dónde lo habéis escondidooo?
- Es que de eso no tenemos.
- El qué, ¿congelados? Pero si he visto un montón de cajones llenos de pizzas-pepperoni!!!
- No, señora. El “capacho” ese que dice…
- Nonono, me he explicado mal. Es car-pa-ccio.
- Pues eso, “capacho”.
- Que nooo, que me refiero al car-pa-ccio, ya sabes, esa carne de buey que se corta muy finita y que se puede tomar sola o en ensalada o con…
- Señora, no insista, que de eso no tenemos…
- ¿Cómo no vais a tener?? Anda, no me tomes el pelo y pregúntale a tu encargado, que seguro que él lo sabe.
- Yo soy la encargada, señora.
- ¡Pero si te he visto en la caja al entrar!
- Señora, yo soy la cajera, la encargada y la reponedora. ¿Algún problema?
- Ah… pues… no, qué va… cogeré unas chuches para mis sobrinos entonces, que de eso sí he visto…
- Pues vale.
Llegó a la caja y la del chaleco butanito, ya mosqueada, le cobró los 3,35 euros que costaban las chuches. Y, justo en ese momento, le sonó el móvil. La pobre Elvira contestaba a la vez que intentaba pagar. Pero sólo llevaba cambiados 3 euros, que eran exactamente las vueltas del Hola! que se había comprado esa mañana en el kiosco. Así que sacó su Visa platino sin pestañear y se la tendió a la cajera, que la miró como si fuese una rata muerta y le soltó aquello de “aquí no aceptamos tarjetas para compras inferiores a 30 euros”.
La parejita que esperaba detrás se empezó a poner nerviosa:
- Mecagüenlarubiaesta- decía él, cargado de yogures al muesli- no suelta el móvil y se las da de importante con la Visa.
- ¡Paga ya y calla, pesada!- soltó la “mechada” de su novia.
- (al teléfono) Mmmomentito, cielo, que me están hablando los de la cola del súper… ¿Decían algo ustedes?
- ¡Que pagues ya y te largues, so plasta, que estás montando un escándalo de aúpa!- le insiste la novia del impaciente.
- Oiga, ¿le he molestado yo a usted de alguna forma?
- Y tanto. Llevas dos horas para pagar unos palotes, ¡lenta, más que lenta!-sueltan a coro.
- ¿Lenta? Claro, es que yo no llevo chándal COMO OTROS y por eso no puedo correr…
- Cari, ¿se acaba de meter esta tipa con mi chándal???-pregunta la de las uñas rojas con brillantina.
- Es que es una malfollada, no le hagas ni caso. ¿No ves la cara de amargada que lleva?
- ¿Malfo… malfoqué???- Elvira indignada les tira los palotes a la cara- ¡Aquí no pienso volver, pandilla de fracasados!
- A que te meto…- escucha decir al energúmeno.
- Tranquilo, Jonathan, no te sulfures, que ésta no se merece ni tus dos bofetadas-remata la Jessi.
- ¡Desde luego!!!-dice Elvira ya en la puerta. ¡Doy gracias a Dios por no tener un novio maltratador que me regale chándales por mi cumpleaños! ¡Buenos días!
Llegó al bar con un sofoco terrible, diciendo que no se piensa comprar T-shirts y muñequeras sólo para ir a hacer la compra y que a ver si se habían puesto de moda los esmaltes de uñas con brillantina y ella no se había enterado… ya os digo que ella es especial. Hay que quererla tal y como es.
Le hemos dicho que ni se le ocurra volver a entrar a sitios desconocidos, porque cualquier día sale con un ojo morado. Que compre donde siempre, en el Club del Gourmet, que allí la conocen, la comprenden y le aceptan la tarjeta sin dudar. Que para qué tiene que probar nuevas experiencias, si ella no sabe salir airosa de según qué aventuras.
Y toda su preocupación era… “¿creéis que tengo cara de malfollada? ¿A ver si mi nuevo sérum-contorno de ojos al caviar-iraní no ha conseguido el efecto esperado?”
Lo que os digo: glamour en vena…
- Es que es una malfollada, no le hagas ni caso. ¿No ves la cara de amargada que lleva?
- ¿Malfo… malfoqué???- Elvira indignada les tira los palotes a la cara- ¡Aquí no pienso volver, pandilla de fracasados!
- A que te meto…- escucha decir al energúmeno.
- Tranquilo, Jonathan, no te sulfures, que ésta no se merece ni tus dos bofetadas-remata la Jessi.
- ¡Desde luego!!!-dice Elvira ya en la puerta. ¡Doy gracias a Dios por no tener un novio maltratador que me regale chándales por mi cumpleaños! ¡Buenos días!
Llegó al bar con un sofoco terrible, diciendo que no se piensa comprar T-shirts y muñequeras sólo para ir a hacer la compra y que a ver si se habían puesto de moda los esmaltes de uñas con brillantina y ella no se había enterado… ya os digo que ella es especial. Hay que quererla tal y como es.
Le hemos dicho que ni se le ocurra volver a entrar a sitios desconocidos, porque cualquier día sale con un ojo morado. Que compre donde siempre, en el Club del Gourmet, que allí la conocen, la comprenden y le aceptan la tarjeta sin dudar. Que para qué tiene que probar nuevas experiencias, si ella no sabe salir airosa de según qué aventuras.
Y toda su preocupación era… “¿creéis que tengo cara de malfollada? ¿A ver si mi nuevo sérum-contorno de ojos al caviar-iraní no ha conseguido el efecto esperado?”
Lo que os digo: glamour en vena…
6 comentarios:
pues ya me ha extrañado que encontrara palotes..yo la entiendo perfectamente
y ademas hubiera pedido el libro de reclamaciones..porque un chaleco color butano..por Dios...
con lo mal que sienta el naranja!! a no ser que seas rubia..
jajaja, qué buena tu amiga. Menudo ejemplar.
Me he reído un rato.
Un beso
Ya te digo... es que a ver con qué combinas un chaleco naranja-butano... eso sólo lo consigue Prada!!! Pero luego caes, te lo compras, y en casa nada que ver con el look que tenía en el escaparate... un error!!!
ay ay ay...Elvira tendria que conocer a una de mis amigas sevillanas e irse juntas de compras...igual volvia con un master en "Como responder a canis , chonis y otras especies primas hermanas".
Otra cosa...los chalecos esos fosforescentes no son solo para cuando te quedas tirado en la carretera???
Cuando y quien los ha incluido en el armario?
Odalis, en el súper al que entró Elvira esos chalecos eran el look oficial. Palabrita. Un espanto. Entre los palés, las cajas melladas y los del chándal increpándola, la pobre no daba pie con bola.
Pobre Elvira, mira que en el mercadona venden Carpaccio...
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