Lo que es la vida. No hace ni dos días que estaba yo padeciendo las ocurrencias de mi madre y, de pronto, me veo repitiéndoselas a mis hijos, cuando me juré una y mil veces que yo jamás caería en eso…
Me he hartado de oír: “has hecho la cama?”; “tienes el cuarto como una leonera”; “ya verás cuando llegue tu padre”; “no te puedes bañar porque no has hecho la digestión”; “te voy a dar una torta para que llores por algo” (esto yo no lo digo, eh?... por lo del defensor del menor, más que nada…); “que tienes tos? Eso es que has cogido frío, ven que te doy un antibiótico”; “con la de niños que hay en el mundo muriendo de hambre y tú no te quieres comer las lentejas? Pues hasta que no te las acabes, no te levantas y, si no, te las tomarás de cena y así hasta la eternidad” (tengo una amiga que todavía tiene pendiente comerse las espinacas de su madre desde hace 20 años, no veas cómo está la pobre, hecha un cromo…)…
Podría seguir con las frases, pero no quiero ser hiriente por si la susodicha me lee…
Dónde, por el amor de Dios, dónde se da el cursillo para que todas, pero toodas las madres del mundo acaben soltando las mismas perlas por su boca? Sería la moda de la época? Y, entonces, por qué las repetimos al llegar a la edad adulta? No somos taaan modernos? Entonces, por qué le digo yo a mi hija sin pestañear: “si no tienes hambre para acabarte las albóndigas, es imposible que te quepa el helado de postre” o “cuando seas mayor, me lo agradecerás” o “porque lo digo yo y punto”??? Cómo es posible?
Es que todavía confío en que por gesticular junto a una corriente de aire se te queda cara de lela. Estoy convencida de que si pones los dedos en la pantalla de la tele te da un calambre que te deja en el sitio. Sé que por quedarte mucho rato en el sofá se te pone el culo cuadrado y que realmente se puede gastar el nombre de alguien de tanto llamarle a gritos... Me lo han repetido tantas veces que tiendo a pensar que son verdades universales. Definitivamente, soy igual que mi madre: maldita empatía!
Me he hartado de oír: “has hecho la cama?”; “tienes el cuarto como una leonera”; “ya verás cuando llegue tu padre”; “no te puedes bañar porque no has hecho la digestión”; “te voy a dar una torta para que llores por algo” (esto yo no lo digo, eh?... por lo del defensor del menor, más que nada…); “que tienes tos? Eso es que has cogido frío, ven que te doy un antibiótico”; “con la de niños que hay en el mundo muriendo de hambre y tú no te quieres comer las lentejas? Pues hasta que no te las acabes, no te levantas y, si no, te las tomarás de cena y así hasta la eternidad” (tengo una amiga que todavía tiene pendiente comerse las espinacas de su madre desde hace 20 años, no veas cómo está la pobre, hecha un cromo…)…
Podría seguir con las frases, pero no quiero ser hiriente por si la susodicha me lee…
Dónde, por el amor de Dios, dónde se da el cursillo para que todas, pero toodas las madres del mundo acaben soltando las mismas perlas por su boca? Sería la moda de la época? Y, entonces, por qué las repetimos al llegar a la edad adulta? No somos taaan modernos? Entonces, por qué le digo yo a mi hija sin pestañear: “si no tienes hambre para acabarte las albóndigas, es imposible que te quepa el helado de postre” o “cuando seas mayor, me lo agradecerás” o “porque lo digo yo y punto”??? Cómo es posible?
Es que todavía confío en que por gesticular junto a una corriente de aire se te queda cara de lela. Estoy convencida de que si pones los dedos en la pantalla de la tele te da un calambre que te deja en el sitio. Sé que por quedarte mucho rato en el sofá se te pone el culo cuadrado y que realmente se puede gastar el nombre de alguien de tanto llamarle a gritos... Me lo han repetido tantas veces que tiendo a pensar que son verdades universales. Definitivamente, soy igual que mi madre: maldita empatía!
1 comentario:
Acertada!!! oye,me gusta tu estilo...
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