Chicos, estoy que no me lo creo.
Esto es puritito glamour. Auténtico rollo boho-chic.
He estado en mi primera Flower Power.
Y me da que va a ser la última…
Vamos a ver si me explico: ¿os parece muy normal que la gente vaya a un local con la parte de arriba de un bikini (tamaño “Doritos”, pa entenderse) y unos pantaloncitos que no tapan ni las alas de la compresa?
¿Que se adornen únicamente con collares de flores y abalorios y sean capaces de tragarse una botella del licor que sea en el tiempo que dura una canción?
¿Que ellas lleven unos tacones que harían palidecer a los zancos de los gigantes y cabezudos? ¿Y que bailen con ellos como posesas, agarradas a un maromo que les llega al pecho?
¿Que todo el mundo haga la señal de la paz y ponga cara de “buen kharma”, mientras se beben tu copa disimuladamente con una pajita que te cuelan en el vaso como quien-no-quiere-la-cosa?
¿Que tu marido se quede con cara de panoli por culpa de unas gogós descocadas que se pasan la noche subidas a un andamio, como si fueran la Virgen del Pilar?
¿Que no te quede claro, al final del evento, en qué década vives, porque han sido capaces de mezclarte a mil decibelios y sin ningún criterio cronológico a los Chunguitos, con Mecano y DJ-Guetta?
¿Que se hacine más gente en las zonas VIP que en la pista del vulgo?
¿Que veas marcarse un agarrao a Pocholo con Bustamante o a Iniesta con Fonsi Nieto y nadie sospeche que algo raro se cuece o que llevan la destilería puesta?
Yo iba tan contenta, dispuesta a quemar Pachá y me encuentro con un antro de perdición en toda regla, varios codazos en las mejillas (era oficialmente la más bajita de toda la isla, se ve, porque las costillas las tengo impolutas y la cara, en cambio, hecha un poema) y un resacón que no recuerdo yo ni en mis mejores épocas de garrafón universitario.
No pude ni bailar, porque tenía pegada al culo a una morena de dos metros y medio que cada vez que daba un golpe de cadera me mandaba a Formentera. Acabé en el suelo varias veces y levantarme me supuso un cristo con mi “santo”, que no me ayudaba nada, porque no podía (según me decía) apartar sus ojos de la Virgen del Pilar y le faltó el canto de un duro pa cantarle una saeta.
¡Menuda noche. Menuda fiesta. Y menuda mierda!
Esto es puritito glamour. Auténtico rollo boho-chic.
He estado en mi primera Flower Power.
Y me da que va a ser la última…
Vamos a ver si me explico: ¿os parece muy normal que la gente vaya a un local con la parte de arriba de un bikini (tamaño “Doritos”, pa entenderse) y unos pantaloncitos que no tapan ni las alas de la compresa?
¿Que se adornen únicamente con collares de flores y abalorios y sean capaces de tragarse una botella del licor que sea en el tiempo que dura una canción?
¿Que ellas lleven unos tacones que harían palidecer a los zancos de los gigantes y cabezudos? ¿Y que bailen con ellos como posesas, agarradas a un maromo que les llega al pecho?
¿Que todo el mundo haga la señal de la paz y ponga cara de “buen kharma”, mientras se beben tu copa disimuladamente con una pajita que te cuelan en el vaso como quien-no-quiere-la-cosa?
¿Que tu marido se quede con cara de panoli por culpa de unas gogós descocadas que se pasan la noche subidas a un andamio, como si fueran la Virgen del Pilar?
¿Que no te quede claro, al final del evento, en qué década vives, porque han sido capaces de mezclarte a mil decibelios y sin ningún criterio cronológico a los Chunguitos, con Mecano y DJ-Guetta?
¿Que se hacine más gente en las zonas VIP que en la pista del vulgo?
¿Que veas marcarse un agarrao a Pocholo con Bustamante o a Iniesta con Fonsi Nieto y nadie sospeche que algo raro se cuece o que llevan la destilería puesta?
Yo iba tan contenta, dispuesta a quemar Pachá y me encuentro con un antro de perdición en toda regla, varios codazos en las mejillas (era oficialmente la más bajita de toda la isla, se ve, porque las costillas las tengo impolutas y la cara, en cambio, hecha un poema) y un resacón que no recuerdo yo ni en mis mejores épocas de garrafón universitario.
No pude ni bailar, porque tenía pegada al culo a una morena de dos metros y medio que cada vez que daba un golpe de cadera me mandaba a Formentera. Acabé en el suelo varias veces y levantarme me supuso un cristo con mi “santo”, que no me ayudaba nada, porque no podía (según me decía) apartar sus ojos de la Virgen del Pilar y le faltó el canto de un duro pa cantarle una saeta.
¡Menuda noche. Menuda fiesta. Y menuda mierda!
