Estimado señor juez:
Al lado de mi casa han montado una central de espías.
Sí, sí, estoy segura, despierta, cabal y sobria.
No me he fumado el geranio ni me he bebido el Petit Cherie.
Es un local que yo me imagino estilo la T.I.A. de Mortadelo y Filemón y que montaron hace unos años como tapadera de algo. ¡Porque yo lo digo y no hay duda, ea!
Sólo así se explica que, de 365 días que me cuentan que tiene el año, 300 se los pase cerrado a cal y canto y el resto (unos escasos 2 meses) lo abran como con vergüenza, levantando la verja hasta la mitad y con el cartel de “cerrado” sin voltear.
Se da la circunstancia de que el establecimiento que comento se encuentra en una calle semi-peatonal (tiene guasa este término, “semi-peatonal”, ya que lo mismo puedes encontrarte una imagen bucólica el sábado, con familias enteras tirando de patinetes y bicicletas, como darte de bruces el lunes con un camión cisterna de gran tonelaje abasteciendo de gasoil la floristería colindante) que suele estar plagada de furgonetas de reparto que jamás paran ante su puerta.
Y mire usted, señor juez, que estamos hablando de un restaurante.
Al menos eso es lo que reza el letrero: Restaurante El Cacique. Menús y a domicilio.
Y a mí me huele raro, raro, raro…
Hay veces (lo confieso) que echo la tarde frente al establecimiento, sólo para confirmar lo que ya sabía: que no tiene trabajadores, que no tiene mercaderías, que no tiene clientes… vamos, que no tiene fundamento.
Y el caso es que, algunos días del año, una manita silenciosa asoma bajo la verja y la eleva unos centímetros, no sé si para que corra el aire o si para que salga una familia de liliputienses, pero la valla permanece fuera de su sitio unos minutos, como provocando, para volver a caer en un estruendo y dejarme de nuevo sola en mitad de la calle.
Es en esos momentos cuando pienso “esto tiene que ser una tapadera” y me acerco al cartel que han plantado junto a la puerta, donde muestran las bondades de su carta (imaginaria) y te hacen la boca agua con los (supuestos) manjares más exquisitos.
Puro humo.
No conozco a nadie que haya estado.
Su teléfono no figura en ninguna guía y no conoce a sus dueños ni siquiera la familia del bazar chino que trabaja tres tiendas más allá. Cosa inconcebible, por otro lado. Si hasta los chinos desconfían, usted dirá…
No sé muy bien qué tapan. Ni siquiera si se trata de algo ilegal, por más misteriosa y silenciosa que sea su estampa. Pero no consigo entender cómo la mayoría de comercios de la ciudad están cerrando sus puertas por la maldita crisis y el hogar de los liliputienses sigue ahí, año tras año, impertérrito e indemne, viendo caer al resto mientras él se mantiene arrogante contra todo pronóstico.
¿Se pensaban que iba a pasar desapercibido, como lo “mirada” que yo soy?
Pues no, señor juez.
Hago constar mi desconcierto e indignación como ciudadana de pro y exijo que cierren la casa de los espías y obliguen a montar un supermercado, farmacia y/o videoclub, que eso sí que sería útil (ojo, que no hablo por mí, que yo sólo opino por el bien de la comunidad, ¿eh, señoría?) y transparente para la Hacienda pública.
Lo que hago constar el día tal del mes cual del año Pascual.
Atentamente,
Una ciudadana avispada.
Zapatófonos a mí…
Al lado de mi casa han montado una central de espías.
Sí, sí, estoy segura, despierta, cabal y sobria.
No me he fumado el geranio ni me he bebido el Petit Cherie.
Es un local que yo me imagino estilo la T.I.A. de Mortadelo y Filemón y que montaron hace unos años como tapadera de algo. ¡Porque yo lo digo y no hay duda, ea!
Sólo así se explica que, de 365 días que me cuentan que tiene el año, 300 se los pase cerrado a cal y canto y el resto (unos escasos 2 meses) lo abran como con vergüenza, levantando la verja hasta la mitad y con el cartel de “cerrado” sin voltear.
Se da la circunstancia de que el establecimiento que comento se encuentra en una calle semi-peatonal (tiene guasa este término, “semi-peatonal”, ya que lo mismo puedes encontrarte una imagen bucólica el sábado, con familias enteras tirando de patinetes y bicicletas, como darte de bruces el lunes con un camión cisterna de gran tonelaje abasteciendo de gasoil la floristería colindante) que suele estar plagada de furgonetas de reparto que jamás paran ante su puerta.
Y mire usted, señor juez, que estamos hablando de un restaurante.
Al menos eso es lo que reza el letrero: Restaurante El Cacique. Menús y a domicilio.
