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miércoles, 2 de noviembre de 2011

Nunca “hacerse un griego” logró un significado tan literal…


En los tiempos que corren, con Grecia dando por saco todo lo que puede, la Merkel y el Sarkozy (dicho así, a lo pueblerino, con su artículo por delante y su canesú por detrás) en un eterno idilio enfermizo y el resto de Europa a verlas venir, se te quitan las ganas hasta de lo más sagrado.
Y no me refiero a comer…

- Estoy desesperada- me confesaba Carlota en un mar de hipidos y pucheros. Ahora, todos los tíos se empeñan en colártela por detrás y yo ya no sé qué excusa peregrina poner. ¡Es descorazonador! ¿Para qué demonios me hago la brasileña extrema, si ni siquiera me la ven? ¡Van directos a la puerta de emergencia, como si se les quemara el cazo en el fuego!
- Es que es probable que se les queme, cielo. Y te enchufan la manguera por donde pueden…
- Con lo fácil que era hace unos años… que te venía el típico gordito, bajito y con carita de bonachón y sabías a qué atenerte: misionero y punto. ¿Que lo que te encontrabas era el clásico cachitas con camiseta pegada? Bueno, pues tampoco estaba mal: un poquito de carretilla, la sillita o, en el peor de los casos, el consabido 69. ¡Pero sabías a qué atenerte, coño! ¡No como ahora, que casi sin saludarte, te ponen a lo perrito y dale que te arreo!
- Pero si el 69 ya no lo hace nadie, Carlota. ¿De cuándo me estás hablando? ¿De la pubertad?
- ¡Qué más dará! Lo que digo es que ahora, como todo Dios le da al porno cosa mala, si no llevas las uñas de porcelana, las extensiones capilares, los zapatos ortopédicos con plataforma, la cara pintada como una puerta, los bajos rasurados cual bebé y te dejas meter cosas por las bajantes, ¡no eres nadie! ¡Que te tachan de frígida, leches!
- Hombre, no será pa tanto, ¿no?
- Que sí, que sí. Que el mercado está como está. Los que quedan están “resabiaos” y no les vale cualquier cosilla. ¡Qué manía con atacar por la retaguardia! Y de algunos no lo dirías nunca, de verdad…
- Pues ponles las cosas claras desde el principio y así no te encontrarás en situaciones tan comprometidas…
- Claaaaro, claaaaro, eso se dice taaaan fácil… ¿y cómo me lo monto? ¿Le suelto al presentarme “muy buenas, soy Carlota, la que va de frente y no culo-en-pompa”? ¿O mejor, con el segundo cubata, le paso un plano detallado de mis zonas pudendas y le marco con una X la zona posterior con un aviso en fosforito, en plan “zona de alto voltaje, no pasar”? Que te crees tú que es tan sencillo vetar según qué prácticas arraigadas… ¡se las saben todas!
- Te noto estresada, Carlota. Tienes que relajarte un poco, mujer…
- ¿Relajarme? ¿Cuando no sé qué me van a meter a la que me despiste? Ahí te quisiera yo ver… ¡que como no estés en guardia, te pueden hacer una desgracia, te estoy diciendo! Si es que yo creo que no entiendes la gravedad del asunto…
- Es que creo que exageras. Tú en tu línea… ¡habrá de todo, mujer!
- Ya, ya. Por eso ayer, sin ir más lejos, quedé a tomar una copa con el hijo de la carnicera de mi madre, (¿te acuerdas que te conté que llevaba meses intentando liarnos diciendo que su hijo “es muy buen partido, serio, guapo y responsable”?) bien, pues no me había terminado aún el primer roncola cuando le veo hacer mil volatines para coger no-sé-qué que se le había caído al suelo. A continuación, voy al baño y, en un giro tonto de esos que pegas cuando te parece que alguien te llama pero no, descubro que el tío tiene los ojos pegados a mi culo y ni respira. Al principio, no le eché cuentas. Pensé: “bah, un hambriento más”. Pero cuando la cosa subió de nivel y se auto invitó a mi casa a tomar la última (es que él vive con su madre, toma partidazo), no me dio tiempo ni a llegar a la cocina. Me enganchó por detrás y, venga, a buscar tesoros donde yo sé que no hay nada reseñable.
- Joder. Pues sí que está mal el patio, sí…
- ¿No te lo estoy diciendo? Y te juro que éste tenía una cara del todo “normal”. Ni pinta de perver, ni ojos de loco enajenado, ni nada… Mi amiga Susana tiene una teoría al respecto: dice que todos lo hacen para ahorrarse el condón en tiempos de crisis.
- Valiente chorrada.
- Lo sé. Es más, cuando le dije que algo tendrán que decir al respecto las enfermedades de transmisión sexual, ya que ésas no entienden de crisis ni de burbujas financieras, la pobre se me echó a llorar desconsolada, porque algún cabronazo la había convencido de que ese tipo de enfermedades sólo se transmiten por vía vaginal. Y para cuando le he abierto los ojos, llevaba ya la pobre un carrerón “a pelo” que no veas… Si cuando te digo que ya no saben qué inventar para convencernos…
- ¿Y en qué acabó la historia con el hijo de la carnicera?
- Ah, pues le he encargado una rabadilla buenísima para mañana. Me ha dicho que me la trae él mismo a casa. No sé, parece majo…
- Ya. Y luego dirás que no estabas avisada, ¿eh?
- ¿A qué te refieres?
- Pues a que uno empieza llevando la rabadilla a domicilio y termina colocando un kilo de butifarra de regalo. ¡Que pareces tonta, niña!
- Hombre, así dicho…

Así dicho, así dicho… Si es lo que yo digo: que no es que los hombres sean muy listos, ¡es que a veces las del encefalograma plano somos nosotras!


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