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sábado, 27 de marzo de 2010

¡Dichosas redes sociales!



Ya no soy yo.
Soy otra.
Una desconocida cualquiera que va por el mundo haciendo cosas raras.
Como os lo cuento:

Voy por la calle catalogando todo por etiquetas. Veo una faldita de nueva temporada en ZARA y pienso… “Me gusta”. Miro un poco más allá y me encuentro otra con el color de moda y pienso de la anterior… “Ya no me gusta”.

Saco una foto de mis hijos y, directamente, les corto las cabezas (en la foto, ¡no seáis burros!) para poder postearlas en el álbum de mi perfil sin temor a que me entrullen con la ley del menor en la mano.

Voy a la pelu y me fijo especialmente en la sección de “permanentes”, para sacar una foto a escondidas con el móvil a la señora con el pelo liláceo y colgarla en el grupo ese de “señoras con el pelo azul”. Hago lo mismo cuando llueve y salen todas con la bolsa del Carrefour en la cabeza para que no se les baje la intensidad del tinte caoba.

Me pongo a hacer una tortilla de patatas y saco fotos del paso-a-paso para colgarlas en mi blog bajo el título de “Así se hace una tortilla de patatas”. Tengo el móvil llenito de churretones de aceite, porque esto mismo lo repito cada vez que cocino algo, sea una chorrada (como una ensalada de tomate) o algo complicado (mis galletas de mantequilla, por ejemplo).

Si, en plena comida, alguien suelta algo gracioso, le amenazo con aquello de “cuidadín, que esto lo llevo yo al blog como está mandado, ¿eh?”. Así me he cargado ya varias conversaciones, porque la gente odia que le plagien y prefiere quedarse calladita.

Tengo “titulitis”. Una amiga me cuenta, por ejemplo, que se le ha escapado el periquito, que se lo ha comido el gato y que tiene una depresión de caballo y yo me pongo instintivamente a titular su drama: “Devorado por un siamés sin escrúpulos”. O mejor: “Gato que salta, periquito que te levanta”.

Me manda el Banco el estado de mis cuentas y, sin querer, lo “comparto” con mis 385 amigos del Facebook. Pensarán… “¿esta imbécil se ha gastado 3500 euros en un ataúd con wifi?” Pues sí, qué pasa, espero seguir posteando desde el otro barrio, pues no tengo yo vicio ni nada...

Me llama mi prima pidiéndome el teléfono de un psicoanalista, porque lo está pasando fatal y necesita ayuda profesional y yo la mando directamente a mi “muro” para que entre todos le alegremos el día y le demos soluciones “reales” a su problema. Asunto arreglado. Y mi prima, tan contenta.

Me paso la vida regando coliflores, arando campos y comprando gallinas y cerdos. Mando regalos extraños a mis amigos, como un boniato con lazo o un tractor color rosa. Con lo que yo he sido, madre mía, ahora sólo quiero recibir materiales para terminar mi establo, que me falta un puto clavo y no hay Dios que me lo mande. Por cierto, tengo exceso de tablones de madera y de herraduras de caballo. De eso no me mandéis más.

Me invitan a multitud de eventos y me da la sensación de que me paso el día de farra, cuando lo cierto es que estoy en mi salón, con mi taza de café y el portátil-enano bajo mis dedos. Ya no tengo vida social. Sólo tengo red social.

Si no estás en mi lista de “agregados”, no eres mi amigo. Así que ni me hables. Lo que me quieras decir, me lo comentas por el Face. Estoy harta de recibir llamadas de gente preguntándome cómo me va la cosa. ¿Que cómo me va? Pues te conectas, me solicitas amistad y ahí tienes el histórico de mi vida de los últimos 2 años, ¡ea! Con sus fotos y todo. No me hagas perder el tiempo, que tengo que hacer un test para saber “qué dibujo animado de los 80 me retrata”, coño ya!

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Que bueno! te superas cada día!!!

sfontana dijo...

ojos que no ven....Facebook que te lo cuenta..real como la vida misma..con todas sus aplicaciones!

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