Y a mí me huele raro, raro, raro…
Hay veces (lo confieso) que echo la tarde frente al establecimiento, sólo para confirmar lo que ya sabía: que no tiene trabajadores, que no tiene mercaderías, que no tiene clientes… vamos, que no tiene fundamento.
Y el caso es que, algunos días del año, una manita silenciosa asoma bajo la verja y la eleva unos centímetros, no sé si para que corra el aire o si para que salga una familia de liliputienses, pero la valla permanece fuera de su sitio unos minutos, como provocando, para volver a caer en un estruendo y dejarme de nuevo sola en mitad de la calle.
Es en esos momentos cuando pienso “esto tiene que ser una tapadera” y me acerco al cartel que han plantado junto a la puerta, donde muestran las bondades de su carta (imaginaria) y te hacen la boca agua con los (supuestos) manjares más exquisitos.
Puro humo.
No conozco a nadie que haya estado.
Su teléfono no figura en ninguna guía y no conoce a sus dueños ni siquiera la familia del bazar chino que trabaja tres tiendas más allá. Cosa inconcebible, por otro lado. Si hasta los chinos desconfían, usted dirá…
No sé muy bien qué tapan. Ni siquiera si se trata de algo ilegal, por más misteriosa y silenciosa que sea su estampa. Pero no consigo entender cómo la mayoría de comercios de la ciudad están cerrando sus puertas por la maldita crisis y el hogar de los liliputienses sigue ahí, año tras año, impertérrito e indemne, viendo caer al resto mientras él se mantiene arrogante contra todo pronóstico.
¿Se pensaban que iba a pasar desapercibido, como lo “mirada” que yo soy?
Pues no, señor juez.
Hago constar mi desconcierto e indignación como ciudadana de pro y exijo que cierren la casa de los espías y obliguen a montar un supermercado, farmacia y/o videoclub, que eso sí que sería útil (ojo, que no hablo por mí, que yo sólo opino por el bien de la comunidad, ¿eh, señoría?) y transparente para la Hacienda pública.
Lo que hago constar el día tal del mes cual del año Pascual.
Atentamente,
Una ciudadana avispada.
Zapatófonos a mí…
14 comentarios:
Todas las pruebas aportadas,son circunstanciales, señorita. No se acredita suficientemente los hechos que se denuncian, por lo que procedo a sobreseer el caso y desestimar la petición de la denunciante.
Fdo.: El Juez Grande Langosta.
Es que le sacais punta "a tó".Claramente es un almacén de.....nada.
Ja,ja,ja,ja :) No sé el juez, pero a mí me ha encantado tu "denuncia" ;-)
Yo sin ánimo de alentar a nadie a abrir más TIA..S, diría que es una manera de sortear la crisis..con negocios medio abiertos medio cerrados y si es necesario cerrados a dias...pero que se investigue por supuesto que si..jejeje por si acaso
A ver, que no pasa nada.
Dame las coordenadas exactas y mando una flotilla de naves de reconocimiento para allá.
Bienvenida a mi blog y gracias por ser mi primera seguidora.
¿Alguien más se anima?
EN FRENTE DE MI CASA HAY OTRO Y SÓLO LO ABREN UNA PANDE DE ADOLESCENTES DESCARRIAOS CUANDO HACEN UN GUATEQUE, JE JE JE
CREO QUE VOY A ESCRIBIR OTRA CARTA AL JUEZ, JE JE JE QUE SOY UNA COPIONA.
UN BESO.
Pues si que tiene que ser algo secreto, porque los chinos siempre se enteran de todo y si a estos no los conocen... seguramente haya gato encerrado, o una docena de ellos... o sean chinos.
Besos.
Yo se que es!!! otro negocio de Alvaro Muñoz Escassi!!! jajajaja
Según investigaciones recientes, lo más lógico es que sea una base alienígena. Esa gente, según varios científicos, lleva milenios instalados entre nosotros. Mucho ojo.
Blanqueo de dinero.
Blanqueo de dinero, blanqueo de dinero.
He dicho.
p.d. Tú vete por la otra acera, por si acaso.
Pero... ¿¿¿ordenó usted o no el Código Rojo al soldado Santiago????
:D
Ten cuidado no vaya a ser que en vez de espías sean de la mafia y algún día no llegues a casa.
No es restaurante, es la reserva nacional de aire, cuidando el aire que se pueda necesitar de emergencia en el 2012. Muy divertido tu escrito.
joer, me habéis metido miedo... a partir de ahora, cruzaré a la acera de enfrente cada vez que me toque pasar cerca de la T.I.A... porsiaca...
besos a todos y gracias por pasaros!
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